Miles de manifestantes pro democracia desafiaban la lluvia y se volcaban en masa a las calles de Hong Kong, intensificando la presión sobre el gobierno local alineado con Pekín que calificó de ilegal la protesta y aseguró que seguirá adelante con los festejos del Día Nacional de China.
Al cumplirse el sexto día de una campaña masiva decidida a ocupar partes de la ciudad y expresar la ira popular por la decisión del Gobierno chino de limitar las alternativas de los votantes en las elecciones previstas para 2017, había pocas señales de un decaimiento en la energía de los manifestantes.
Esto ocurría pese al temor a que la policía use la fuerza para dispersar a la multitud, que consiguió paralizar grandes áreas de este centro financiero asiático, afectando a todo tipo de negocios, desde bancos a joyerías. Truenos, relámpagos y lluvias torrenciales no fueron capaces de enfriar el ánimo de los manifestantes, que buscaron refugio bajo pasajes techados mientras los policías con impermeables y sombreros miraban pasivamente desde cerca.