El maestro Gregory siempre ha forjado grandes talentos
Conversar con el Maestro Gregory Carreño es comprender de entrada el motivo de su incomparable éxito. Más allá de ser un vasto conocedor de todo lo que implica el fascinante mundo de la música, es una persona auténtica, poseedor de una luz maravillosa que irradia optimismo por doquier. No en vano se ha convertido en uno de los íconos más importantes de nuestra ciudad, y nos atreveríamos a decir que del país.
Proviene de una eminente familia de prodigiosos sinfónicos, que han hecho del apellido Carreño un sinónimo de excelencia melódica. “Nací en la parroquia San Juan de Caracas, pero soy de todas partes de Venezuela; en cada rincón del interior de mi país he renacido. Los primeros pasos de mi niñez fueron en mi ciudad natal, luego nos fuimos a Ciudad Bolívar, como mi padre fue militar era común cambiar de estado en nuestra geografía, por eso más adelante nos mudamos a Maracay”.
Con una maravillosa sonrisa, narró lo que de acuerdo a sus propias palabras calificó como una linda infancia; refirió que desde muy chiquito, por haberse criado entre músicos, sintió afinidad y se le dio de una manera muy natural. “Este don lo traigo por vena hereditaria, jamás en casa nos indujeron sino que fue elección propia, lo único que me dijeron es que eligiera lo que eligiera debía hacerlo siempre bien”. No queda duda de que siguió ese consejo al pie de la letra.
Gregory estudió de primera mano con su excelentísimo padre, Juan Bautista Carreño, a la par que aprendió sobre dirección en el Conservatorio Musical de Aragua; para esa etapa tuvo la dicha de conocer al Maestro José Antonio Abreu. Explicó que cuando a su papá le ofrecieron en 1975 la oportunidad de dirigir la Banda Sinfónica del estado Miranda, donde fundó la Coral Filarmónica; le pidió que lo acompañara en esa grata experiencia.
El punto de partida fue a los cuatro años de edad, cuando ya interpretaba el cuatro y cantaba; un día su padre le regaló un flautín, pero decidió a los ocho añitos seguir los pasos de su progenitor y convertirse en clarinetista. Pero no todo quedó allí.
“Recuerdo que mi papá, nos ponía música académica y decía ‘hagan lo que quieran con lo que están escuchando’, mi hermana Miriam hacía de bailarina, mi hermano Juan a tocar violín y yo alzando mis brazos al frente simulaba que los estaba dirigiendo; sin saberlo fue una predicción. Soy músico por tradición y pasión”.
Hombre de guáramo
Aseguró que una vez que se incorpora al Sistema Nacional de Orquestas Juveniles, en el que funge como uno de los fundadores, vivió momentos de mucho enriquecimiento personal y profesional, a través de las innumerables giras que tenían a bien realizar dentro y fuera de nuestras fronteras.
“Una vez fuimos a México y el maestro Abreu me dejó estudiando dirección allá, hice reválidas porque llegué con mis conocimientos musicales bastante avanzados; en 1979 me manda para Trujillo a fundar los núcleos del Sistema y a su vez mi papá que era el Director Nacional de las Bandas Oficiales me delegó para dirigir la banda de ese estado”.
Sin embargo, más allá de los logros bien merecidos sufrió un infortunio que cambió su vida, que lejos de atemorizarlo lo convirtieron en un hombre nuevo. Tras vivir un aparatoso accidente automovilístico en 1996, el maestro Gregory sufrió importantes fracturas a nivel cervical y lumbar que lo inmovilizaron por completo. “El maestro Abreu manda una avioneta para que me trajera de Trujillo, me operaron y duré casi dos años en el proceso de rehabilitación, más nueve horas de terapia diarias por siete años, aún tengo secuelas de aquel hecho, pero voy encaminado hacia mi superación”.
Al consultarle los motivos que lo ayudaron a salir adelante, aseguró con plena convicción que su familia se convirtió en el motor principal para la recuperación, tenía para entonces muy pequeños a sus únicos dos hijos varones. “Por ellos decidí reponerme al máximo, hoy son grandes violinistas. La fe en mí y en Dios también fue determinante, sin contar que mi etapa de atleta, cuando practicaba voleibol y mantenía una rutina disciplinada de ejercicios tuvo cierta repercusión, la música también ejerció un gran papel en todo ese proceso”.
En 1997 se levantó por primera vez y logró mantenerse en pie, eso lo hizo ver que era capaz de lograr las cosas si se las proponía; “los médicos decidieron que mi próxima terapia sería laboral y así me incorporo a mis actividades”.
Misión de vida
Fue entonces cuando el maestro, José Antonio, con la extensa experiencia que tenía Gregory y con miras a activarlo por completo, lo nombra Director de la Orquesta Sinfónica del estado Miranda, cargo en el que aún se mantiene de forma exitosa, a la par de ser uno de los regentes principales de Fundamusical.
Desde entonces ha formado una gran cantidad de músicos en nuestra ciudad. “Aquí los recibimos desde muy pequeños, los que se dedican a seguir esa profesión se convierten incluso en profesores de acá. Dios pudo llevarme en aquel accidente, pero tenía una misión por cumplir, la he descubierto y la desempeño con mucho orgullo y satisfacción; formar generaciones es una gran labor porque aleja a los niños y jóvenes de malos pasos, hoy contamos aquí en el Sistema con 700 alumnos que tendrán una visión distinta del mundo, disfruto enseñar”.
Este prodigioso ejemplo de vida y profesionalismo, no quiso desaprovechar la oportunidad de transmitir que a su juicio el destino es hoy. “No es el futuro como dicen por ahí, porque el futuro es el segundo siguiente y el pasado apenas unos instantes atrás; por eso hay que vivir ya y por eso hay que estar preparado siempre. Yo vivo en un pasado presente y un futuro presente, por eso muchas veces me reinvento para tener siempre en qué ocupar a los muchachos que llegan aquí”./Maribel Sánchez/no/Foto: Víctor Useche/