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El escepticismo reina entre los sobrevivientes de la tragedia

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Edwind Perez

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Acciones más concretas reclaman en Las Tejerías

MARIBEL SÁNCHEZ

Poco a poco, un pueblo devastado por la furia de la naturaleza, intenta sobreponerse entre ruinas y trabajo arduo. Sus residentes han recibido algunas alegrías, pero, también uno que otro sin sabor que ahora les hace elevar sus voces para pedir mayor celeridad ante sus carencias.

Se trata de Las Tejerías, que tras un año del desbordamiento de la quebrada Los Patos, refleja claras muestras en varios de sus rincones de la pesadilla que vivieron sus pobladores.

Avance conversó con algunos sobrevivientes del barrio Castor Nieves Ríos, así como con varios comerciantes que tenían su pequeño negocio en el extinto Mercado Municipal. Cada uno, a su manera, solicitan respuestas oportunas y certeras ante la situación que viven.

Por ejemplo, Danis Carreño, comerciante que perdió su local de ropa, expresó “Desde que ocurrió la tragedia nos tienen de un lado a otro, ahora estamos en Los Palmares y no sé para donde nos van a enviar. Yo vendía ropa y chucherías en una redomita a las afueras de la alcaldía, justo al lado de la prefectura. Así como yo hay muchos más”.

Mireya Jiménez, extrabajadora del extinto Mercado Municipal, detalló visiblemente angustiada ante lo fuerte que se le hace rememorar aquellos terribles días donde todo estaba cubierto completamente de lodo.

“Al momento que la quebrada se desbordó ya nos habíamos retirado del puesto, de lo contrario nos habría llevado la corriente tal como arrastró toda nuestra mercancía, eso fue horrible. De hecho, no me quisieron decir al instante porque mis hijos pensaron que me daría un infarto, ellos me ayudaron a levantar humildemente mi negocio, hasta pedimos prestado”.

Sin lugar fijo

Precisó que los créditos que les iban a dar desde el Banco de Venezuela, para el cual a ella la contactaron vía telefónica, nunca caminó. Llenaron planillas, sin resultados fructíferos. 

“Nos tienen de aquí para allá, no nos dejan en ningún sitio fijo. La verdad esperamos que se decidan pronto a construir un nuevo mercado y nos ubiquen allí, somos 189 comerciantes”.

Sandra Requena, quien vendía chucherías; Crisanto Báez, que tenía puesto de verduras y Miller Padrón, vendedor de toda clase de condimentos, perdieron también sus sustentos. 

Antes que arreglaran la falla de borde en Los Palmares, donde están provisionalmente, vivían inundados ante cada lluvia. Agradecen a Dios y al señor Manuel Da Silva por haberles “brindado un ladito” a las afueras de lo que fue por sesenta años un Hotel Restaurante próspero y que terminó devastado tras la vaguada.

“Nos ofrecieron villas y castillas, hasta el sol de hoy no hemos visto nada de nada. Estoy tan desalentado que pongo en duda las ayudas, hemos sacado cualquier cantidad de papeles, gastando pasajes y solicitando presupuestos para que al final queden en nada, ha sido todo este tiempo una pérdida de tiempo”, apuntó Padrón.

Cambalaches inútiles

Richard Castillo “Mi casa se vio afectada por el deslave, el agua me llegaba al cuello. Las ayudas que nos ofrecieron llegaron incompletas, de tres puertas que me iban a entregar recibí una, el juego de baño solo incluyó poceta y lavamanos, hasta la cerámica llegó poquitica. Viven diciendo que nos van a ayudar a arreglar las casas que quedaron en pie, que van a embaular con frecuencia la quebrada, iban a empezar en enero y nada, solo andan es pintando por encimita todo.”. 

Luz Romero, sobreviviente “Cuando yo me vea reubicada realmente entonces diré ‘sí creo’. Han hecho cualquier cantidad de censos, yo actualmente aparezco en negación porque quisieron sacarme de mi casa aquí (donde tengo siete habitaciones) para meterme en un apartamento de tres, sin pensar que somos tres familias a las que nos van a someter a vivir hacinados. Eso es un cambio irracional”./rp

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