Las costureras, sastres y modistas conocen muy bien la importancia de los retazos dentro del oficio que realizan, dado que, en más de una oportunidad tienen que buscar auxilio en ellos. Por cierto, las costureras , tiempo pasado, las conocían todos los habitantes de los pueblos y pequeñas ciudades, dado que ellas se encargaban de hacerles los trajes a la mayoría de los miembros de las familias que habitaban en las comunidades donde ellas se desempeñaban.
A esas señoras, alrededor de su sus respectivos sitios de trabajo no le faltaban unas bien cuidadas cestas donde iban colocando el retal o sobrantes de tela que luego le servirían, como lo hacía mi madre Clemencia Sánchez quien ejerció ese oficio dentro de su casa, para confeccionar lo que se conoce como colchas de retazos, todas muy llamativas por la variedad de los colores que la formaban. Las costureras, las de antes, cumplían con sus labores de manera artesanal, empleando pequeñas máquinas de coser, agujas, dedales, alfileres, hilos, centímetros, lápices, papeles, patrones, dándole rienda suelta a su sentido creativo, complaciendo a quienes solicitaban sus servicios. Imposible olvidar el llamativo costurero, pequeño envase donde se guardaban las herramientas de trabajo que debían emplearse en los respectivos diseños. Todos sabemos que, al oír la palabra retazos nos están indicando trozos de algo, concretamente de telas o también fragmentos de un discurso, de un estudio. Eso es precisamente lo que les dejaré a continuación sobre nuestra golpeada capital del Estado Miranda, ello con la única finalidad de no olvidarnos de su historia, tradiciones, costumbres, hijos ilustres, lugares, personajes populares, entre otros asuntos.
CENTRO DE PRE ORIENTACIÓN DISEÑADO POR EL GENIAL ARQUITECTO CARLOS RAÚL VILLANUEVA
Siguiéndole los pasos a los cronistas Ildefonso Leal, Aníbal Laydera Villalobos, Adolfo Rodríguez, Henriquez Ledesma, entre otros, nos enteramos que en la estrecha geografía tequeña, en los terrenos de la hacienda “Bella Vista”, conocida también con el nombre de “La Vega”, que fuera propiedad del dictador Juan Vicente Gómez, situada entre hermosas colinas con abundante vegetación a un lado del Liceo San José y el Colegio Domingo Savio y del otro, el Policlínico y el estadio Guaicaipuro, con el cerro Pan de Azúcar en uno de sus extremos, entre la carretera vieja y la línea del antiguo ferrocarril alemán Caracas-Valencia, se edificó, ideado por el doctor Martín Vegas Sánchez el Instituto de Pre-Orientación de Menores, organismo, por decirlo de alguna manera, dedicado a la protección de la niñez abandonada y levantada de acuerdo a lo diseñado por el sobresaliente arquitecto venezolano del siglo XX, Carlos Raúl Villanueva, el mismo que hizo posible la Ciudad Universitaria de Caracas en lo que fueron los terrenos de una de las haciendas que rodeaban el valle caraqueño, la hacienda Ibarra.
TORTURADOR DUEÑO DE LA HACIENDA RAMO VERDE
Durante la negra y tétrica dictadura del montañés Juan Vicente Gómez y sus mentores, etapa negra en la historia de Venezuela, los opositores hombres llenos de luces e ideas que fueron encarcelados, padecieron un sin fin de torturas, conocidas algunas de ellas con los nombres de “látigo”, “tortol”, “cepo”, “colgamientos por los testículos”, “cuerda anudada en el estómago”, “casco de hierro”, “vidrio molido en la comida”, “grillos” léase bolas de hierro de aproximadamente cuarenta kilos colocadas en los pies. Se conoce, de acuerdo a narraciones plasmadas de excelentes libros, como los escritos por José Rafael Pocaterra, que no existía distinción de edad para aplicarlas. Menores como Miguel Andrade Mora y J. Macías conocieron ese infierno. Felipe Cañizalez, dejó los testículos en un cordel y el capitán Rafael Pimentel, hermano del gran humorista “Job Pim”, al ser levantado por la diabólica cuerda, se le infectaron los testículos. En el trabajo histórico “Gómez patriarca del crimen”, de Carlos M. Flores, nos relata que Vicencio Pérez Soto se caracterizó por ser un refinado criminal, formando una escuela de verdaderos asesinos, pues fueron muchos los que imitaban sus métodos de torturas. Pérez Soto, quien fuera dueño en Los Teques de la hacienda “Ramo Verde”, fue el inventor del llamado “casco de acero”, tortura que consistía en una especie de sombrero de hierro, el cual llevaba varios tornillos, los que, al ser apretados sobre la cabeza del opositor político, provocaba, si no confesaba lo que hacía como adversario, la muerte, producto de terribles dolores. En unos de los espacios de la hacienda Ramo Verde hoy día funciona la Escuela de Formación de Guardias Nacionales y el liceo militar Pedro María Ochoa Morales.
LOS DIABLOS EN LOS TEQUES
El destacado escritor Miguel Ángel Mudarra, estudioso de aspectos relacionados con la cultura del estado Miranda, relata en uno de sus trabajos periodísticos, que los Diablos Danzantes de Yare, elevados a Patrimonio Inmaterial de la Humanidad por la Unesco, visitaron y danzaron por primera vez en Los Teques el 9 de marzo de 1952, realizándose para el momento una interesante exposición fotográfica. El mismo autor citado informa que, gobernando el estado el Dr. Clemente Ortega, se creó el Centro Mirandino de Historia, institución esta que hizo posible en 1954, el vocero “Anales”, con el objetivo de, a través de sus páginas, publicar trabajos históricos y las actividades cumplidas por la institución. Entre los individuos de número de dicho Centro, se encontraban Francisco Alejandro Vargas, Andrés Pacheco Miranda, Alberto Silva Alvárez, Alberto Sánchez, Pedro Pablo León, Tobías Alvárez Ojeda, Francisco Mendoza, reverendo Francisco M. Seijas y Eduardo Rísquez.
TARDES DE TOROS COLEADOS
Pablo Velásquez Esqueda, hijo de Los Teques, quien vio la luz en la quinta Berta, calle Ayacucho, el año de 1917, conocido en la población con el sobrenombre de “El zambo”, señalaba que los mejores toros coleados se montaron en la céntrica calle Guaicaipuro, que para los efectos se cerraba con bambúes, galopando los jinetes, en la búsqueda de los rabos de los toros, desde el sitio donde se encontraba la residencia de José Manuel Luna hasta el negocio de Manuel J. Herrera. Según revelación de Pablo Velásquez Esqueda, el mejor coleador de la época en los Teques era Vicente “Chichilo” Arleo.
EL PRESIDENTE DEL ESTADO RETO A DUELO A QUIEN PRESIDÍA
LA ASAMBLE LEGISLATIVA
Contaba el poeta Pedro Laya, quien estudió en la escuela Guaicaipuro, que siendo Los Teques una urbe pequeña y tranquila, con dos autobuses amarillos que cubrían la ruta Pueblo-Llano, en 1937, siendo presidente del estado el escritor Rufino Blanco Fombona, éste se molestó por críticas efectuadas por diputados de la Asamblea Legislativa y como Fombona era hombre de armas a tomar, retó al presidente del cuerpo legislativo a un duelo a pistola y a doce pasos de distancia. Como el presidente de la Asamblea no aceptó, el gobernante, lleno de ira, lo amenazó con darle unos chaparrazos si se encontraba con él en la calle. La prensa caraqueña criticó fuertemente el desplante del intelectual gobernante.