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Perfiles: Desnarigado por un machetazo

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Periodistas de Avance

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Cuando uno va a las páginas del “Diccionario de la lengua española”, ello para aclarar alguna duda o al “Gran diccionario de sinónimos” para tratar de sustituir una palabra por otra y así no repetirla, se dice que desnarigado es aquella persona que no tiene nariz o la tiene muy pequeña y desnarigar es cuando le quitan a alguien la nariz. En nuestro país a los que, en peleas o por defectos de nacimiento, han perdido parte de la nariz, los bautizamos como chingos. Por cierto, a los de narices achatadas también le montan lo de chingos. A lo largo y ancho del país los chingos se mueven dentro del mundo de personajes populares. Este escribidor conoció, por ser grandes amigos de mi familia, a Sixto “El chingo” Quintero y Luis “El chingo” González, ambos residenciados en Araira, antigua colonia Bolívar, Municipio Zamora (Guatire). Sixto se desempeñó como veterano arriero, recorriendo, orientando mulas y mulos, hacia las distintas zonas rurales desde donde transportaba al centro poblado, ñame, apio, ocumo, yuca, café, cacao, al lado de otros productos. El otro chingo, Luis González, mantuvo en el centro de la población de Araira, una conocida posada, donde el platos más populares lo constituían el asado negro, pabellón, cochino frito, longanizas, hervidos y arroces. La cocina era atendida por su esposa.

CHINGO CARGADO DE ESCAPULARIOS

         En el terreno bélico, político y social de Venezuela, al lado de los brujos, patones, tigres, mochos, también marchan los chingos. En el teatro de las montoneras que por espacio de muchos años asolaron al país, se movió Diego Colina, famoso machetero y hechicero, quien bajo la camisa mantenía llevaba, así lo describe Mariano Picón Salas en su obra “Los días de Cipriano Castro”, una buena cantidad de medallas y escapularios con la Virgen del Carmen. No olvidemos que la pareja presidencial, formada por Joaquín Crespo y su esposa Jacinta Parejo de Crespo, mantuvo a su lado al tristemente célebre Telmo Romero, adivino, encantador de serpientes, convertido en una especie de consejero de alto nivel. Los ensalmadores, como los aduladores han formado parte de la nutrida fauna política nacional. En los años de nuestros gobiernos civiles, se comentaba con mucha fuerza que una de las pipas, cachimbos dice el pueblo, perteneciente a la colección de Rómulo Betancourt, había sido ensalmada por un respetado espiritista residenciado en Barlovento.

CHINGO FEDERALISTA Y CONSERVADOR

         En los espacios de las guerras civiles, de las muchas que vergajearon a Venezuela durante el siglo XIX y parte del XX, se movió con soltura Adolfo Antonio Olivo López, identificado como Chingo Olivo, hijo de Valencia, estado Carabobo, ciudad donde nació en 1830. Se incorporó, por sus ideas liberales, a la guerra federal, abandonando este movimiento, incorporándose al bando contrario, al saber que un federalista al servicio del general Gabriel Guevara, le había dado muerte a su hermano Rafael Olivo. Este hijo de las montoneras, conocido hasta su muerte como Chingo Olivo, participó en muchas campañas, como se divulga en el “Diccionario de Historia de Venezuela” publicado por la Fundación Polar, llevándolo a combatir desde Puerto Cabello hasta Ciudad Bolívar. En la obra citada se dice, según una versión, que fue fusilado al ser acosado por las fuerzas del general Joaquín Crespo. También dicen que murió ahogado en las caudalosas aguas del río Caura.

UN SOBERANO MACHETAZO LE QUITO PARTE DE LA NARIZ

         En las páginas del “Diccionario de Historia de Venezuela”, se explica el por qué a Adolfo Antonio Olivo López le encasquetaron lo de chingo. Allí se lee que, al sostener una pelea, escenificada en un baile, posiblemente joropo, que él atendía por los lados de Naguanagua, se presentó una pelea a machete limpio, Olivo López recibió un soberano machetazo que le llevó parte de la nariz. Desde aquel sangriento momento llevará, hasta el día cuando lo fusilan o se ahoga, el sobrenombre de Chingo Olivo y, así se le conocerá en los estudios sobre el proceso de las guerras intestinas venezolanas. El eminente musicólogo e investigador de asuntos folclóricos, Luis Felipe Ramón y Rivera, en su obra “La poesía folclórica de Venezuela”, recoge el “Corrido del paso Arauca”, donde en una de sus partes reza:

                          “El general “Chingo” Olivo

                          Con su ejército marchó,

                          “ No tengan cuidao, muchachos,

                          Que primero muero yo”.

CORRIDOS Y REFRANES PARA LOS FAMOSOS     

         En el trabajo de Ramón y Rivera, también aparecen compilados corridos dedicados al tirano Lope de Aguirre, a Andueza Palacios, a Horacio Ducharne, a José Tomás Boves, a Matías Salazar, a José Manuel “El mocho” Hernández, a Nicolás” Guardajumo” Cisneros, a Cipriano Castro. Asimismo en el campo de los refranes, rico universo creado por el pueblo, al los chingos se le rinden sus respectivos honores con lo de: “Si no lo agarra el chingo, lo agarra el sin nariz”, con lo cual se quiere significar que no existen caminos para evitar algún inconveniente. Se sabe, de acuerdo a estudios históricos realizados por destacados cronistas que, al general Régulo Olivares, militar y político, recibió, en una de las batallas donde participó, una profunda herida en la cara, desconociendo quien esto escribe si el sablazo o machetazo que le propinaron le llevó la nariz o le dejó profunda cicatriz en el rostro. Al lado de los chingos también se movieron en los terrenos de las guerras civiles los tuertos, como el caso del doctor y general Roberto Vargas, quien ocupara altos cargos en la administración pública, conocido como el Tuerto Vargas. Lo cierto es que en el cuerpo de Venezuela se metieron, enfermedad muy grave, los caudillos, todos de charreteras, machetes, espadones y chopos, identificados, uno como   tigre, el caso del general Joaquín Crespo   y otro bagre, Juan Vicente Gómez.

Jesús María Sánchez. Los Teques. 28012017.

sanchezjesusmaria@hotmail.com

Joaquín Crespo y su esposa Jacinta Parejo de Crespo, mantuvo a su lado al tristemente célebre Telmo Romero, adivino, encantador de serpientes, convertido en una especie de consejero de alto nivel.

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