Para bien o para mal, Huawei está en la encrucijada. El mayor fabricante de redes de fibra y 5G y el tercero de móviles del mundo se enfrenta a la acusación (no probada) de EE UU de usar su tecnología como instrumento colateral para el espionaje al servicio del Gobierno chino. El fabricante lo niega y quiere lavar su imagen, demostrando que esa inculpación solo es fruto de la envidia de sus rivales que no pueden hacer frente a su eficiencia tecnológica. En París, hoy desplegó todo el lujo posible para la presentación estelar del Huawei P30, empecinado en rodear de glamour su nuevo móvil estrella llamado a competir en la gama alta (la de los dispositivos que valen más de 1.000 euros) con losSamsung Galaxy o los iPhone X. Pero pese a ese despliegue, el P30 en su versión Pro –la más cara y completa- presenta muy pocas novedades sobre los anteriores modelos (Huawei P20 y menos aún sobre el magnífico Mate 20), y tampoco sobresale sobre los últimos lanzamientos de Samsung (Galaxy S10) o Apple (iPhone XS y su sucesor a la espera).
En su versión más cara, el Huawei P30 Pro solo incorpora en realidad una cuarta cámara más, un zoom de diez aumentos y la posibilidad de grabar con dos cámaras de vídeo delantera y trasera simultáneamente. Y ahí paran las novedades: el diseño es el mismo, con el maldito lunar o notch inventado por Apple para esconder la cámara frontal; procesador de la casa (Kirin 980) es el de 2018, y el lector de huellas bajo la pantalla ya es estándar en casi todas las marcas (Samsung al menos lo hizo ultrasónico 3D). Que juzgue el consumidor si merece la pena gastarse casi 400 euros más en este P30 en lugar de adquirir el Mate 20, que seguramente caerá por debajo de los 600 euros tras este lanzamiento.
El País /