El presidente brasileño, Michel Temer, sigue buscando desesperadamente balones de oxígeno con los que capear la crisis política en la que lleva instalado las últimas semanas. Hoy ha anunciado que sustituye al ministro de Justicia, Osmar Serraglio, un político profesional sin ninguna influencia en el mundo judicial, por Torquato Jardim, quien ocupaba el cargo en Transparencia. En un comunicado el Gobierno se limita solamente a agradecer a Serraglio por su servicio y anuncia que seguirá dedicándose a hacer otras cosas “por el bien de Brasil”.
No hay en Brasilia pocos observadores que estén imaginando si habrá o no una relación entre estos dos hechos, el juicio inminente y el hecho de Jardim fuera en su día parte del Tribunal. Mientras, según fuentes de Brasilia, el Gobierno está buscando un premio de consolación que darle a Serraglio, incluso el que vaya a parar a la cartera de Transparencia que acaba de quedar disponible. De momento, Serraglio, diputado por el Partido del Movimiento Democrático Brasileño (PMDB), volverá al Congreso a recuperar su plaza (ésta se encontraba desierta porque su sustituto, un exasesor del presidente Temer, había sido acusado de aceptar sobornos).
Si se tratase solamente de un gesto sin mayor simbólico, también tendría sentido en lo que se ha convertido el mundo Temer. El presidente está aprovechando esos diez días que le separan de ese juicio con todos los titulares posibles: el jueves compareció para anunciar sus últimos logros gestionando la crisis económica que vive el país. Hoy, el diario Folha de S.Paulo publica una columna escrita por el mandatario en la que repasa su agenda para los próximos días, recordando que él está intentando trabajar por el país.