Suelen decir los textos de teoría económica que, según su gravedad, la inflación puede ser “moderada” (1 dígito), galopante (2 dígitos) y finalmente se llega a un estado de “hiperinflación” cuando se alcanzan los 3 o 4 dígitos. En nuestra golpeada Venezuela ya no recordamos lo que es una inflación moderada porque tenemos muchos años galopando en los dos dígitos, e incluso hubo un año (1996), en que sufrimos un terrible 103%, récord histórico hasta ahora.
Durante la última década la tasa de inflación osciló todo el tiempo entre un 20% y un 30%, lo cual podría parecer “normal” dentro de una economía que no ha logrado dominar el crecimiento permanente de los precios desde mediados de los años setenta. Pero en 2013 cerró en un abultado 56,2%, cifra que, lejos de quedar atrás para la historia, aumentará aún más este año, toda vez que la inflación anualizada (últimos 12 meses) asciende a más de 60%, y en lo va de 2014 ya acumula un pesado 23%. A estas cifras, que de por si son alarmantes y flagelantes a la vez, hay que añadirle el análisis de, al menos, dos factores que las convierten además en insólitas.
En primer lugar, hay que acotar que todo esto ocurre, paradójicamente, en medio de un control de precios que lleva más de una década. Este elemento hace de esta inflación un hecho más grave que el 80% alcanzado durante CAP II (1989) y el referido 103% de Caldera II, ya que en estos dos casos la inflación llegó a esos niveles como consecuencia de un programa de ajustes que, entre otras medidas, incluyó precisamente la remoción del control de precios. Es decir, la inflación subió sensiblemente porque se acababa de quitar el engañoso telón de los precios regulados, mientras que ahora sube aún con ellos.
El otro factor insólito es que el índice de precios del año pasado y el que va de este año han sido descaradamente maquillados por el BCV, y aún así tenemos la inflación más alta del mundo y la seguiremos teniendo. En 2013 se llegó al absurdo de publicar las cifras de diciembre y de todo el año antes de que ambos terminaran, lo cual es simplemente imposible, constituyendo tales cifras una burla al país. Desde esta tribuna no tenemos ninguna duda en afirmar que la inflación verdadera del año pasado superó el 60%. Y por otro lado, este año ya es norma la política del retardo en la publicación de las cifras oficiales del mes anterior. De hecho, apenas a mediados de junio se dio a conocer la inflación de abril, y con ella se publica la de mayo, lo cual es totalmente irregular, pero además, el descaro es tal, que la cifra de 5,7% del primer mes se repite para el segundo. La verdad es que el BCV ya perdió la credibilidad.
Pero aquí no termina la tragedia, los economistas más respetados y serios proyectan que este año cerraremos en medio de una terrible recesión y con un índice de inflación que superará el 70%, lo cual significa que en realidad rondará el 100%, dado el elemento descrito anteriormente. Mientras, el gobierno aumenta todos los aranceles de importación a tasa SICAD II (Bs. 50/$), sigue emitiendo dinero inorgánico (sin respaldo), aumenta el gasto público no reproductivo y se endeuda con China por más de lo que tenemos en reservas internacionales. No obstante, le sigue echando la culpa cínicamente a los empresarios y a la supuesta “guerra económica”.
Venezuela se adentra en el peor de los mundos: la estanflación (estancamiento con inflación). Un golpe de timón podría salvarnos de la hecatombe económica, pero como el radicalismo rojo no va a rectificar, pareciera que estuviésemos condenados a hundirnos con el barco por culpa del Capitán y su tripulación. Sólo el pueblo organizado y una decidida y audaz dirigencia política puede provocar el cambio necesario./Diputado al Consejo Legislativo de Miranda y Subsec. Gral. de ABP/@CiprianoHeredia cipriano.heredia@gmail.com
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