En las elecciones de concejales el 9 de diciembre próximo, la abstención va a ser aplastante. Por sobradas razones de participación histórica la contienda para elegir concejales, va de último en el interés democrático por elegir estos representantes.
Jerárquicamente se disponen de la siguiente manera: Presidenciales, Asamblea Nacional, gobernadores, alcaldes y concejales. Para ser francos pensamos que además de este primer argumento, la letanía de puntos que representan un fastidio para el elector, tanto chavista como opositor o “ni ni”, no despiertan el interés para asistir a dicho evento.
Por supuesto que ante esta perspectiva el chavismo arrasará con los puestos a concejal. Seguirá consolidando el terreno árido de unas elecciones, desérticas. Siendo optimistas, la asistencia a las urnas rayará el 15% a lo sumo. Vencerásin obstáculos, pero condenado a un triunfo sin gloria. Sin batalla de Santa Inés, ni el espíritu épico de Zamora, cuyo fantasma enfrentará su sombra.
La almendra del asunto consiste en determinar a ciencia cierta, aún a sabiendas de quesiendo imposible ganar sin que otro pierda, lo importante de esa fecha es saber quién realmente ganará, ya que a nuestro juicio el resultado seguirá siendo el mismo, o peor, que el del 20 de mayo cuando se reeligió Maduro.
La lectura del resultado será: “abstención en grado de apatía, pero en esta oportunidad cruzando la raya hacia un estado de anomia”. Esta foto nos dejará desnudos ante el mundo, dada la evidente ausencia de liderazgo que solo representa minorías muy venidas a menos.
Esta elección, con ese posible e hipotético resultado, y en el umbral finito del primer mandato de Maduro, escoltado por el desgaste de la guerra económica, hay quienes se confiesan pesimistas, y no les falta razón, porque este gobierno no parece procurar que cambie el viento. Los optimistas esperan que con el favor del dios Eolo, el viento cambie. Mientras los realistas, comienzan a ajustar las velas, ante la evidencia de tiempos huracanados.