La presencia de Karolina Pliskova, la número uno del mundo desde hace solo un mes, intimida a las rivales. Su 1,86m y su tenis natural arman una oponente arrolladora. Su firmeza y su armonía se toparon ayer, sin embargo, con la furia de Garbiñe Muguruza. La tenista española confirmó su buen momento y despedazó, poco a poco, a la checa, mejor jugadora del planeta, por 6-3 y 6-2 en una hora y 20 minutos. Jugará su primera final en Cincinnati este domingo a partir de las 20.00 (Teledeporte) ante la ganadora de Simona Halep y Sloane Stephens.
Los golpes técnicos, las eternas palancas y la naturalidad de Pliskova duraron solo un juego en el primer set. En pocos puntos, fue Garbiñe la que se plantó en el centro de la pista. Incendió la bola con la derecha y convirtió esa solidez elástica de la número uno en una incómoda incómoda improvisación, siempre con la bola sobre el cuerpo, presionada y obligada a forzar a Muguruza, porque cuando la española pegaba sin esfuerzo, lastimaba y mucho.
Muguruza olió desde el comienzo cierta falta de movilidad en Pliskova y no dudó en pasearla por toda la pista. Después de un larguísimo primer juego, todo fue de Garbiñe, lista para atacar en la red, rápida para contraatacar desde el fondo y confiada para bombardear incluso cuando la bola le quedaba alta, y atrás. Fórmula simple, dos breaks, 6-3 y primer set en 36 minutos para la española.
A medida que aumentaba la gran velocidad de la derecha de Garbiñe, la confianza de Pliskova se hundía en el cemento de Cincinnati. En ese primer parcial, Muguruza dejó en claro su gran momento mental. Su concentración fue máxima. 75% de efectividad con el primer servicio, con el que solo perdió dos puntos, no ofreció oportunidades de break y cometió solo cinco errores no forzados.
Hasta Muguruza admite que le cuestan mucho los primeros partidos de cada torneo. La evolución en ese aspecto es, tal vez, el punto más atractivo y en el que más está creciendo su tenis. El año pasado, Garbiñe ganó un solo torneo: Roland Garros. Este año, uno también: Wimbledon. Las citas grandes la atraen pero la falta de regularidad y algunos problemas físicos la han castigado. Este sábado convidó una exhibición de estabilidad y de seriedad a la hora de encarar el encuentro ante la número uno del mundo. Es cierto, otro desafío, otra comparecencia ante los ojos del mundo tenístico.
Y qué duro está golpeando la bola Garbiñe. Pliskova no pudo dominar en ningún momento los puntos. Cómo bota la pelota de Muguruza, que convirtió el caliente cemento de Cincinnati en una pista resbaladiza, que parecía húmeda de tan rápido que salía despedida la bola tras sus picantes derechas. Ni siquiera apareció Pliskova, bloqueada y rígida, cuando dio la impresión, en el comienzo del segundo set, de que Muguruza estaba ahogada, cansada, con las piernas pesadas y la checa contó con algunas oportunidades de break. No. Era el día de Garbiñe, que se recuperó rápidamente y rompió el servicio de la número uno en el sexto juego, y otra vez en el último, para encarrilar el partido y el pase a su primera final en Cincinnati.
Con el US Open a tan solo una semana, el nivel de Muguruza ilusiona al tenis español. Su confianza está en alta, su derecha, más fuerte que nunca, y la furia que la ha traído hasta aquí vive en cada uno de sus golpes, intensos, dedicados a lastimar, uno por uno, a sus rivales, hasta desarmarla.
Fuente: El Pais