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“El día que no pueda hacer música, seguiré oyéndola”

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Karines Sabino

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Un hombre que transmite dedicación y compromiso, con una melodía especial en sus ojos y con muchas ganas de seguir enseñando música, a quienes desean aprender, ese es Reinaldo Abreu, un maestro que desde los cinco años ha estado rodeado del arte de los sonidos, profesión que le ha brindado grandes satisfacciones y las mejores anécdotas de su vida.

Entablar una conversación con él es entrar inmediatamente y de primera mano a un mundo en el que brota música por doquier. Nació en Caracas el 11 de abril de 1973 y llegó a Los Teques a los cuatro años de edad, para luego trasladarse a San Juan de Los Morros, donde descubrió su talento. “Mi abuelo era organista de la Catedral de esa ciudad, todos mis tíos y mi mamá tocaban cuatro, por eso desde niño vengo haciendo música”.

Con una invaluable admiración por los instrumentos de cuerda, comentó que sus inicios fueron con el cuatro y el arpa. “A los cinco años comencé agarrar el cuatro, mis primeros maestros fueron mis familiares, luego nos regresamos a Caracas cuando iba a empezar la secundaria y mi mamá me inscribió en una academia, donde recibí clases con el maestro Inocente Bello”.

“Siempre fui autodidáctico con este instrumento, mejoré con el tiempo hasta que en el mismo liceo a los 11 años, conformé un grupo de aguinaldos, recuerdo que eran muchachos más grandes que yo, montamos parrandas navideñas y gaitas. Esa fue mi primera dirección”.

Comentó que desde chiquito tuvo esa cosquillita por la guitarra puesto que su mamá, Caridad Abreu también la tocaba y es compositora, pero no pudo, puesto que éste instrumento se debe tocar cuando el niño ha crecido o está en la etapa de la adolescencia.

Rememoró que cuando se mudaron a Los Teques, otra vez; ya estaba más grande y fue cuando pudo comenzar a aprender a tocar la guitarra, “poco a poco empecé a oír y sacar música angloamericana, con ese instrumento que tanto me gustaba”.

Con un inmenso cariño añadió que tuvo la oportunidad de estudiar en nuestra ciudad con el reconocido músico y locutor Salomón Aponte, un hombre al que ha considerado durante todo este tiempo como su hermano, puesto que con él aprendió muchas cosas. “Salomón ya tocaba y cantaba, de hecho tenía cierto nivel y se convirtió en un gran estímulo”.

“La música tiene eso, mientras estás con gente con la que te llevas bien y que toca, todo fluye y estás como una esponja absorbiendo todo. Hay músicos que no evolucionan, porque son egoístas y el secreto es que la compartas”.

Entre risas recordó que también aprendió muchísimo de dos primos, Esther y Carlos. Como ellos estudiaban en el conservatorio de Maracay, él aprovechaba en las vacaciones y hacía curso intensivo junto a ellos, a pesar de que sacaban un espacio para la diversión, le dedicaba más tiempo al arte de los sonidos con el cuatro y la guitarra.

Un músico admirable

Este caballero también estudió veterinaria en la Universidad Central núcleo Maracay, otra de sus pasiones. Puesto que siempre estuvo rodeado de animales y le gustaba mucho producir. “Siempre pensé en la producción animal, veía que la gente necesitaba alimento, por eso orienté mi carrera en esa rama, para poner todo más barato”.

Además de todo es apicultor, expresó que durante un tiempo se dedicó a esto pero luego ya no pudo por la situación país, tiene todos los implementos necesarios pero no puede continuar. “hay mucha gente que nos gusta producir y no nos ayudan, por eso nos toca terminar trabajando en otra cosa. Al país le hace falta más orientación a la producción”.

Durante sus pasos por la universidad, comenzó a entrar a grupos con un poco más de seriedad que le demandaba más estudios, para estar al nivel de ellos. “Estuve en un grupo llamado Hawei, fue algo muy interesante porque tocábamos con músicos de todo el país y de todo tipo”.

Posteriormente, añadió que al terminar su carrera tuvo que comenzar a trabajar pero todo el tiempo estuvo empapado con la música, pues nunca paró de hacer lo que le llenaba como ser humano.

A los 33 años se dio cuenta de que tenía un concubinato con la música. Estuvo ejerciendo su carrera pero independiente con venta de materias primas y atendía algunas granjas, por lo que le tocaba viajar mucho. Luego en sus tiempo libres decidió entrar a una escuela de música aquí en Los Teques con el maestro Juan Bautista Carreño.

“Con él empecé teoría y solfeo e ingresé a la coral filarmónica del estado Miranda y mis estudios de música, me volví como loco quería estudiar de todo y ahí conocí a un gran amigo Rubén Briceño que era profesor de guitarra. Aunque compartíamos profesión para mí ha sido como un guía y a él le debo mi evolución en la guitarra”.

Entrega intachable

A pesar de tantas situaciones que impedían seguir sus estudios de música, este hombre no paró. En una oportunidad pasó por el conservatorio de Maracay y arrancó de nuevo, puesto que la escuela de Los Teques se había quedado sin sede, pero continuó trabajando con el maestro como profesor.

Comenzó a dar clases de cuatro formalmente en la escuela de la calle Guaicaipuro en el año 1999. “Yo daba clases particulares, recuerdo que enseñé a un hombre que estaba muy interesado en este mundo y no sabía nada de esto y aprendió bien, ahora saca sus canciones”.

Dedicado y con un brillo excepcional, expresó que nunca se planteó un límite y lo de él era seguir aprendiendo. Pese a las trabas que se le aparecían en su camino, encontraba a grandes personas involucradas en este arte que lo impulsaban a continuar.

Estudió en la José Ángel Lamas, composición. “La mayoría de la gente compone letras, la música es más complicada, a mí me gusta hacer arreglos, me siento arreglista. Para ser músico completo hay que seguir estudiando”.

Con el tiempo ingresó a dar clases en el Cultca como suplente. “No tenían coral, rehice la del colegio universitario que anteriormente era famosa y al año, junto con otros compañeros, armamos un grupo de gaitas llamado los Gaiteros del Cecilio y realizamos muchos eventos durante 7 años”.

“La música para mí es mi esencia, siempre ha estado conmigo y siempre estará. Desde pequeño tuve la suerte de oír de la buena”.

Aconseja a las personas que están empezando que disfruten lo que hacen. “No escogí la música para vivir, lo hice porque la amo y si eres bueno en lo que haces, no se oculta, sale a la luz”./lb

**Reinaldo Abreu, veterinario y músico con todas sus letras

ROSANGEL REBOLLEDO

Fotos: Alexander Offerman

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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