Fármacos naturales y ejercicios ayudan a sobrellevar esta etapa
“Padecemos la regla toda nuestra vida y, para colmo, terminamos con la menopausia. ¡Qué injusticia!”
Demasiado radical, quizá, pero expresa a la perfección lo que sienten algunas mujeres cuando llegan a la menopausia. Esta interrupción de la producción de estrógenos por parte de los ovarios no solo significa el fin de la fertilidad, sino que implica múltiples problemas.
Esta transición lleva a la mayoría de mujeres a noches sin dormir, a padecer sofocos y cada día soportar el exceso de sudoración que estos les provocan.
Afortunadamente, los demás no siempre lo perciben, pero ellas sí, y eso es suficiente para que se sientan incómodas. Además, por la falta de descanso, entre otras razones, muchas sufren durante la menopausia fatiga, apatía, incluso cierto estado depresivo. Y para colmo, conlleva muchas veces un aumento de peso e importantes cambios en la figura por el diferente reparto de grasas corporales, con lo que la autoestima puede verse aún más afectada.
No es una enfermedad
¿Pero realmente importa eso? Es un torbellino de malestares que la medicina intenta mitigar, aunque desgraciadamente los terribles efectos secundarios de algunos de los tratamientos que se usan para paliar sus síntomas producen verdaderos escalofríos. Los primeros tratamientos hormonales con los que se intentaban aliviar los trastornos relacionados con la menopausia utilizaban estrógenos conjugados de origen equino.
Es decir, se obtenían nada menos que de orina de yeguas en período de gestación y luego se asociaban a las hormonas sintéticas. Las ventas de estos tratamientos experimentaron una increíble tendencia al alza, pero solo hasta que se descubrieron sus efectos a largo plazo.
Y es que tomar estrógenos sintéticos se asocia con un aumento del 760% del riesgo de padecer cáncer de endometrio (es decir, en el revestimiento uterino) y de 300% en el caso de cáncer de mama.
Ahora sabemos que si aquellas hormonas resultaban tan nocivas era por ser sintéticas, no porque fuesen hormonas. Pero en el momento en que se conocieron aquellas cifras, su reputación quedó dañada casi irreparablemente.
Entonces, ¿hay que huir de todo tipo de terapias hormonales sustitutivas? ¿Qué es lo que se puede hacer para aliviar los trastornos de la menopausia sin riesgos? Mejor empecemos por lo que no se debe hacer bajo ningún concepto.
Las dos cosas que no debe hacer: lo primero a tener en cuenta es que, si decide seguir un tratamiento hormonal, este debe ser natural, jamás sintético.
Lo segundo es entender por qué se debe evitar la toma de hormonas por vía oral, dados sus terribles efectos, especialmente sobre el sistema venoso (provoca graves riesgos cardiovasculares). En comparación con los tratamientos por vía cutánea, en los estrógenos orales el riesgo se duplica, alcanzando el punto máximo durante el primer año que se toman.
Por su parte, la progesterona -otra de las hormonas con las que se trata la menopausia- requiere ser aplicada de una forma más específica.
Hormonoterapia vegetal
Algunas mujeres menopáusicas optan sabiamente por lo natural: dicen “no” a las hormonas de laboratorio y se decantan por la hormonoterapia vegetal, basada en fitoestrógenos, para calmar sus síntomas.
Los fitoestrógenos son compuestos ligados a las hormonas femeninas que producen ciertas plantas, entre ellos las isoflavonas de soja.
Uno de los elementos que ofrece mejores resultados es la vitamina B9. Esta permite hacer desaparecer los sofocos en el 40% de las mujeres pero, también se debe dar preferencia a su forma natural –folinato de calcio-, más que a la sintética -ácido fólico-.
Para aquellas a las que les gusta el zumo de tomate, un fruto con moléculas particularmente interesantes, como por ejemplo el licopeno, hay buenas noticias.
Si el nivel de concentración en sangre de este aumenta, disminuye el estrés oxidativo y el fenómeno de reabsorción ósea. Por lo tanto, podemos decir que el tomate contribuye a luchar contra la osteoporosis, que afecta a muchas menopáusicas.
Perder peso de forma natural
Otro problema derivado es el aumento de peso. Un protocolo a base de melatonina (la hormona del sueño) permite reducir de forma muy significativa la grasa de las mujeres postmenopáusicas, sin cambiar la dieta.
En la medicina china, la introspección terapéutica es una etapa esencial en el camino hacia el bienestar y ayuda a encontrar el equilibrio para llevar mejor esta etapa
¿Comer carne es tan malo como dicen?
Hace meses la Organización Mundial de la Salud (OMS) sembró el pánico al asegurar que la carne procesada (salchichas, jamones, nuggets) es “cancerígena”. Vaya novedad.
Ya en 2010 un equipo de investigadores del Instituto Nacional de Investigación Agronómica de Francia puso en evidencia los mecanismos biológicos que explican por qué entre las personas que comen más embutidos y carnes procesadas se dan más casos de cáncer.
Detrás de esto están dos famosos conservantes: el nitrato de sodio y el nitrito de sodio. Estos aditivos, que se utilizan para prevenir el desarrollo de bacterias como el Clostridium botulinum (responsable del botulismo), también son los que consiguen que el jamón tenga ese color rosado que lo hace tan apetecible, pero el problema surge cuando los conservantes reaccionan con el hierro de la carne y acaban formando unos compuestos tóxicos y cancerígenos.
También la gran cantidad de sal que contiene la carne procesada eleva el riesgo de cáncer del tubo digestivo y empeora los síntomas de otras enfermedades.
Llegado a este punto, en el que queda claro que no conviene abusar de las carnes procesadas y embutidos, puede surgir la duda de por qué la OMS, dentro del informe que ha elaborado sobre la carne y sus riesgos cancerígenos, también ha incluido a la carne roja./ac/