La experimentada maestra Rosa Oviedo no piensa en el retiro voluntario
“Si volviera a nacer, sería de nuevo maestra”. Así lo manifestó Rosa Oviedo de Gil, fundadora y actual directora del colegio María Teresa de Nezer, ubicado en la vía hacia El Rincón. Esta noble y dulce dama tiene 60 años de trayectoria en la docencia, que ha ejercido desde siempre en su Los Teques natal.
A sus 81 años, con perfecta lucidez y simpatía, señaló que le place ser de la vieja guardia. “A mí no me importa que me llamen maestra, aunque a veces pretendan denigrar ese rol, yo me formé como las buenas y lo digo con orgullo porque para cada quien llegar a ser lo que es debió haber pasado por nuestras manos; la única profesión que forma las demás profesiones es la del maestro”.
Nacida en la calle Miquilén y radicada hoy día en la Junín, Rosa Emilia es la segunda de cinco hermanos. Hizo estudios primarios en la escuela Jesús María Sifontes, dirigida entonces por la profesora María Teresa de Nezer. “Yo la admiraba muchísimo y por eso le coloqué su nombre al colegio que fundé hace 35 años”. Luego estudió para maestra normalista en la Eulalia Buroz y se graduó en 1952.
“Al culminar mis estudios estuve por tres meses en el Instituto Preorientación, que quedaba donde hoy funciona el Sepinami. De allí me fui a la escuela Luis Correa hasta 1959 y de inmediato pasé al Grupo Escolar República del Paraguay. En ese entonces el director era Ramón Pompilio Román, yo me desempeñé como maestra de tercer grado hasta 1978, cuando me ascendieron a subdirectora, en 1986 me nombraron directora hasta el 16 de enero de 1995, cuando me jubilaron”.
Entre los memorables recuerdos que mantiene, relató que de niña sintió mucho cariño, respeto y admiración por Perla Ettegui, quien fue su maestra de primer grado. “Yo la imitaba muchísimo, como siempre usaba lentes yo me inventé unos de alambre para parecerme a ella; lo que más me gustaba era el profesionalismo con que desempeñaba su labor y la entrega afectuosa para con sus muchachos, así también era la señora Nezer y yo quería copiar el modelo de trabajo de ambas”.
Manifestó firmemente convencida que la educación ha venido en un acelerado retroceso, ya que todo pretende solucionarse a nivel de capacitación con una computadora. “La gente necesita la presencia, el intercambio de ideas, asesoría y contacto. Antes todo era más metódico, se hacían seguimientos y se tomaba muy en cuenta la valoración del docente para la elaboración de los programas educativos”.
Pero más allá de su labor como docente en aula, la maestra Rosa también ha desarrollado una amplísima trayectoria como catequista. “Todavía preparo los jueves en la tarde a muchachos para que hagan la primera comunión y confirmación, no solo a los alumnos del Nezer sino otros que vienen del Paraguay, la Sifontes, del Manuel Díaz Rodríguez e inclusive de Carrizal y otros colegios; en ocasiones tengo hasta 70 jovencitos aquí”.
Crecida ante la adversidad
Rosa había soñado siempre con tener su propia escuela. Un nefasto episodio marcó su vida hace 40 años. En 1976 su hijo mayor falleció en un accidente aéreo donde perdieron la vida los integrantes del Orfeón Universitario. “El inmenso dolor de aquel momento quise intentar minimizarlo a punta de mucho trabajo, no quería tener tiempo para pensar, era insoportable la idea de perder a un joven tan entusiasta, profesional y soñador”.
Fue así como en 1981 esa idea se cristalizó: fundó junto a otras tres personas y casi ningún capital el colegio María Teresa de Nezer, con apenas veinte alumnos. Para la fecha, iniciaron actividades en una modesta quinta ubicada en La Macarena, pero el crecimiento de la institución fue tan progresivo que debieron mudarse en 1983 a la sede donde actualmente funcionan, justo donde mucho antes quedaba el Colegio de Abogados.
“Recuerdo que para la fecha yo estaba como directora en el Paraguay, por ende no podía hacer lo propio en mi colegio, así que designé a una excelente profesional para que ocupara el cargo. Cuando me jubilaron fue que vine a ejercer el rol directivo aquí, no obstante, aún imparto clases de Castellano a los alumnos de bachillerato porque amo lo que hago, jamás podría pensar en un retiro voluntario, ejerceré la docencia hasta que Dios me lo permita”.
Consejo de oro
Entre las mayores satisfacciones que le han dejado estos 60 años de experiencia educativa, señaló que lo que más disfruta es el contacto con sus muchachos. “Muchos de ellos me llaman con cariño abuela, he visto crecer varias generaciones y formarse como grandes profesionales; los hijos de mis alumnos hoy día están bajo mi enseñanza y hasta tengo colegas a los que algún día les dí clases, es muy bonito y gratificante todo eso para mí, por eso nunca me cansaré”.
De acuerdo con el criterio de esta sabia docente, el secreto para ser un buen educador es poseer verdadera vocación. “Yo sé que la plata hace falta, pero eso no lo es todo porque lo más importante es tener conciencia y ser responsable por la formación de otro ser. A los maestros de hoy no les gusta explicar, todo es copiar; prefieren atiborrar a los muchachos de tareas y más tareas sin incentivarles a la lectura, sin orientarles sobre cómo deben hacer las cosas”.
Enfatizó en lo mucho que le preocupa la gran distorsión que existe en las familias modernas. Considera que aunque los chamos tienen biológicamente a sus padres, siguen estando huérfanos, porque estos no se abocan a ocuparse verdaderamente de ellos.
“A veces uno tiene que ocupar el lugar de los representantes y sentarse a hablar con los muchachos, darles el afecto y orientación que no les demuestran en sus hogares; por eso los invito a ejercer su rol, es muy importante que se involucren en la educación y en las necesidades de sus hijos, sean familia y promuevan a cada instante los valores que tanta falta están haciendo”./Maribel Sánchez/ac/Foto: William Sánchez/