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Ellas superaron la violencia y lograron empoderarse

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Maribel Sánchez

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Tres mujeres cuentan la pesadilla que vivieron junto a sus parejas

El proceso de sanación y posterior empoderamiento de quienes han sido víctimas de violencia de género, trae a colación la metáfora “De oruga a mariposa”, donde la primera representa la etapa de la víctima, atrapada en un ciclo de violencia; mientras que, la mariposa simboliza la libertad, resiliencia y recuperación que se logra a través de un proceso interno.

A propósito del Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, que se conmemora este 25 de noviembre, tres valientes féminas cuentan a Avance sus historias, con la intención de inspirar a todas aquellas que enfrentan un amargo ciclo violento con quienes creyeron que serían “el amor de sus vidas”.

Para proteger la privacidad de las entrevistadas, emplearemos nombres ficticios en historias 100% veraces.

“El calvario” de Susy

Susana tiene 41 años, madre soltera de dos jóvenes de 18 y 20 años de edad, trabajadora independiente y estudiante universitario en la carrera de Psicología. Ella, tras un matrimonio fallido debió enfrentarse a la vida sola con su bebé de tres meses y su hija de un año.

“Después de un buen tiempo tuve un novio que terminé botando porque menospreció a mis hijos. Estuve siete años sola, conocí a ´Calvario´, que se desempeñaba como funcionario policial y se rebuscaba con trabajos de barbería”, aseveró.

Iniciaron una relación y al cabo de un año comenzaron a vivir juntos, al poco tiempo comenzó lo que Susy llama “el infierno”, porque él bebía mucho. Manotones, gritos, humillaciones, halones de cabello y más, hicieron parte de la estela de acciones que ´Calvario´ le propinó, bajo la mirada complaciente de la familia de él; al punto que ella debió entregar temporalmente sus hijos al padre biológico.

“Son personas muy malas. Yo fui criada de manera distinta, mantenía al día su ropa, sus comidas, siempre lo atendía y hasta trabajaba. Todo el tiempo pedía perdón, pero volvía una y otra vez, me ofendía constantemente, hasta un cachazo me dio en la cabeza, fueron cuatro terribles años los que pasé a su lado, yo parecía un alma en pena”, relató con la voz entrecortada.

Aferrada a Dios e inspirada en sus hijos decidió poner un alto definitivo y se animó a denunciar hace un año, “gracias al apoyo de la abogada Lilimar y la comisario Arleone, pude sacar algo bueno de lo malo y me di cuenta que yo era fuerte y podía salir adelante. Tengo dos trabajos, estoy estudiando psicología social y hasta me estoy haciendo cargo de tres sobrinos que ahora son como mis hijos. Estoy feliz y me siento plena, soy tremenda mujer”.

Un doble horror

La historia de María inició hace 10 años. Ella es una talentosa deportista que enfrentó la muerte de sus padres cuando tenía 13 años, comenzó a rodar de casa en casa, hasta que cayó en manos inescrupulosas.

Cansada de sufrir se refugió en las fiestas a los 16 años, sin apartarse del deporte y de sus estudios. Conoció a un hombre de 50 años con quien mantuvo relaciones sexuales bajo los efectos del alcohol, quedó embarazada.

“Me las vi complicada, en la calle. Tuve por necesidad que vivir a su lado, para que respondiera por el bebé, hasta que cumplí la mayoría de edad. Cuando me aparté de él, me seguía a todas partes, era horrible su acoso. Me amenazaba con quitarme a mi hijo”, relató.

Con 19 años de edad, María tuvo que hacerse cargo de una hermana con condición especial. El sujeto en cuestión aprovechó un descuido y abusó sexualmente de la joven discapacitada, también la embarazó.

“Mi hijo tiene literalmente un primo-hermano. Ese señor la secuestró junto al bebé, fue cuando acudí al Instituto Regional de la Mujer y gracias a Dios conseguí todo el apoyo necesario para recuperarlos. Tengo sus custodias, pudimos salir de ese círculo de agresiones”, aseveró.

En la actualidad, con 23 años de edad, está a punto de culminar la universidad. Es feliz al lado de su hijo de cinco años. Está enfocada en su carrera, el karate y el fútbol profesional.

La fortaleza de Ana

“Me casé con tan solo 15 años de edad, los primeros años de matrimonio fueron maravillosos, dedicado siempre a nuestros hijos. Su principal problema, el vicio del alcohol y las malas amistades”.

El relato pertenece a Ana, una ama de casa de 58 años de edad, quien vivió una difícil relación junto a un obrero donde los golpes, gritos y ofensas estaban a la orden del día cada vez que al individuo le daba por consumir alcohol.

Juntos procrearon a siete hijos, quienes crecieron presenciando los maltratos a los que ella era sometida, a la par que planchaba y lavaba ropa ajena con tal de conseguir dinero para alimentarlos, dado que eventualmente Jaime lo gastaba en aguardiente.

“Las rabietas que agarraba en la calle buscaba volcarlas hacia mí y los niños en la casa. Yo sabía lo que se venía cada vez que llegaba el viernes, el alcohol lo cegaba. Fueron casi dos décadas de martirio. Lo denunciaba, pero luego me ignoraban porque yo vivía retirando la denuncia por lástima hacia él”, prosiguió entre amargas lágrimas.

Todo cambió en el momento que Ana decidió acudir a un psiquiatra, porque sentía que ya no soportaba más la vida que llevaba; el profesional le aconsejó una separación definitiva a pesar de las adversidades.

“En cuestión de días apareció un ángel en mi camino, es mi actual pareja. Se hizo cargo de mí y terminó de criar a mis hijos. Es un hombre espléndido que me motivó mucho, yo no había desfallecido por mis siete motores (hijos), él me ayudó a ver la luz al final del túnel tan oscuro que atravesé”, comentó

Hoy, con sus hijos adultos y profesionales, es la feliz abuela de 12 niños. Tiene un hogar estable desde el año 2001, sin un ápice de violencia. “Yo sí pude, todas podemos”, finalizó la entrevista.

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