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Balto, el perrito de la eterna sonrisa

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Un tumor fue deteriorando su cuerpo

A casi dos meses de la partida de Balto, los miembros de la Fundación Amigos Protectores de los Animales (Famproa) mantienen vivo su recuerdo con el sabor agridulce entre la tristeza de la pérdida y la alegría de las vivencias compartidas con el perro mestizo color blanco que, con su energía y su sonrisa eterna, cautivó los corazones de quienes lo conocieron.

“Llegó hace como tres años, nos reportaron un perro con una gusanera en El Trigrito, Lagunetica, al final lo trajimos y tenía la mitad de la cara toda comida por gusanos, lo limpiamos, lo curamos, le pasamos las fotos al veterinario y nos indicaron lo que había que hacer. Estuvimos como 15 días haciéndole las curas”, relató a María Arteaga, presidenta de la fundación.

Antes de ser rescatado, Balto tenía una familia, “en una pelea por una perra en celo le rompieron la cara y como no fue curado se le hizo la miasis, que tampoco le curaron”, posterior al rescate nunca se supo de sus anteriores dueños, “ni se enteraron de quién se lo llevo”.

Desde que fue acogido, el canino se mostraba manso y se dejaba curar la herida, tiempo durante el que permaneció aislado hasta su recuperación, “la herida se fue secando, fue agarrando carnita”.

Las heridas de gusano al ser tratadas suelen cicatrizar con rapidez, sin embargo, el caso de este can fue particular al tratarse de la cara, “tenía todo cicatrizado, pero le quedó abierta la parte de los labios en el lado izquierdo de la boca, no se regeneró porque ahí sí perdió bastante piel”.

Los miembros de la organización debían permanecer alertas, para limpiar el área que no se recuperó por completo para evitar en lo posible que los gusanos atentarán nuevamente con el cuerpo del perro.

En 2022 Balto fue sometido a una cirugía a fin de cerrar e injertar material para cubrir la parte afectada, “se le hizo la primera cirugía y nos lo trajimos a la casa, pero el se puso a pelear y la cirugía se perdió. Pasó mucho tiempo entre una cirugía y otra, a inicios de año lo llevamos a sacarle las muelas porque tenía las encías muy débiles el doctor vio una pepita”.

Fue feliz y estuvo acompañado hasta el final

“A los dos meses nos damos cuenta de que tenía un tumor del lado derecho entre la encía y el cielo de la boca, esos tumores son súper agresivos y no se pueden operar. Nos dijeron que le diéramos calidad de vida y que el perro nos avisaría cuando ya no pudiera más. El comía, peleaba, echaba broma, pero su cuerpo fue deteriorándose, cuando le dolía dejaba de comer, hubo un momento en que le sangró muchísimo y a partir de ahí fue en picada”, contó Arteaga. Ella lo llamaba con mucho cariño Baltolomeo. Aunque no era muy presto a jugar, siempre se le veía persiguiendo a Pando y Tomy, quienes permanecen en el refugio.

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