Durante los días de la Venezuela colonial la riqueza provenía del cultivo de la tierra. El cacao, el café, la caña de azúcar, el añil y el tabaco se tenían como renglones básicos de la economía de la época.
A los dueños de haciendas se les conocía por las riquezas que poseían, llamados los “grandes cacao”. Recordemos que para aquellos años las semillas de cacao eran consideradas de gran valor, tanto nacional como internacionalmente.
No olvidemos su importancia en los mercados europeos, donde era solicitado por su calidad, sabor y aroma.
Muchos barcos, antes y después del monopolio que impuso la Compañía Guipuzcoana, salían de los puertos venezolanos con grandes cantidades de este fruto para ser descargados, después de largas travesías, en ciudades del viejo continente.
De Venezuela partían navíos cargados de café, añil y tabaco. Nuestro país, igualmente, exportaba cueros, mulas, caballos y plumas de garzas.
La agricultura y la ganadería ubicaron a Venezuela, hasta muy entrado en siglo XX, como una pequeña potencia en esos campos.
Muchas empresas alemanas, inglesas y norteamericanas, instalaron oficinas comercializadoras en zonas que les permitían la adquisición de esos productos, para luego enviarlos a sus respectivos países.
El oficio de más de uno
Los que no se desempeñaban como trabajadores en las grandes haciendas y hatos, cumplían jornadas como carpinteros, albañiles, alpargateros, carniceros, alfareros, pulperos, barberos, panaderos, carniceros, chicheros, carreteros, arrieros, herreros, zapateros, conuqueros, pescadores y talladores.
También como dulceros, tabaqueros, parihueleros, posaderos, tejedores, gañanes, domadores de caballos, matarifes, horneros, carretilleros, pregoneros, lecheros, sastres, sombrereros, talabarteros, plateros, orfebres, carboneros, buhoneros, peineteros, vegueros, entre otros oficios.
Espigados representantes de estas ocupaciones se localizaban en los más apartados rincones de la nación, siendo el de pulpero uno de los más numerosos.
Asimismo, por el dominio que poseían en sus labores se destacaron los hacedores de tabacos. En Caracas, como en otras regiones, cumplieron con ese oficio, tanto hombres como mujeres.
En Guatire, pueblo cercano a Caracas convertida en Villa Heroica el 20 de septiembre de 1864, existió una conocida empresa tabaquera, donde trabajó Vicente Emilio Sojo, quien, con el correr de los años, se convertirá en una de las grandes figuras de la música nacional y continental.
Se sabe que al lado de Vicente Emilio trabajaron otros jóvenes músicos, que al salir de sus compromisos, cuando caía la noche, le llevaban serenatas a las jóvenes de la comarca.
Influenciado por su primo
Ese mismo oficio lo desempeñaría Vicente Emilio Sojo en Caracas. En Santa Cruz de Pacairigua y Guatire, el futuro fundador de la Orquesta Sinfónica Venezuela y del Orfeón Lamas, se le vio en las mesas de la tabaquería de Miguel y Rafael María Yánez. Este lugar se ubicaba en las Cuatro Esquinas, espacio donde se localizaban otros establecimientos comerciales muy visitados por los moradores de la pequeña urbe.
Para aquellos instantes, Vicente Emilio Sojo asistía a la escuela de música, fundada y dirigida por el maestro Régulo Rico, destacado pedagogo musical, compositor, director de orquesta y maestro de capilla durante largos años, en el templo parroquial.
Por cierto, cuando fundó una agrupación conocida como Unión Filarmónica, uno de sus integrantes era Vicente Emilio Sojo, encargado de ejecutar el trombón.
Sojo vio la luz el 8 de diciembre de 1887, en el sector Macaira, el mismo año de la muerte de Elías Calixto Pompa, hijo también de Guatire, destacado poeta, dramaturgo y periodista.
Por cierto, así lo recoge Guido Acuña en su obra dedicada a Sojo, éste aprendió a torcer tabaco gracias a las orientaciones de su primo Jesús María Sojo, mientras que a tocar la guitarra, lo que hacía con maestría, lo aprendió, según lo recordaba mi madre Clemencia Sánchez, de su tío Casimiro Sojo, diestro carpintero.
Otras inquietudes del maestro
Encontrándose Vicente Emilio en Caracas, cuando corría el año de 1906, se valió de sus conocimientos de torcedor de tabaco prestando sus servicios en la fábrica de la hacienda “La Rinconada”, situada en la esquina de Santa Capilla y Principal.
Sobre este aspecto de su vida y obra, Yellice Virgüez Márquez, en su estudio biográfico sobre el destacado músico, dice: “Es probable que durante estos primeros años, la autora se refiere a los inicios del siglo XX, Vicente Emilio haya trabajado en varios sitios”.
“Se ha dicho que también laboró en las adyacencias de San Pablo con José Estrada Hernández, e igualmente en La Candelaria. La tabaquería en todo caso será el sustento base del guatireño hasta 1935: tres reales por cincuenta vitolas diarias.”
En 1910, con Juan Vicente Gómez como caudillo gobernante, ingresa como alumno a la cátedra de armonía del Instituto de Bellas Artes, conducida por el maestro Andrés Delgado Pardo.
Muy pocas personas saben de sus inquietudes por la escultura, la pintura y la poesía y, de su maestría como pintor de brocha gorda, trabajo que llegó a desempeñar en Caracas, lo que le permitió satisfacer algunas angustias económicas.
Cuenta Guido Acuña, en su trabajo ya citado que, viviendo Vicente Emilio en Guatire, modeló una figura de Cristo, la cual causó gran admiración entre los que llegaron a mirarla./no