Como latino me siento orgulloso de que Brasil sea la sede del Campeonato Mundial de Fútbol que se inaugura en apenas 25 días, y más orgulloso aun de que también ese país hermano tenga el honor de ser el primer país suramericano en organizar las Olimpíadas.
Ambas conquistas se le deben a ese gran estadista que es Luis Inacio Lula Da Silva, el mejor presidente de Brasil de los últimos tiempos. Lula tiene el mérito de haber impulsado como nunca el crecimiento de su pueblo hasta el punto de lograr que 29 millones de brasileños dejaran la pobreza y pasaran a clase media; 29 millones, justo la población total de Venezuela.
Eso se llama movilidad social, esa que en nuestro país no hemos visto en los últimos 15 años, “a pesar de los grandes recursos invertidos en programas sociales”, como bien lo dijo en Miraflores el principal empresario del país, Lorenzo Mendoza en reunión con el presidente Nicolás Maduro, sin que éste haya dicho “esta boca es mía”.
No le contestó el Presidente, quizás por respeto al joven empresario que ha sabido convertir a Empresas Polar en la principal de Venezuela, o bien por una elemental cortesía de anfitrión, pero dos meses después el vicepresidente para el Área Social, Héctor Rodríguez, sentó las bases del marco socio-político-económico de la Revolución Bolivariana, para que Lorenzo Mendoza, usted, yo o quien sea, no tengamos dudas de porqué no hay movilidad social: “Nosotros ayudamos a los pobres, pero no para que asciendan a clase media y después se vuelvan escuálidos”.
¿Ves, chamo? Por eso no hay movilidad social.
Pero en Brasil sí. Y el eslogan de la presidenta Dilma Rousseff es: Un país rico es un país sin pobres… Tan sencillo como continuar con las políticas sociales destinadas a insertar en la rueda del progreso a los pobres para que suban a clase media y hasta donde los lleven sus conocimientos y sus esfuerzos, gracias a la “economía social de mercado”, que es lo que se está aplicando en el mundo entero. Por eso Brasil progresa y Venezuela retrocede. Por eso ellos, que no son exportadores de petróleo como nosotros, tienen progreso y crecimiento social, exportan alimentos, son los principales exportadores de carne del mundo, de maíz y pollos, y hasta de empresas transnacionales privadas, con el apoyo del gobierno brasileño, como Odebretch, mientras nosotros todo lo importamos.
Y con todo eso los brasileños protestan, cierran calles, queman autobuses, paralizan el transporte, desde hace meses en Río de Janeiro, porque “están gastando mucho real en el mundial”. La inversión total es de 13 mil millones de dólares, (por cierto, cada dólar son apenas dos reales, moneda nacional), unos cinco mil millones de dólares más que el regalo que el Comandante Supremo y Eterno le entregó a Argentina cuando allá por el año 2009, compró ocho mil millones de dólares en “bonos basura” de la república de los Kitchner.
Si con todo y haberse convertido en pocos años en la quinta potencia económica del mundo, esa gente arma esos rollos, para acá que no vengan porque incendian este país al encontrarse con que no hay papel tualé, ni aceite comestible ni para motores tampoco, ni repuestos, ni medicinas, ni harina para hacer arepas, ni para hacer pan tampoco; ni agua, ni luz y nos está haciendo falta hasta el aire asfixiados como estamos con tanta confrontación y violencia auspiciada y promovida por el propio gobierno que no contento con robarle el presente a los venezolanos, pretende robarnos también el futuro de nuestros hijos y nietos. La justicia social, igualdad de oportunidades, progreso, bienestar, movilidad social, es lo que nos corresponde por derecho a todos los venezolanos.Rómulo Herrera /@RomuloHerrera1