El rey Vajiralongkorn de Tailandia se coronó este sábado con boato en el Gran Palacio Real de Bangkok, lo que consolida el inicio de una nueva época en el país tras la de su padre, el venerado Bhumibol Adulyadej, fallecido en 2016. La ceremonia dejó escenas curiosas como, por ejemplo, ver a todos los súbditos rendir tributo al rey, arrastrándose por el suelo sobre sus rodillas, ya que la tradición marca que nadie puede sobrepasar en altura al monarca, que estaba sentado en su trono.
El monarca, de 66 años, estuvo acompañado en el acto de su esposa, la reina Suthida, una antigua azafata de vuelo y miembro del servicio de seguridad del comandante con la que se desposó y elevó al trono por sorpresa el pasado miércoles, así como de miembros de la familia real, el Gobierno y el Consejo Privado del Rey.
Vajiralongkorn fue purificado con agua sagrada y recibió en el momento álgido la corona dorada, de 7,3 kilogramos y con forma de espiral, que se colocó él mismo, en una ceremonia de inspiración hindú y budista, lo que refleja el sincretismo religioso en Tailandia. Las celebraciones, con un coste estimado de 1.000 millones de bat(27,9 millones de euros), continuarán hasta el lunes con una procesión multitudinaria.
“Protegeremos, conservaremos y continuaremos el reino con virtud y para el beneficio y la felicidad eterna del todo el pueblo”, declaró el rey, las mismas palabras que pronunció su padre cuando fue coronado en 1950.
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