Oswaldo Maccio, Héctor Manrique, Caridad Canelón y Gladys Seco son algunos de los artistas que participan actualmente en más de un montaje. Coinciden en que la clave está en no dejarse absorber por la historia
Ser otro no es sencillo (tampoco lo es ser uno mismo), aunque solo sea por un momento. Ajustarse en el traje de alguien más es cuerpo, emoción y energía. Y en este proceso el intérprete no debe caer en la peligrosa tentación de convertirse definitivamente en ese que no es.
El actor debe, a veces, compartir su tiempo con más de un personaje. Cuando esto sucede no se puede permitir la contaminación de textos o psiques, tampoco llevarse la ficción a la casa. En la actual temporada son varios los artistas que tienen la experiencia de participar en más de un montaje.
Resistencia
Gladys Seco se está estrenando en eso de compartir los tiempos de los personajes. Siempre había sido muy cuidadosa de no hacerlo, prefería un proceso a la vez. Pero se presentó la oportunidad y no la dejó ir. Es Carolina en Ni que nos vayamos nos podemos ir y la reina Margarita en Los huesos de Shakespeare.
“Yo siento mucho temor de que se perjudique. No quiero que el nivel de cada personaje pierda brillo o intensidad por estarlo compartiendo. Y en esto partimos de que el actor trabaja con su instrumento: el cuerpo y la voz. Los huesos de Shakespeare implica una exigencia física y el exceso te pasa factura. Pero lo haces con la mejor disposición; uno mentalmente se prepara para asumir las dos cosas y estableces una disciplina. Hago ejercicios profundos de respiración, estiramiento. Los domingos el tiempo entre un montaje y otro es más corto, así que es más ajetreado el cambio. Pero he podido diferenciar entre un personaje y otro, no se han contaminado”.
Ritmo
Oswaldo Maccio comparte su tiempo entre dos comedias: Reina pepeada y Se hunde el barco mi querido capitán. Con esto lo más importante es sostener el ritmo: estar despierto con la respuesta en la punta de la lengua para no perder el chiste. “Creo que no estoy en el terreno de hablarte sobre cómo uno separa dos personajes, no creo en eso. El actor es actor y hace eso y ya; se pone una cosa y se la quita y se pone otra. Porque esa idea del personaje del que no te puedes desprender me parece una grandísima estupidez. El personaje existe es en el espectador. Al final uno durante unos ensayos somete a prueba una forma de relacionarse. Uno no construye el personaje, este se construye de las reacciones que tiene frente a sus compañeros, imaginando que está en la situación de la ficción. El director ve con qué se queda de eso, tú tienes una mejor aproximación en unas pruebas que en otras, vas seleccionando, profundizando y al final tienes un tejido de relaciones en unas circunstancias imaginadas”.
Maccio asegura que la mayor exigencia es física: “Lo complicado es sostener ambas obras con el nivel de agotamiento. El trabajo de actor se basa también en descansar”.
El camerino
Hacer dos personajes en una misma temporada teatral no es algo sencillo para Caridad Canelón, sobre todo si una de las obras aún es nueva y ella está en el proceso de descubrir a ese ser que interpreta. Pero dice que es absolutamente divertido.
Es Elvira en Ni que nos vayamos nos podemos ir, cuya quinta edición se presenta en la Sala La Viga del Centro Cultural Chacao. Pero también es Casilda en Reina pepeada, que lleva tres semanas de funciones en el Centro Cultural BOD. Ambas son madres. “A Elvira ya la conozco, incluso he ido buscándole más cosas, le he descubierto otras con el tiempo, sobre todo tonos, distintas maneras de decir lo mismo. A Casilda apenas la estoy conociendo. Tengo que entender por qué dice las cosas para que al espectador le resulte verdadero. Esto es algo muy retador y de eso se trata mi trabajo. Más allá de la situación económica que nos obliga a hacer varias cosas al mismo tiempo para poder ir al mercado y pagar el condominio, más allá de eso, es lo que más me gusta hacer”, cuenta.
Canelón trabaja además un tercer personaje: el de la obra Los notables cuya lectura dramatizada fue ayer en la SalaLuisela Díaz del Caracas Theater Club. El dinero recaudado es a beneficio de Roberto Lamarca, que atraviesa por un delicado estado de salud. “Yo no me llevo los personajes conmigo, los dejo colgados en el camerino. Después del aplauso, respiro y comienzo a ser yo. Además, medito todos los días y antes de cada función digo una oración”.
La casa
A Héctor Manrique esta situación le recuerda la película británica The Dresser (El vestidor), producida y dirigida por Peter Yates. El filme retrata a un actor shakesperiano y su ayudante, ambos apasionados del teatro cuya entrega a la profesión cae casi en el delirio. “Cuando yo trabajo la piel de un personaje no me llevo eso para mi casa. Uno puede que trabaje cosas, que practique 24 horas la forma de hablar o de caminar que utilice en el proceso de creación; pero cuando termino la función me desmaquillo, me baño y me voy. Y eso quedó ahí. Cuando el personaje se come al actor me parece lastimoso. El intérprete es fundamentalmente un cuerpo. Yo al terminar la función me voy a estar con mis hijas, en la cotidianidad de la familia, porque esa es la vida. Hay que cuidarse, entender que uno tiene una vida como persona, como ciudadano”, cuenta quien protagoniza Sangre en el diván y escenifica a Pío Miranda en El día que me quieras, ambas en la cartelera del Trasnocho Cultural.
Ni que nos vayamos nos podemos ir
Sala La Viga, Centro Cultural Chacao
Funciones: sábado y domingo, 4:00 pm
Entrada: 1.818 bolívares
Sangre en el diván
Trasnocho Cultural, Paseo Las Mercedes
Funciones: jueves, 7:00 pm
Entrada: 3.850 bolívares
El día que me quieras
Trasnocho Cultural, Paseo Las Mercedes
Funciones: de viernes a domingo, 6:00 pm
Entrada: 3.850 bolívares
Reina pepeada
Centro Cultural BOD
Funciones: de miércoles a viernes, 7:00 pm
Entrada: 8.400 bolívares
Fuente: El Nacional.