Cuando apenas habían transcurrido tres años del siglo XX y la nación estaba bajo la bota del caudillo de montoneras Cipriano Castro, conocido con los apodos de “El Cabito” Y “El hombre de la levita gris”, sale a la luz pública el Prospecto del Colegio Santo Tomás, impreso en los talleres de la tipografía de “La Religión”, firmado por Tomás Sosa Sáa, donde se señala, entre otras cosas, lo siguiente: “Aunque ardua empresa es hoy establecer y mantener un instituto de educación e instrucción, y aun en concepto de algunos, inútil o vano propósito, por contar ya nuestra sociedad con más que suficiente número de tales establecimientos, nos hemos decidido con todo a fundar uno bajo el nombre que encabeza estas líneas, pues si bien es cierto que la obra es difícil, debemos aprovechar circunstancias que pueden hacérnosla hasta fácil, y no creemos por otra parte, que sea fundada la opinión que tiene por suficiente el número el número actual de nuestros institutos. Un estudio estadístico completo confirma paladinamente nuestra opinión.”
Para el momento de ser publicado el Prospecto del Colegio “Santo Tomás”, en Los Teques se había fundado, el 11 de julio de 1903, gracias a la iniciativa de un grupo de conocidos ciudadanos, preocupados por las dolencias de sus semejantes, la Sociedad Hijos de la Unión. Las familias tequeñas, así como las que llegaban de otros lugares del país, disfrutaban, desde 1894, de la vegetación que encerraba el histórico parque Los Coquitos, creado por el ingeniero Gustavo Knoop. Hasta ese mundo vegetal llegaban, como también a El Encanto, empleando los vagones del tren alemán, muchos turistas a disfrutar de las bellezas naturales de Los Teques, que para ese momento se presentaba como una modesta villa, con un clima que se prestaba para el tratamiento de enfermedades pulmonares.
En otra parte del Prospecto presentado por los de la iniciativa de fundar el colegio “Santo Tomás”, firmado por Tomás Sosa Sáa, se lee: “Nos mueve a fundar dicho Instituto las convicciones expuestas y el hallarnos favorecidos por circunstancias especiales, cuales son el ventajoso clima de este lugar, la tranquilidad que aquí pueden tener para la vida y el estudio los alumnos internos, que serán la mayor parte, y el tener nuestra familia residencia también aquí y con ella facilidad para atender al cuidado de los niños.” Es importante resaltar que lo primero que observaron los promotores de esa institución educativa, fue la benignidad del clima. Asimismo hacían hincapié en la atención que le brindarían al alumnado en lo que a higiene y salud se refería. Se aprovecharía el aire del campo y la realización de metódicos ejercicios gimnásticos. El personal, así quedaba establecido, estaría formado por especialistas en las materias a dictar.
En el libro “Una tierra llamada Guaicaipuro”, del historiador Lucas G. Castillo Lara, al tratar lo relacionado con las posadas, rancherías, hospedajes y hoteles, aparece el nombre José Sosa Sáa regentando un hotel por los lados del Llano de Miquelén, donde así lo plasma el autor de la obra, llegaban distinguidas personalidades, entre ellas, Muñoz Tébar. He aquí la pincelada que nos ofrece Lucas G. Castillo Lara, sobre la parte conocida en Los Teques como el llano: “En Miquelén comenzaba el llano. Era un nombre cariñoso, para designar el lomo entre llano de un cerro. Esta parte era más nueva que el casco del pueblo. El Llano era fundamentalmente una alargada calle que terminaba en El Cabotaje.”
En 1916 se imprime, en la Litografía y Tipografía del Comercio, el folleto “Liceo San José”, donde se señalan las causas del traslado del instituto hacia Los Teques. Recordamos que este prestigioso centro educativo había sido fundado por el médico y pedagogo José de Jesús Arocha en la ciudad de Caracas y trasladado a Los Teques, villa conocida como la Suiza de Venezuela, el año de 1912. En la publicación en cuestión se lee: “El Liceo San José funcionaba a satisfacción en Caracas donde hacía algunos años, cuando fue dado trasladarlo a su actual sede de Los Teques y con destino exclusivo a internado, en el año de 1912. Realizábase así una antigua aspiración de su Director, a quien larga experiencia pedagógica había convencido de la superioridad de los internados para la educación sana u completa.”
Al recordar al Doctor José de Jesús Arocha, se plasmaba: “Su consagración al Liceo es completa y definitiva y todos sus esfuerzos y atenciones están puestas en el progreso de sus educandos y en el prestigio de su obra que es, a su sentir, ponerlos también al provecho común”. Sobre el equipo de educadores que prestaban sus servicios en el instituto se decía: “Los profesores son seleccionados con cuidadosa atención y muchos de ellos viven en el Liceo”. Asimismo se hacía señalamiento en el folleto del magnífico clima tequeño, generoso, saludable y grato y del servicio que prestaba el ferrocarril, así como la carretera, que acercaba Caracas a Los Teques.
Lo cierto es que, el Colegio Santo Tomás, no pudo consolidarse, eso creo, porque hasta los momentos no he encontrado, en los estudios publicados por historiadores, cronistas, ensayistas, pedagogos, periodistas, información que me lleve a la ubicación de la sede de ese instituto. Es posible que tan noble proyecto no alcanzara el respaldo necesario, lo que motivó que la idea se dejara a un lado del camino. En cambio el Liceo San José, fundado e inicialmente con sede en Caracas, logró convertirse, con el correr de los años, en un centro de enseñanza de gran prestigio, tanto local, regional, nacional e internacional. En Los Teques, el Liceo San José se instaló en unas casas alquiladas por los lados de lo que fue la estación del ferrocarril y, más tarde en terrenos de haciendas pertenecientes al señor Saverio Russo y a la familia Ruiz. Los que deseen ahondar en la vida del Doctor José de Jesús Arocha, les recomendó la obra “El Tigre Arocha”, de Luis Enrique Otero. /Jesús María Sánchez/
