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La confección de sueños es la especialidad de Soledad

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Capacitar a los demás en función de los conocimientos adquiridos y de la trayectoria labrada, para que a su vez estos aprendan y emprendan, es una labor admirable que muchos seres humanos deberían aplicar en sus vidas. Tal como lo viene realizando desde hace 18 años la reconocida diseñadora y docente María Soledad Flores, quien partiendo de su facilidad pedagógica ha utilizado sus dones para ayudar.

“Soy la mayor de cuatro hermanos, nací en Perú, pero cuando tenía ocho años de edad mis padres se vinieron con nosotros a Venezuela y nos radicamos en Caracas; allá transcurrió mi primaria y bachillerato, hasta que entré a la UCV para estudiar Idiomas, sin embargo abandoné la carrera porque en un momento sentí que no era lo que me llenaba”.

Entre telas, patrones, hilos, tijeras y agujas nos contó que desde los 14 años de edad sentía un gusto muy particular por el arte de corte y costura. “Como soy de baja estatura y no toda la ropa estaba hecha como para mí, me puse a hacer cursos de patronaje y confección, para aprender a hacer mis prendas o incluso adaptarlas a mi tamaño y gusto”. Sin embargo, jamás imaginó que eso más adelante le traería grandes satisfacciones.

“Estando en la universidad me encontré con una gran amiga, Sandra Carlinno, que estaba estudiando Diseño de Modas en un instituto ampliamente reconocido en la capital del país, con ella me entusiasmé a estudiar, muy a pesar de que mis padres se oponían a que yo cambiara la universidad. En vista de que a mí me gustaba coser y tenía algunos conocimientos previos, resulta que se me dio muy fácil y me fui enganchando cada vez más, me gradué en 1992”.

Explicó que una vez terminados sus estudios empezó a trabajar alta costura en un taller de Chacaíto que estaba dentro de una boutique. “Allí confeccionaba vestidos de novia, fue una experiencia bella y enriquecedora porque se trabajaba con gente de mucha trayectoria, profesionalismo y dedicación; con ellos estuve como por tres años hasta que me independicé al montar mi propio taller en casa”. Justo cuando se graduó en el ’92 decidió casarse con Reinaldo Vera y mudarse para Los Teques, cuatro años más tarde nació Daniel, su único hijo.

Produciendo quimeras

“Al convertirme en madre, bajé un poco el ritmo de trabajo; en 1999 cuando fallece mi padre fue un impacto muy fuerte y mermó aún más la producción. Eso me motivó a buscar otras opciones, fue cuando me topé con una academia en Carrizal que estaba buscando diseñadores para impartir clases de confección; allí descubrí mi otra pasión: la enseñanza”.

Desde ese entonces no ha parado de transmitir sus conocimientos, y de acuerdo a sus propias palabras, lo ha hecho entre otras cosas, con miras a ayudar a los demás a sentirse útiles y productivos. “Por estar metida de lleno en la docencia he ido apartando un poco la alta costura, pero no estoy desligada del todo porque fusioné ambas cosas para hacer lo que me gusta”.

Para 2002, en alianza con la también diseñadora Natalia Fernández, abre un taller en la avenida Bolívar de Los Teques para capacitar a niñas, jóvenes y adultas en el arte del corte y confección de prendas de vestir a través de cursos, que cerraban cada año con desfiles en el que las alumnas derrochaban su talento a plenitud con todo lo aprendido.

“Durante 11 años formamos cualquier cantidad de nuevas emprendedoras que se catapultaron con las herramientas que les brindamos. En 2012 comencé a hacer lo propio en el Complejo Cultural de San Antonio, en 2013 me activé a dictar clases desde el Rotary Club de Los Teques, en la actualidad me mantengo de forma simultánea en ambos espacios enseñando sobre patronaje, corte y confección. Pero no me he dormido en los laureles, siempre estoy en pro de aprender siempre para enseñar cada vez más y mejor a mis alumnas; para la fecha he hecho cursos de corsetería, trajes de baño, ropa íntima, prendas para niños, entre otros”.

Expansión de resultados

Con la calidez y simpatía que caracterizan a esta valiosa mujer, nos aseguró que su mayor satisfacción es la de influenciar de manera positiva en el éxito de cada uno de sus pupilos. “Aportar mi granito de arena para que todas ellas alcancen sus sueños, materialicen sus ideas y salgan adelante con esto como profesión es muy gratificante. Ver la alegría de ellas es fabuloso porque he tenido alumnas desde los 9 años hasta los 70, demostrando que los límites no existen cuando las ganas de alcanzar sus metas son verdaderas; muchas han hecho un nombre fuera de nuestras fronteras”.

Apuntó que el motivo principal que la llevado al punto en el que está ha sido la perseverancia, “con ella duré 13 años como diseñadora y por ella tengo 18 años forjando generaciones de calidad pero con humildad. Con esa premisa fue que llegué al Rotary Club, primero para dictar clases y segundo para hacerme miembro de tan admirable asociación, desde aquí puedo ayudarme a ayudar”. En definitiva, la transparencia del alma de Soledad puede denotarse desde cualquiera de sus facetas, bien sea como diseñadora, como docente o hasta como filántropa.

“Esa misma constancia que le pongo a todo lo que hago, es la que transmito para que ninguna de mis alumnas decaiga en sus intenciones, a todo se le puede sacar provecho, lo importante es querer hacerlo y reinventarse para crear. Afortunadamente he sabido de alumnas, aunque también he tendido alumnos, que hacen lo que yo, transmiten sus conocimientos para que otros puedan emprender; eso también es muy gratificante porque es una labor que se multiplica en la que se piensa en toda clase de publico, se expande la diversificación de gustos”./lb

 

 

 

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