El Estado Miranda, de acuerdo a las investigaciones históricas de Omar Alberto Pérez, Ildefonso Leal, Aníbal Laydera Villalobos, Lucas Guillermo Castillo, Adolfo Rodríguez, entre otros destacados historiadores y cronistas ha mantenido como capitales a las poblaciones de Villa de Cura, La Victoria, Petare, Ocumare del Tuy y Los Teques. En las distintas divisiones políticas territoriales que se han efectuado en el país, irán apareciendo estas poblaciones en condición de capital del estado desde el momento de la aparición del Gran Estado Miranda. La capital será trasladada a Los Teques, desde Ocumare del Tuy, el 13 de febrero de 1927. Comenzará desde ese momento a despachar desde la llamada la Suiza de Venezuela, el general José Rafael Luque en su condición de presidente del estado. Todo un acontecimiento para la comunidad de Los Teques verse convertida en capital del estado Miranda.
MOMENTO HISTÓRICO PARA LOS TEQUES
El académico y brillante historiador Ildefonso Leal, quien se desempeñara como Cronista Oficial de Los Teques al hacer la descripción de aquel histórico momento, dice: “Se sabe que el 13 de febrero de 1927 fue un día de júbilo para la comunidad tequeña, quien celebró tan magno acontecimiento con repiques de campanas en todas las iglesias, con cohete, música, bailes populares, ceremonias religiosas, conciertos de la Banda Municipal y desfiles escolares”. Por cierto, Los Teques se consideró, así lo señalaba el escritor historiador y periodista Ramón J. Velásquez, citado por Leal, como una capital tapón, porque quedaban aislados los adversarios del dictador y tirano Gómez en el apartado Ocumare del Tu. Igual caso sucedió con San Juan de Los Morros, al colocar allí la capital del estado Guárico que antes se encontraba en Calabozo.
Al ser elevada Los Teques a la condición de capital, inmediatamente inicia el general José Rafael Luque una profunda transformación en la acogedora comunidad, cubierta de neblina todos los días del año y por lo tanto buscada por temporadistas de Caracas, Valencia, Puerto Cabello. Al llegar a Los Teques el general José Rafael Luque, como primer presidente del estado que despacharía desde esta comunidad, señaló: “Hice mi entrada a esta capital, en medio del más sólido entusiasmo de sus habitantes que se desbordaron en manifestaciones de agradecimiento…”
CIPRIANO CASTRO OXIGENÓ SUS PULMONES EN LOS TEQUES
Los Teques, con su ferrocarril que se desplazaba desde Caño Amarillo, se tenía, por excursionistas, por los amantes de los paseos y viajeros ocasionales, como centro ideal para vacaciones y para temperar, todo ello por lo benigno de su clima, sus aguas cristalinas, sus bosques, parques y jardines. Parte de la belleza de Los Teques se
encontraba en sus árboles, aves y flores. No olvidemos la hermosura de muchas de sus residencias, levantadas por familias muy respetadas de Caracas, quienes se establecían en ellas por largas temporadas. Antes de ser capital Los Teques le sirvió de refugio a Cipriano Castro, ello con la finalidad de recuperar las fuerzas que había perdido en sus muchas francachelas.
Les dejo a continuación la pincelada trazada por Mariano Picón Salas la cual se encuentra en su libro “Los días de Cipriano Castro”, de la llegada de “El Cabito” a descansar en su casa de Los Teques, residencia donde luego tendría su sede el desaparecido Hotel Europa, propiedad recuerda Castillo Lara, de Henrique Emilio Reverón y Jorge León Malpica Malpica. El presidente Castro había tomado el tren en la Estación Palogrande, con rumbo a Los Teques, mostrando un liquiliqui azul, sombrero jipijapa y en las manos un foete con pequeño mango de plata. El ensayista Picón Salas continúa así: ¡Va ahora a buscar los balsámicos efluvios de los pinares tequenses ; el oxigenado aire fresco que le evoca el de sus montañas de Capacho; la larga siesta al sol en el corredor enladrillado mientras la vista se fuga deleitosamente por el dorado horizonte de colinas, y el festival de luz, música y frescura que esparcen por el patio los verdes helechos, los bravíos turpiales cantores de la pajarera, las trinitarias y el vivo manchón de orquídeas que revientan y parecen volar como pájaros! Se levantará de mañanita a tomar esa última leche de ordeño que los campesinos llaman “postrera”; transcurrirá el día entre breves caminatas por los pinares, y en horas de descanso en la mecedora de Viena oye en fonógrafo de corneta un fragmento de zarzuela española o cierta canción que le recuerda los melancólicos bambucos de su juventud”.
DE LA BRUMOSA VILLA NO QUEDA NADA
De Los Teques de pinares, recordados por el excelente poeta Fernando Paz Castillo y por donde paseaba el general Cipriano Castro, amén de los que visitaban a la comarca, no nos queda nada y para reforzar lo antes señalado no tenemos más que leer lo que Ildefonso Leal, deja plasmado en su libro “Los Teques: crónica de andar y ver”: “Puede decirse que aquella brumosa, parsimoniosa y sosegada ciudad de amplias casas coloniales con acogedores aleros y quintas con techos de tejas francesas, de paseos y retretas, de misas de aguinaldos, de serenatas, de caminatas por los hermosos jardines y del Parque Knoop o Parque Los Coquitos, de pulperías y tiendas de mostrador de madera cubierto de zinc, de largas y entretenidas tertulias en el café de la Estación del Ferrocarril, de las concurridas procesiones de Semana Santa, de todo eso, nada queda”.
Los Teques alcanza hoy, 13 de febrero, 90 años de haber sido elevada a capital del estado Miranda, presentándosenos en estos momentos, como una urbe desteñida, golpeada por los cuatro costado, abandonada a su propia suerte, con sus sitios emblemáticos desaparecidos unos y destruidos otros. Se marchó el tren, se perdieron sus parques y ya no se escuchan los conciertos de las aves que cruzaban sus espacios, solo nos queda la neblina que a veces se nos presenta para deleite de la sufrida capital.
Jesús María Sánchez.
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