Para una familia de cinco personas, la receta de Hilda incluye cuatro kilos de lechosa verde

En las casas de los Valles del Tuy, y especialmente en las de origen ocumareño que hoy viven en Los Teques, diciembre huele a canela, clavito de olor y a ese melado espeso que solo da la lechosa verde cuando se hace con paciencia y cariño.

Cada familia tiene su sello en la hallaca, pero para los Muñoz su emblema navideño es el dulce de lechosa que nunca falta en la mesa.

Hilda, vecina tequeña de raíces ocumareñas, lo cuenta con esa sonrisa que solo aparece cuando habla de su tatarabuela: “Esto viene desde los tiempos de la tatarabuela nuestra. Es ley, si no hay dulce de lechosa, no es Navidad. Es un dulce que le preparábamos al abuelo Narciso, que ya no está entre nosotros”.

La receta, transmitida de madres a hijas, y ahora también a los nietos, es sencilla, pero exige respeto al fuego lento. Para una familia de cinco personas, Hilda calcula lo siguiente:

Cuatro kilos de lechosa verde, 1 panela grande de papelón, un puñadito de clavitos de olor, dos o tres rajas de canela, media cucharadita de bicarbonato, que es el secreto para que quede tierna y sin amargor.

El ritual empieza temprano. Se pela la lechosa, se abre, se le quitan las semillas y se corta en lonjas finas. Luego viene el lavado con bicarbonato y después el primer enjuague.

Se pone a cocinar con poca agua, porque la misma fruta, poco a poco, va soltando su dulzor. Cuando ya está blandita, se agrega el papelón desecho y, si hace falta, un toque de azúcar para que el color quede ámbar profundo, que todos reconocen.

Hilda asegura que hay que menear suave, casi como acariciando, para que las lonjas no se deshagan. El punto exacto lo marca el “melaito”, que se da cuando la cuchara pasa y deja un camino que tarda en cerrarse, ya está.

Se apaga la candela, se deja reposar y luego se envasa en frascos reciclados de vidrio./FB