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“Siento que soy un sembrador de alegría”

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Karines Sabino

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Un cargamento de entusiasmo, fervor y mucha buena vibra. Así es el padre Jhonfer Camacho, un joven petareño que a punta de constancia, vocación y simpatía ha logrado calar profundamente en el corazón de la comunidad católica, sobre todo después de asumir en marzo de 2014 el Vicerrectorado del Santuario de Betania.

“Soy el único hijo varón de mis padres, tengo dos hermanas mayores y una menor. Nací y me crié en Petare hasta los 14 años, cuando me fui a vivir a Santa Lucía con mis abuelos a un pueblito llamado Siquire, ni mi familia ni yo éramos católicos practicantes”.

Delineando la deslumbrante sonrisa que lo caracteriza, narró que cuando tenía 11 añitos tomó la iniciativa de conversar con el sacerdote de su comunidad para que lo bautizara, en virtud de que muchos de sus compañeros tenían ese sacramento; a lo que el párroco respondió que debía primero plantearlo a sus padres y luego acudir a la iglesia para concretarlo.

“Recuerdo que le dije que yo era responsable de esa decisión, se lo pedí con tanto amor que accedió, él comprendió que yo necesitaba ese acercamiento con Dios. Aún conservo en mi memoria la reminiscencia intacta de cuando el agua bendita cayó sobre mí al momento de manifestar con emoción que quería convertirme en cristiano; ese fue mi primer llamado”.

Tres años después, aseguró haber experimentado una vez más la presencia de nuestro Señor en su vida; sintió, de acuerdo con sus propias palabras, que necesitaba llenar un vacío interno. “Lo que sentí no sé cómo explicarlo, solo sé que fue algo muy parecido al enamoramiento. Fui a un retiro espiritual donde al comprender que Dios murió por mí, me pregunté qué estaba haciendo yo por él, sentí en mi alma la necesidad de una respuesta a eso porque lo que él hizo fue inmensamente grande”.

Explicó que tras ese segundo llamado, llegaron a Siquire unos misioneros, entre ellos el recordado y muy querido padre tequeño Juan José Martínez, quien acompañado de una gran cantidad de jóvenes, evangelizaba con mucha alegría y fe por todo el lugar. Toda esa gran movida terminó de convencer a Jhonfer de seguir ese camino que ellos le estaban mostrando, en el que conoció a través de ese genuino entusiasmo el rostro alegre de la Iglesia.

“Una vez que terminé el liceo a los 17 años, me fui al seminario, estuve a disposición de la orden de los franciscanos, simultáneamente estudiaba en la UCAB mis primeros años de Filosofía. Eso fue un gran escándalo para mi familia, aunque ellos no se opusieron del todo, me decían que estaba equivocado por iluso, creyeron hasta que me desencantaría; este no ha sido un camino fácil, la vocación es un camino incierto como la fe que es la noche oscura que ilumina el alma”.

Atravesando la encrucijada

Pero no todo fue miel sobre hojuelas. Llegó un momento en el que su vocación pasó por un proceso de purificación, así como el oro lo hace en el fuego. “En un momento de mi vida, sentí que ese amor se fue apagando. Me preguntaba si de verdad Dios me estaba llamando porque había perdido esa ilusión primera, fue una prueba diría yo, al fin y al cabo todo lo que es bello, grande y bueno, siempre nos cuesta, y por más duro que sea, termina siendo lo que más nos satisface”.

Fue entonces cuando decidió pausar su formación, solicitó un permiso a los franciscanos y decidió retirarse en busca de oración y tranquilidad. “Necesitaba un tiempo para mí, quería discernir lo que Dios me estaba pidiendo. Me fui a Los Andes y allá saqué una licencia en Educación con mención Filosofía, fundé la pastoral universitaria de la institución y estuve de lleno trabajando para ello, al tiempo que impartía clases de religión en dos colegios”.

Durante ese período, el padre Jhonfer recibió una señal muy clara en el 2009. Juan José, con quien había creado una gran amistad, falleció, y eso representó un muy duro golpe para él y por supuesto para la comunidad cristiana.

Aseveró que tras ver a tanta gente desconsolada, jóvenes deshechos por la triste noticia, sintió que debía orientar a toda esa población y que ese era su camino.

“El dolor de mi pueblo me llevó a tomar la gran decisión, eran como un rebaño de ovejas sin pastor y yo asumí ese rol. Renuncié en Los Andes y me puse a disposición del obispo de Los Teques, Freddy Fuenmayor; me enviaron al seminario de Valencia, allá debí superar muchas pruebas, la más dura en la que casi desistí de seguir adelante, me refugié en la imagen de Cristo crucificado y encontré consuelo”.

Pasos agigantados

El período teológico duró cuatro años, presentó su tesis que resultó con mención Publicación, regresó a nuestra ciudad y lo ordenaron como sacerdote el 21 de diciembre de 2013 en la Catedral San Felipe Neri. Una vez que se puso de nuevo a las órdenes del obispo, fue asignado a la iglesia San José Obrero y lo ordenaron diácono.

“De un momento a otro, decidieron que debía venirme a Betania, me costó mucho despegarme de la iglesia de El Barbecho. Me recibió el padre Otty y me instruyó inigualablemente. Apenas llegué me hizo entrega de todo y salió jubilado. Fue una sorpresa para mí asumir el Vicerrectorado del Santuario, para muchos lo fue, tomando en cuenta mi juventud; jamás pregunté por qué me eligieron, pero aquí estoy”.

Hace dos años, el padre Jhonfer junto a su equipo de trabajo fundó la Comunidad Betania, que reúne a un grupo de personas que realizan su labor pastoral en el Santuario. “Lo principal ha sido el trabajo de caridad, emprendemos con mucha frecuencia una serie de campañas para favorecer a los más desasistidos en los sectores cercanos. Nos encargamos de transmitir entusiasmo y esperanza, siento que soy un sembrador de alegría; el llamado del Papa Francisco es muy claro, nuestras eucaristías tienen que ser celebraciones alegres porque festejamos a Jesucristo resucitado”.

Actualmente, a sus 32 años de edad, es el único sacerdote nativo de Petare e incluso salido de Santa Lucía; está cursando estudios de Teología Bíblica en la UCAB, su título de Magíster saldrá prontamente por la Pontificia Salesiana de Roma.

Aprovechó la oportunidad para hacer un llamado a la reconciliación, como lo hizo la Virgen María cuando apareció hace 40 años bajo la advocación de Betania. “Ella se presentó en estas tierras como la Virgen Reconciliadora, nos invitaba a no estar peleados, hay que buscar la unión, ese mensaje debemos tenerlo presente hoy más que nunca”./ac

 

 (Alexander Offerman)

*Con 32 años de edad, es el vicerrector del Santuario de Betania

MARIBEL SÁNCHEZ

 

 

 

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