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Se los llevó la tuberculosis

cristóbal rojas

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La población venezolana ha sido azotada, así lo relatan viejos documentos revisados por historiadores y cronistas, por enfermedades que contribuyeron a mermar el crecimiento demográfico en los días de la colonia, de la independencia y de la república. De acuerdo a las investigaciones de Ricardo Archila Medina, parte de ellas publicadas en el Diccionario de Historia de la Fundación Polar, a estas tierras llegaron de Europa y África, el paludismo, peste, lepra, fiebre tifoidea, tosferina, difteria, sarampión, varicela, viruela, fiebre amarilla, bilharziasis, anquilostomiasis, malaria.

El estudioso arriba nombrado señala la poca información que se tiene acerca de las enfermedades infectocontagiosas que diezmaron a la población de Venezuela en la época de la Conquista y en el primer período de la Colonia e indica que durante el siglo XVI se presentaron cuatro grandes brotes de viruelas, epidemia que también marco gran parte de los siglos XVII, XVIII y XIX. Entre las enfermedades que se metieron en el cuerpo de Venezuela, al lado de la viruela y causaron estragos dentro de las familias se cuentan el paludismo, la fiebre amarilla y la tuberculosis. Los que deseen conocer sobre el papel jugado por Los Teques en el tratamiento de esta última enfermedad, les recomiendo las páginas escritas por el Dr. Manuel Henríquez Ledesma, publicadas en la obra “Los Teques, testimonios para su historia” Tomo I donde, de acuerdo a la cantidad de muertes provocadas por tan terrible mal, se recomendaba el clima tequeño como vital para su tratamiento. Eminentes figuras de la medicina le señalaban a los tuberculosos que escogieran a Los Teques para vivir. En lo trazado por el sabio médico Henríquez Ledesma se encuentran importantes datos sobre los esfuerzos y las batallas libradas contra ese flagelo por la madre Emilia de San José, del reverendo Santiago Machado, las Hermanitas de los Pobres, del padre Hilario Cabrera, entre otras personalidades del mundo científico.

LA TUBERCULOSIS ACABÓ CON SUS VIDAS    

El azote de la tuberculosis, constituyó, como muy bien lo retrata el Dr. Henríquez Ledesma, una verdadera tragedia nacional causando el mayor número de decesos a comienzos del siglo XX, cuando los destinos del país estaban en manos de Cipriano Castro y de Juan Vicente Gómez, cabezas de triunfante revolución liberal restauradora, figuras militares que metieron sus uñas en las entrañas de Venezuela desde 1899 hasta 1935 fecha cuando fallece en Maracay Juan Vicente Gómez cómodamente en su rústica habitación, dándole paso a una tímida apertura hacia el siglo XX con el ascenso a la primera magistratura de Eleazar López Contreras. La tuberculosis se llevó a valiosas figuras de la política, las letras y las artes de nuestro país, entre ellas Simón Bolívar, Cristóbal Rojas, Arturo Michelena, Teresa de la Parra, seudónimo de Ana Teresa Parra Sanojo.

SIMÓN BOLÍVAR TENÍA LOS PULMONES DAÑADOS   

El 17 de diciembre de 1830, los pulmones de Simón Bolívar no resisten más y la muerte se produce a la una de la tarde de ese día. Simón Bolívar el Libertador, el combatiente a tiempo completo, el que dejó oír su voz en el seno de la Sociedad Patriótica en 1811 para luego emprender su extraordinaria marcha por casi todo un continente rompiendo las cadenas que nos ataban al imperio español, fallecía, atacado por la tuberculosis en Santa Marta, en la quinta de San Pedro Alejandrino. Nuestra intención no es trazar aquí los rasgos claves de la vida del más grande hijo de Caracas y de Venezuela, sino dejarles parte del primero y último boletín redactado por el Doctor Próspero Reverend sobre el mal  que llevó a la tumba al héroe. El primero de diciembre de 1830, al mirar al Libertador, Reverend sentenció: “La voz ronca, una tos profunda con esputos viscosos y de color verdoso… y mi primera opinión fue que tenía los pulmones dañados.” En el último parte médico se lee: “Respiración anhelosa, pulso apenas sensible, cara hipocrática, supresión total de orines… y a la una en punto espiró el Excmo. Señor Libertador.

