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“El cariño de la gente es la mejor paga que uno puede tener”

padre agnelio blanco

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El padre Agnelio es querido y respetado por su inigualable dulzura

En medio de un ambiente colmado de mucha paz y acompañados durante toda la entrevista por “Chispita”, el simpático canino que es la mascota de la Casa Sacerdotal ubicada en Carrizal; fuimos recibidas por el emblemático, muy querido y respetado padre Agnelio Blanco. Un hombre entregado al servicio de Dios, con 59 años de ordenación y 85 de vida; quien ocupó buena parte de su existencia a la ciudad de Los Teques.

Fundador de la parroquia San José Obrero, de El Barbecho; párroco por muchos años de la Catedral de Los Teques, defensor incansable de los derechos de los más desasistidos y protector permanente de la desconsolada alma de los enfermos; así es el padre Agnelio, un servidor colmado de ternura, simpatía y apacibilidad que con mucha humildad ha calado en el corazón de todo el que tiene la dicha de conocerlo.

“Fui el primer sacerdote que se ordenó en la pequeña isla de Pino, a la que después le cambiaron el nombre a isla de la Juventud, perteneciente a La Habana, allí crecí. Me alegra haber dedicado toda mi vida, desde muy joven, al servicio de Dios y de las comunidades. Nosotros éramos cinco hermanos, yo el número cuatro de ellos, mi familia fue católica pero no practicante, solo teníamos cada uno el bautizo”.

Con el dulce y suave tono de voz que le caracteriza relató que al dejar su campo para irse a la capital, culminó el tercer año de bachillerato. “Tuve algunos maestros muy buenos en la escuela pública, que sí fueron católicos practicantes y siempre me preguntaban el porqué no me apuntaba a alguno de los grupos que allí hacían vida, yo le daba largas al asunto porque no quería comprometerme; pero en mi acto de promoción, no sé explicar el motivo, se me ocurrió decirle a uno de ellos que quería ser sacerdote, lo que les generó una gran alegría y me ayudaron de inmediato para hacer la Primera Comunión e ingresar al seminario”.

Once años de preparación estudiando latín, humanidades, filosofía y teología, fueron suficientes para aprobar el examen ante un experimentado párroco de la localidad, quien tras la entrevista, le dijo que él se convertiría en un buen sacerdote; y vaya que no se equivocó, porque como bien reza el dicho “lo que es del cura va pa´la iglesia” y al padre Agnelio, entre satisfacciones y algunos sinsabores, todo le fue llegando por añadidura.

Inicio de una travesía

“Mi ordenación fue un 20 de abril de 1958, de allí me mandaron a una parroquia como aprendiz para que adquiriera experiencia por unos meses, hasta que en menos de un año comencé a hacer de párroco titular de un pueblo llamado Sumidero de Batabanó. Cuando se dio el triunfo de la revolución y con ella más adelante del comunismo, me llevaron a La Habana”.

Para el momento en que se convirtió en vicario del monseñor Boza Masvidal, comenzó a tener problemas con el Gobierno cubano, hasta el punto que resultaron perseguidos de manera injusta, apresados y exiliados de su país en septiembre de 1961, junto a un centenar de sacerdotes más. Realizaron toda una travesía en barco durante once días, medio alimentados y durmiendo en el suelo hasta que desembarcaron en España.

“Allá, tras algunas vicisitudes, tuve la dicha de fundar una residencia para transeúntes, es decir para aquellos jóvenes que salían de Cuba y pasaban por la Madre Patria con el objetivo de irse a Estados Unidos; allí estuve por tres años y luego por dos en Bélgica. Estando en Europa, establecí contacto con Monseñor Bernal, obispo de Los Teques, me ofreció un lugar acá y junto a otros tres sacerdotes vine a Venezuela, primero llegué a Guatire y luego a esta zona”.

Cuando el padre Agnelio y los otros tres sacerdotes pisaron suelo tequeño, la diócesis les adjudicó un apartamento en El Barbecho y desde allí se hicieron las gestiones pertinentes para fundar junto al obispo y toda la comunidad, la parroquia San José Obrero, en la que él permaneció por 30 años desde 1967. De allí fue enviado como vicario a la Catedral de Los Teques, pero al poco tiempo de su llegada fue designado como párroco de ese templo por cinco años; desde 2013 se encuentra en la Casa Sacerdotal de Carrizal donde eventualmente celebra algunas eucaristías.

Amor genuino

“De los logros más bonitos que he podido tener con todo lo que he hecho hasta ahora, puedo mencionar que aparte de cumplir mi rol evangelizador, el cariño de la gente es la mejor paga que uno puede tener; no puedo pasar desapercibido, estoy bendecido porque a donde quiera que voy, me reconocen y me tienen mucho cariño; todos ellos se han vuelto mi familia, sigo queriendo a mi país de origen pero Venezuela es mi hogar”.

Señaló que simultáneo con su labor en El Barbecho se hizo miembro de la Liga Antituberculosa, al tiempo que realizó varias visitas como capellán del internado judicial de la ciudad, donde por defender los derechos de los privados de libertad, se hizo de varios detractores pertenecientes a la Guardia Nacional, que cometían muchos excesos contra los internos, gracias a eso vivió amargos episodios en los que resultó señalado o involucrado de manera injusta.

“También estuve algún tiempo en El Paso junto al padre Pitta, pero debo decir que mi debilidad fueron siempre las personas enfermas, para mí fue y aún es fundamental brindarles con inmediatez el cariño, sosiego y respeto que merecen”.

Aprovechó la ocasión para extender un llamado al respeto de la feligresía y comunidad en general hacia los sacerdotes y viceversa, “es un consejo que siempre le doy a los nuevos sacerdotes: que siempre tengan buena disposición con la gente, que hagan las cosas con corazón y no por compromiso”./MS/lb/Foto: Alejandra Ávila/

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