Para Álvaro Delgado, lo más importante es ponerle corazón a todo
“Cualquier persona puede ser artista, solo debe dejar fluir sus habilidades”. Así lo expresó Álvaro Delgado, un elocuente sampedreño dueño de una historia un tanto impetuosa pero muy interesante, que lo ha llevado a labrar una carrera profesional y artística colmada de grandes satisfacciones.
Nacido en el antiguo Centro Médico de Los Teques, es el mayor de tres hermanos. Desde chico, de acuerdo con sus propias palabras, fue bastante introvertido. Sus estudios básicos transcurrieron entre la Unidad Educativa José Gregorio Hernández y el liceo San Pedro; mientras que los universitarios los cursó en la Escuela Superior de Artes Escénicas Juana Sujo y el Instituto Superior de Artes Escénicas, integrado hoy a Unearte.
“Desde los 7 hasta los 22 años formé parte del grupo de scouts Guaicamacuto 27. En bachillerato, como a los 15 años, me entusiasmé con una muchacha que me convidó a integrarme en el grupo de teatro al que pertenecía, y aunque no me gustaba mucho, acepté por congraciarme con ella. Aunque al final nunca tuvimos nada, gané algo muy importante: descubrí que la vida sobre las tablas me envolvía”.
Expresó que se inició con la agrupación del desaparecido maestro Ricardo Martínez, donde permaneció alrededor de dos años. “Me enamoré del teatro porque fue la mejor manera que encontré para expresarme. La timidez que me caracterizaba desapareció lentamente, se abrió para mí un espacio donde podía manifestar lo que sentía porque también era rebelde, era muy solitario”.
“Cuando descubrí que quería ser actor no quise decirlo en casa, eran otros tiempos y mis padres querían para mí otras cosas, así que me puse a estudiar turismo y conocí a un profesor de recreación que había sido histrión, con él tuve una empatía extraordinaria, me llevó a la Juana Sujo donde se resolvió a inscribirme porque confiaba en mi potencial, eso cambió mi vida por completo”.
Delgado explicó que al culminar sus estudios en el instituto del que egresó en 2007 como licenciado en Artes Escénicas, comenzó a hacer cine y algunos comerciales. En ese entonces, entró a trabajar en la ETC Jesús Muñoz Tébar como profesor de teatro. Recordó entre risas que a su clase iban generalmente los más tremenditos del liceo, sin sospechar que esos muchachos cambiarían su vida.
“Con ellos formé hace 12 años la agrupación Miranda Teatro, les gustó tanto lo que allí aprendían que fusionaron todas sus habilidades con la actuación. Como eran músicos, les hice una propuesta: si accedían a realizar una obra de calidad, yo les cooperaba con su banda estudiantil y así fue; cuando me tocó cumplirles estaban fallos de cantante y yo sin siquiera imaginar lo que hacía me presté para cubrir ese vacío, allí surgió mi pasión por la música”.
Golpe de suerte
“Tras toda esa descabellada pero atrayente experiencia, conformamos nuestra propia agrupación llamada Soya, que se mantuvo activa por cuatro años”. De esa banda nació una amistad con el joven guitarrista Javier López, con quien Álvaro se alió a manera de hobby, cosa que los llevó a ser escuchados por unos cuantos que los invitaban a cantar en fiestas y dar serenatas porque transmitían mucho sentimiento en cada interpretación, ya fuera con temas de Sin Bandera, Camila, Guillermo Dávila, Ricardo Montaner, entre otros.
“Todo eso ocurrió así, ad honorem, hasta que llegó ‘un tigrito’. Había un evento al que invitaron a un mariachi que no pudo llegar y pidieron que nos presentáramos, para ese momento éramos tres en el grupo. El amigo que nos invitó me dijo ‘lánzate con tu Té para Tres a ver qué tal’. Así lo hicimos y de paso adoptamos ese nombre para nuestro trío musical. La presentación fue un éxito, nos pagaron hace como 10 años 300 bolívares, los compartimos en partes iguales y con mi porción compré algunos instrumentos musicales”.
Con un brillo impresionante en la mirada, aseveró que aprendió también a tocar guitarra, y cuando todo comenzó a agarrar cuerpo, les dio a Javier y a él por componer temas. “Nos preocupa mucho la letra, buscamos que cada canción diga verdaderamente algo”. En 2008 ofrecieron su primer concierto y en 2010 grabaron la primera producción, que fue presentada en el Emma Soler.
“Ha sido una gran experiencia, nos hemos presentado en muchísimos lugares del país, incluso en el Metro de Caracas, donde de manera muy graciosa cada vez que tocábamos porque nos provocaba hacerlo, la gente reaccionaba con aplausos y hasta nos daban por su cuenta algún dinero; no hay nada más satisfactorio que escuchar a todo mundo cantando los temas que uno hace”.
Entusiasmo inquebrantable
Aunque descubrió su pasión por la música y las presentaciones sobre las tablas mermaron un poco, el amor que siente por el teatro no se ha apagado. “Un gran maestro me dijo que la mitad de una obra está en la música, porque esta tiene la capacidad de llegar al corazón de la gente sin pasar por la conciencia. Para mí el teatro es la madre que conjuga todas las artes, por eso mis obras las lleno de música”.
“Soy miembro fundador del Festival de Teatro en Los Teques, así como también de la Escuela de Cultura Popular ubicada en el Jardín Terapéutico. Junto a unos compañeros redacté en 2014 un proyecto de Ley de Cultura para nuestro estado que está en discusión. Soy Patrimonio Viviente del municipio Guaicaipuro desde 2012 y hago parte del equipo de trabajo cultural de la compañía Metro Los Teques”.
Desde las butacas del recién remozado Teatro Lamas, Álvaro manifestó su satisfacción al ver que en esta ciudad se están retomando los hábitos culturales que marcaron pauta en la década de los 80.
“Aquí en Los Teques se hacían colas larguísimas para disfrutar de las funciones, estamos volviendo al tiempo en que el movimiento teatral de acá era uno de los más importantes del país. Este es un momento en el que cualquiera puede hacer teatro y convertirse en un gran artista, solo es cuestión de dejarse llevar y apostar a ello con el corazón; uno crece a través del esfuerzo que hace para conseguir las cosas”./Maribel Sánchez/ac/Foto: Víctor Useche/