Miramos hacia el cielo, y pocas veces reflexionamos sobre la importancia de ese círculo amarillo distante que nos marca el día y la noche. El sol no sólo da luz (que ya de por sí es bastante); este astro es la principal fuente de energía del planeta y un factor imprescindible para el bienestar de los seres vivos sobre la faz de la tierra.

Por su importancia para nuestras vidas y las vidas de todos los integrantes del planeta, y sobre todo para promover el uso de su poder como energía renovable es que se instauró el 21 de junio como Día Internacional del Sol. Fecha celebrada más que todo en el hemisferio norte puesto que coincide con el solsticio de verano, el día más largo del año.

Esta estrella nutre a las plantas a través de la fotosíntesis, mueve las mareas, el viento y nos aporta vitamina D. Su importancia está reconocida inclusive antes de que existieran las naves espaciales que nos hicieron entenderla un poco más; miles de fiestas prehistóricas, jeroglíficos, escritos, son un ejemplo de cómo nuestros antepasados supieron reconocer su fuerza revitalizante e imprescindible.

El ástro rey no sólo forma parte fundamental del equilibrio planetario y por ende de nuestro equilibrio físico,  sino que también nos puede mover espiritualmente. Como cuando lo tomamos  por 10 minutos para tratar la depresión.

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