LA TUBERCULOSIS PERFORÓ LOS PULMONES DEL ARTISTA CRISTÓBAL ROJAS

El genial artista plástico Cristóbal Rojas, hijo de Cúa, población mirandina de los Valles del Tuy, villa donde nace el 15 de diciembre de de 1857, muere en Caracas el 8 de noviembre de 1890 a los treinta y dos años de edad con los pulmones perforados por la tuberculosis. En los pocos años de vida creadora, Cristóbal Rojas, quien se desempeñó también como tabaquero, cumplió una dilatada jornada artística, dejando obras de gran calidad, admiradas por conocedores de la materia a nivel nacional como internacional, encontrándose entre ellas, La muerte de Girardot en Bárbula, Ruinas de Cúa después del terremoto, violinista enfermo, La miseria, La taberna, La primer y última comunión, El mendigo, La orfandad, Retrato del presidente Rojas Paúl y su famoso Autorretrato con sombrero rojo, entre muchas otras. Cristóbal Rojas viaja a Europa, se instala en París y le da rienda suelta a su don creativo. Cursa estudios en la prestigiosa Academia Julián y se convierte en un asiduo visitante del museo Louvre de la capital francesa. En Paris obtiene Mención de Honor en el Salón de la Sociedad de Artistas Franceses con su obra La miseria.

A LOS TREINTA Y CINCO AÑOS LA TUBERCULOSIS ACABÓ CON ARTURO MICHELENA

Arturo Michelena, otro de nuestros grandes pintores, vio la luz en Valencia, estado Carabobo el 16 de junio de 1863 y muere en Caracas el 29 de julio de 1898 a los treinta y cinco años producto de la embestida de la tuberculosis, mal que trató de combatir al residenciarse en la población de Los Teques, dejando en su breve vida, una obra de altos quilates dentro y fuera de Venezuela. Desde muy niño Arturo Michelena comienza a transitar los caminos del arte, dado que su padre fue el pintor Juan Antonio Michelena y su abuelo materno Pedro Castillo gozó de fama como muralista en Valencia, donde pintó los murales de la residencia del José Antonio Páez. A corta edad Arturo Michelena ilustra el libro Costumbres venezolanas del escritor Francisco de Sales Pérez. Viajó al viejo continente, concretamente a Francia, donde perfecciona su arte y participa en concursos, recibiendo el reconocimiento en eventos donde participó. La genialidad de Michelena se encuentra plasmada en trabajos como El niño enfermo, La caridad, Carlota Corday, Miranda en La Carraca, Pentesilea, Vuelvan caras, La vara rota, Descendimiento, La madre joven, etc.

TERESA DE LA PARRA QUISO INSTALARSE EN LOS TEQUES

Ana Teresa Parra Sanojo, mejor conocida bajo el seudónimo Teresa de la Parra, vio la luz el 5 de octubre de 1889 destacándose como conferencista, ensayista, cuentista y novelista. Se sabe que utilizó otro seudónimo, el de Fru-Fru, para firmar sus cuentos. Su narrativa está representada en las obras Ifigenia y Memorias de Mamá Blanca, entre otras, recibiendo el reconocimiento de la crítica nacional e internacional, galardonada con el primer premio del Concurso de Novelistas Hispanoamericanos el año de 1922. Va a morir, también joven, en Madrid el 23 de abril de 1936, con los pulmones dañados por la tuberculosis. Por cierto, Teresa de la Parra, en una de sus cartas planteó el deseo de poder instalarse en Los Teques para tratar de aliviar el mal que la consumió.

Jesús María Sánchez. Los Teques. 11092017. /sanchezjesusmaria@hotmail.com 

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