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Dos cortometrajes venezolanos están nominados para el Festival de Cine de Mar del Plata

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Dos cortometrajes venezolanos participan en el Festival de Cine de Mar del Plata, que comienza este viernes, junto con el largometraje La familia de Gustavo Rondón, que está en la competencia latinoamericana.

Macanao, de Clarissa Duque, figura entre los cortos de América Latina que compiten. El otro está en la sección para niños: Bákiro de Miguel New.

Ambos tienen dos cosas en común: son películas emocionales, sobre la relación entre dos personas y entre dos tipos de música, respectivamente, y los directores son parte de la que Duque llama “emigración forzada” venezolana.

En Macanao hay dos personajes presentes –una niña y su padre–, cuya vida está marcada por la herida que dejó la muerte de la esposa y madre. La debutante en el cine Asha Arwar y Gonzalo Cubero interpretan los papeles principales.

El corto fue rodado hace cuatro años en Margarita, en condiciones que se complicaron por las circunstancias y las limitaciones de una producción independiente, y que no permitieron lograr todo lo que se había planteado. Duque considera que ha sido su película más difícil. Sin embargo, agrega: “Pero ahí está, con el sentimiento y la historia que yo quería, una historia de ausencia”.

La cineasta es conocida principalmente en el país por el largometraje documental Tambores de agua (2008) y por el corto de animación Galus Galus (2013). Está radicada en Estados Unidos, y entre sus proyectos están una colaboración con el documental Teresita y el piano, de Andreína Gómez, y un largometraje documental propio de sobre la memoria.

Animación en diáspora

Miguel New vive en República Dominicana. Era conocido antes de Bákiro como director de un documental de bajo presupuesto, Vinotinto, la película (2009), que siguió a la selección nacional en su intento de clasificarse para el Mundial.

El director aclara que nunca ha establecido diferencias tajantes entre documental, ficción y animación, porque se trata de contar historias. Considera, además, que había una buena razón para que Bákiro fuera animación: “Es la historia de un cochino que canta. No veo cómo podría hacerse de otra manera”.

Hay en el filme una rivalidad entre un gallo, que canta a la manera clásica, y el jabalí del título, que se expresa con la música popular. “Es la lucha entre dos escuelas que no se comunican, y tienen que hacerlo para transmitir lo que es realmente su corazón”, dice New, y agrega: “Yo estudié guitarra clásica, y en Venezuela está muy bañada de lo popular. Antonio Lauro logró unificar la música clásica y los ritmos populares venezolanos, porque tiene seis por derecho y un montón de cosas así”.

El corto fue también una escuela para ilustradores que no tenían experiencia en ese tipo de cine, como José Moreno y Michael Abarca, y animadores como Brendan Palmer. Eran parte de un movimiento que había surgido en Mérida. “Eso ya no existe más; todos se fueron”, se lamenta Miguel New, recordando al equipo que hizo un corto que está en el único certamen clase A de América Latina.

Con información de El Universal

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