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“No nací para ser servido sino para servir”

comisionado jonathan pérez

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Karines Sabino

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Disciplina, compromiso y don de gente, tres virtudes que juntas son difíciles de encontrar en algunas profesiones, en especial tratándose de un efectivo policial. Pero Jonathan Pérez, quien lleva 26 años ininterrumpidos en las filas de Polimiranda, ha roto el molde al respecto. La clave de su éxito, no haber nacido para ser servido sino para servir.

Vino al mundo en el desaparecido hospital Policlínico de Los Teques y fue criado en el sector de Los Alpes. Confesó haberse iniciado casi de forma circunstancial en el mundo policial, sin siquiera imaginarse todo el alcance, que gracias a su perseverancia y deseos de superación, tendría.

“Yo soñaba con ser militar o abogado, por diversas situaciones de la vida estudié hasta el tercer año y me dediqué a hacer de todo, fui desde asistente de cocina hasta chofer, pero ocurrió un evento que cambió por completo mi horizonte, cuando tenía 19 años de edad, nació mi primera hija y con ella el deseo enorme de brindarle un mejor futuro”.

Recordó que su ingreso fue en 1991, sin embargo en el ’89, cuando llega al mundo su primogénita, encaró aquel fenómeno conocido como El Caracazo. “Probé en varias empresas, pero no había mayor productividad, los contratos eran máximo de tres meses porque no tenía ningún título profesional, yo necesitaba mayor estabilidad y me presenté en la escuela de policía de La Matica, siempre me gustó irme por el lado de lo correcto”.

“Con el tiempo, uno llega a amar esta profesión, yo no me levanto todos los días a laborar y ya, sino a hacer lo que me gusta, eso me llena de satisfacción, por eso es que no es un trabajo. Procuro dar siempre todo por el todo y cada uno debería tomarlo así, porque eso los puede llevar a ser mejores personas”.

Entre sus remembranzas, se refirió a lo que fueron sus inicios, los cuales calificó de difíciles. Una vez que culmina su curso de seis meses, es trasladado a los Valles del Tuy donde permaneció por un año, luego lo regresaron a Los Teques y, en la avenida Bolívar de nuestra ciudad, tuvo su primera experiencia fuerte y fue allí donde se estrenó en un enfrentamiento, que casi le cuesta la vida.

Ejemplo a seguir

“En 1996, acatando el reglamento que exige que los funcionarios debían profesionalizarse, culminé mi bachillerato, pasé siete años en la división de orden público, he sido agente, distinguido, cabo segundo, detective, subinspector y después estudié Derecho. Para 2010, siendo profesional de carrera, pasé a supervisor jefe, luego en 2014, tras superar todas las evaluaciones correspondientes, ascendí al rango de comisionado, en el que me mantengo desde hace tres años”.

Para Jonathan, el servicio a la comunidad es relevante, “trato a la gente como me gusta que me traten, sino puedo brindarles una solución busco por lo menos orientarlos; diariamente le digo a mis funcionarios que tenemos una gran misión que cumplir, debemos llevar muy presente que ingresamos a esta institución para servir”.

Actualmente, es abogado especialista en derecho administrativo, egresado de la universidad Santa María, carrera que ejerció dentro de la misma policía, en el área de consultoría jurídica. “Al ser funcionario de carrera debo cumplir mi tiempo de servicio, por ello aún sigo activo, pero escalando a mayores rangos a punta de esfuerzo y capacitación, hoy me desempeño como jefe adjunto y encargado de la coordinación de los Altos Mirandinos”.

 

De subordinado se convirtió en jefe, demostrando que no hay excusas para salir adelante y quien de verdad quiere lo puede lograr, para muestra un botón. Él que ingresó sin siquiera ser bachiller, se ha convertido en un destacado funcionario, gracias a su inigualable carisma, espíritu de trabajo y emprendimiento. Cuenta con múltiples diplomados avalados por la UCAB y UNES, en esta última fue docente en 2009; aunado a ello es padre de tres chicas y tiene dos princesas por nietas.

 

Compromiso al 100%

“Una vez que llegue mi correspondiente jubilación, pienso ejercer como Abogado, pero por satisfacción propia; me gusta todo lo que hago y por eso quiero seguir aprendiendo cada día, estoy por culminar una maestría en derecho penal y criminología en la UBA; tengo en mente iniciar un doctorado. Aún no estoy satisfecho, siento que aún tengo mucho que aprender, necesito más fortaleza y conocimiento para poder ayudar a mis hijas y nietas a crecer como personas de bien”.

Señaló que son innumerables las anécdotas importantes que rodean su extensa carrera, sin embargo existe una que a su juicio es inolvidable. “Estando de comisión en los Valles del Tuy, a principios del 2000, tuvimos, una compañera y yo, un procedimiento en el que debíamos colaborarle a una ciudadana, a la cual equivocadamente habían atacado a plomo su vivienda. Evitamos que la situación pasara a mayores y logramos aprehender a uno de los involucrados”.

Prosiguió su relato, “cuando lo tenía esposado, la dueña de la casa apareció de pronto y abofeteó al sujeto, él comenzó a gritar que los policías queríamos matarlo, entonces la gente comenzó a salir de sus moradas con intención de lincharnos sin razón, no le habíamos hecho ningún daño más allá de arrestarlo. Total que la unidad fue destrozada y otros funcionarios llegaron a auxiliarnos, pero ambos, mi compañera y yo, resultamos lesionados, aún así no perdimos al objetivo; lo bonito es que gracias a Dios nos sobreponemos a muchas situaciones y logramos contarlas con el deseo de seguir, para cooperar con los demás y construir una sociedad más viable”.

 

Quiso aprovechar la ocasión para manifestar la satisfacción que le brinda ser útil en su terruño. “Para mí Los Teques es una ciudad inigualable, he trabajado en muchas zonas, pero la gente de acá posee muchas bondades, es única, maravillosa, luchadora. Aquí nací, me crié, vivo, trabajo y quiero continuar mientras Dios me lo permita”./no

 

Foto:  (Víctor Useche)

*Entre policías, papeles y delincuentes transcurre la vida de Jonathan Pérez

MARIBEL SÁNCHEZ

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