La crisis sigue planteada en términos de un peligroso juego de guerra. Ambos actores se acercan cada vez más al precipicio sin abandonar la carrera y sin temor de caer al vacío. Diálogo no habrá, pues de parte de los EEUU ya se aprobó la hoja de ruta Guaidó. Fin de la “usurpación”, gobierno de transición y elecciones.
De parte de Maduro no puede haber diálogo en las condiciones impuestas, pues sencillamente, nadie negocia su muerte, como única salida. Por otra parte la tan cacareada invasión ya hemos agotado el tema para argumentar lo improbable de dicha acción, salvo que Miraflores cruce la raya de faul..
¿Entonces a qué juegan, si ambos saben que en esta charada, nadie puede adivinar y/o predecir, cuál será el resultado de la expectativa que tiene en vilo al mundo? Todos esperan la resolución del conflicto. Ambas posiciones están utilizando el tiempo como arma estratégica.
Solo que en esta partida no hay límite de tiempo, ni descalificación, como en la vieja lucha libre ¿Por quién terminará inclinando la balanza el reloj? La acción norteamericana, ha adoptado las sanciones económicas, estrangulando el pase de sangre, al cerebro financiero del gobierno, y esa situación, apuesta a colapsar la gestión de Maduro. Frente al hambre desbordada cualquier cosa puede pasar internamente. Por otra parte, a los gringos, eso no le está costando, sino unos granos de maní. Pueden esperar latiendo en las fronteras con su campaña disuasiva, a punta de Twiter.
Desde luego, ese cálculo, termina siendo infinitesimal, por cuanto la débil raya que separa la esperanza y el desaliento, se franquea con tal sutilidad, que nadie se percatará, al momento en que sucede. Cuando se fatigue la esperanza, el decaimiento del ánimo, enfriará el apoyo a Guaidó. Es él quien tiene que ofertar, prometer y cumplir.
En ese proceso el desgaste por incumplir lo apagará. Mientras que Maduro solo tiene que defender la plaza resistiendo y con mucha suerte, los astros podrán alinearse a su favor.