Color amarillento de la piel y los ojos, orina oscura, fatiga extrema, náusea, vómitos y dolor abdominal son algunos de los síntomas de la hepatitis A y B. Dos enfermedades causadas por agentes virales diferentes y con complicaciones distintas, pero que se ubican entre las afecciones de hígado más comunes y delicadas.
Todos los seres humanos están expuestos a ambos virus, aunque su transmisión es de forma muy distinta. Según destaca el doctor Jaime Torres, infectólogo del Instituto de Medicina Tropical de la Universidad Central de Venezuela, la hepatitis A se adquiere por vía oral-fecal. Es decir, por la ingesta de alimentos o líquidos contaminados con material fecal u orina de un individuo infectado.
“El contagio está estrechamente asociado a la ingesta de alimentos preparados por una persona con hepatitis A con malos hábitos higiénicos y al consumo de agua contaminada con el virus (en zonas con condiciones sanitarias pobres). Es importante aclarar que la hepatitis A habitualmente no se contagia por vía salival ni por vía sexual”.
Mientras que la transmisión del virus B resulta de la exposición a sangre infectada o fluidos corporales que contengan sangre. Las formas posibles de transmisión incluyen contacto sexual, transfusión sanguínea, reutilización de agujas o inyectadoras y transmisión vertical de madre a hijo durante el parto.
“Este virus puede transmitirse entre miembros de una familia que comparten el mismo hogar, posiblemente por contacto de secreciones o saliva que contengan el virus con pequeñas heridas en la piel. Sin embargo, al menos el 30% de los casos conocidos de hepatitis B en adultos no pueden asociarse con un factor de riesgo identificable”.
La incidencia de ambas enfermedades también varía. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS) la hepatitis A se presenta esporádicamente y en epidemias en el mundo entero y tiende a reaparecer periódicamente. A nivel mundial, las infecciones sintomáticas nuevas por este virus ascienden aproximadamente a 1,4 millones de casos al año.
La cifra calculada de pacientes infectados en forma aguda o crónica con el virus de la hepatitis B ronda los 2.000 millones. Además cerca de 600.000 individuos mueren cada año como consecuencia de esta última. Las autoridades consideran fundamental la vacunación.