Cuando la policía le preguntó si había visto al hombre de la foto que le mostraban, Frank Freshwaters supo que ese era el final de sus 56 años huyendo.
Freshwaters, de 79 años, de barba blanca y cola de caballo gris, tenía delante el retrato de la ficha policial de un joven de 23 años que miraba desafiante a la cámara: su propia imagen.
“Dijo que no lo había visto en mucho tiempo”, relata el mayor Tod Goodyear de la oficina del alguacil del condado de Brevard, en el centro de Florida. “Luego básicamente lo reconoció y dijo: ‘Me tienes’”. Agentes federales y estatales lo habían confrontado con una vieja foto justo cuando se bajaba de su motorhome en Melbourne.
Llevaban una semana vigilándolo. Aunque vivía como William Harlod Cox, los oficiales sabían perfectamente cuál era su verdadera identidad. Eso, gracias a una trampa que le habían tendido para que firmara una documentación y así obtener sus huellas dactilares.
Freshwaters había sido condenado por haber matado a un peatón en 1957. Su sentencia inicial, de 20 años de cárcel, había sido suspendida. Sin embargo, violó los términos de su libertad condicional al sacarse una licencia de conducir.
Entonces fue ingresado en el Reformatorio Estatal de Ohio y luego en un centro de mínima seguridad de donde se escapó en 1959. Los 56 años prófugo solo se vieron brevemente interrumpidos en 1975, cuando fue detenido en West Virginia.
La detención fue posible gracias al trabajo de un oficial federal al que ese año le encargaron los “casos fríos”. Las pistas que consiguió lo llevaron a Florida y allí efectivamente estaba Freshwaters.
Pero entonces, el gobernador rehusó enviarlo a Ohio, así que fue liberado y volvió a desaparecer. Esta vez parece haber tenido menos suerte pues ya está encarcelado sin posibilidad de fianza por su condición de fugitivo interestatal.