El artista expones sus “Apuntes abstractos” en Beatriz Gil Galería.
¿Está agotado el canon de la abstracción geométrica en Venezuela? ¿Es posible que los artistas se sigan expresando a través de él? Para un creador como Adrián Pujol, quien halló en la pintura un modo de aproximarse y aprehender su entorno, estas dudas que crecieron en su interior con cada exposición que visitó desde su arribo al país en 1974, no sólo lo llevaron a emprender una investigación completa al respecto sino que, con un entusiasmo renovado, permitieron que su pincel irrumpiera en este territorio de la plástica, con el que había convivido, hasta ahora, desde la distancia.
A partir de este domingo, Pujol presentará por primera vez el que ha sido su reciente acercamiento a la abstracción, un discurso visual del que se apropia luego de haberse dedicado durante al menos dos décadas a la representación del paisaje.
En la exposición Adrián Pujol. Apuntes abstractos, en Beatriz Gil Galería, de Las Mercedes, el artista exhibe pinturas nacidas de dos motivos disímiles: su acercamiento a la modernidad encarnada en la Quinta Villa Planchart (El Cerrito), y los dibujos realizados por él mientras hablaba por teléfono desde 1997.
De acuerdo con Pujol, el legado de abstracción en Venezuela, cimentado en la pureza de Piet Mondrian desde la década de 1950, fue ya tantas veces realizado y revisado que, a fuerza de años corridos, sólo les queda a quienes tienen fe, como él, en su lenguaje entablar al respecto infinitas conjeturas. Tomarlo. Enfrentarlo. Reinterpretarlo desde cada individualidad creativa.
“65 años después de su auge, la abstracción geométrica ya es un clásico, una estética establecida. He visto que quienes hoy la utilizan no lo hacen como una copia o repetición, sino que responden a la evolución del canon, con elementos en común, y por eso inventé llamarlos ‘Los Coincidentes’, un término que ya había usado (Claudio) Perna, pero que yo abordo de otro modo. En sus obras se aprecia un vínculo afectivo con la corriente, y es que en Venezuela ese vínculo está en todos lados, en la audiencia, en los artistas… todos somos la herencia de (Jesús) Soto, de (Carlos) Cruz-Diez, de (Alejandro) Otero o de Gego”, declara Pujol.
Nacido en Palma de Mallorca, España, en 1948, Pujol asegura que no fue hasta su visita en 2006 a El Cerrito cuando se sintió por primera vez, también, tocado afectivamente por la estética moderna venezolana. En esa ocasión, había sido convocado para pintar desde allí el paisaje de El Ávila; pero él escogió también, atento a la representación de su entorno, abordar detalles internos de la vivienda. Así, sus visiones de los techos, las paredes y parte del mobiliario se transformaron con su pincel en obras abstractas al óleo, donde la disposición de los elementos pueden evocar, aún sin que fuera su intención primaria, paisajes.
Tras ese primer paso, Pujol apostó por revisar los cuatro cuadernos en los que atesoraba sus Dibujos hablando por teléfono. De estos archivos, expuestos en la sala, escogió una treintena de creaciones que llevó a la pintura y que ahora se exhiben como unidades contenedoras de su subconsciente.
Pujol ya vivió en sus inicios la experiencia de cambiar su discurso estético, cuando se decantó por el paisaje que ahora abandona. Asegura que este nuevo giro en su pintura no es tanto un reto doloroso como sí un motivo de alegría. “Si no te mueves, te mueres. Estoy sinceramente emocionado”.