Por Rómulo Herrera
-Mi lucha fue siempre por la libertad y la grandeza económica, social y política de los pueblos de América. Por eso plantee el Panamericanismo que tendría como centro a la estratégica Panamá y luego la Gran Colombia. Para mí la unidad y la educación son fundamentales para el desarrollo de los pueblos. Son conceptos universales, claro, que yo suscribo.
La voz del Libertador Simón Bolívar, suena clara y firme.
-Cuando afirmé que “la cultura nos hará un pueblo grande”, lo hice porque está confirmado por la historia: los pueblos que fueron faros de luz como Atenas, Roma, París, se desarrollaron y ayudaron a otros a desarrollarse. En los momentos que corren Silicon Valley se lleva la corona: Los grandes avances tecnológicos han surgido de allí y se han extendido por el mundo entero, cuestión que se le agradece a Estados Unidos, porque la luz que se difunde es la que mejor sirve.
-Y ¿Cómo ve la situación en nuestro país, Libertador?
-Muy mal. La crisis económica es la madre de todas las miserias: problemas para adquirir alimentos y medicinas; enfrentamientos en el hogar y desintegración familiar, pero la educación lleva la peor parte con el escape de los educadores, la falta de inversión del gobierno en el área y el regreso de la aprobación de grados por asistencia, lo cual es una aberración que en lugar de ayudar perjudica a nuestra juventud, porque los estudiantes que son promovidos sin tener los conocimientos para el grado superior, terminan por desertar porque nunca tienen oportunidad de nivelarse y terminan siendo objeto de burlas de sus compañeros, como es usual en esas edades.
-Libertador, disculpe, la educación es siembra para el fu- turo, pero en el presente: ¿Qué hay que hacer para salir del precipicio por el que rodamos desde hace 20 años?
-Perdóname -la voz de Bolívar se altera por un segundo, pero luego vuelve a la calma-, aquellos polvos trajeron estos lodos. Cuando se le cerraron oportunidades a la gente del pueblo durante la primera presidencia de Rafael Caldera, en los 70’, eliminando las escuelas técnicas y las normales, se le puso un muro al desarrollo del país y de eso hace casi 50 años. El pueblo venezolano tuvo paciencia con los dirigentes de lo que se dio por llamar la Cuarta República, hasta que se cansó y buscó una salida, que ha resultado peor, es cierto, pero que es resultado de la inconsecuencia de quienes se olvidaron de la justicia social y de la necesidad de utilizar el poder para servir y no para servirse de el.
-Libertador, usted tiene toda la razón, pero dígame, entonces, ¿Cuál es la salida a esta pesadilla?
-Es de tales dimensiones la situación que he tratado de hablar con Dios sobre ella, sobre esa como indiferencia de quienes tienen el poder hacia los problemas de los más humildes y de todos. Esa indolencia no propia de un gobernante normal, me asombra y a la vez me indigna. Pero, claro, es la escuela de Fidel Castro, quien usó su inteligencia para dominar a su pueblo por el hambre y también para burlarse de los cubanos.
-¿Cómo es eso, Libertador? ¿Cómo que burlarse?, le interrumpo con respeto.
-Castro era un gran orador y por encima de eso un excelente actor, que disfrutaba actuando como un gran líder mundial que escribía sus “Reflexiones de Fidel”, con diagnósticos de los problemas del mundo y daba, en teoría, las mejores soluciones. El pueblo se creía estas parodias de Castro, mientras sufría de hambre y miseria, flotando con el cuento de que Cuba era “una potencia” y su líder, uno de los más grandes del mundo, un día vencería a la primera potencia del mundo. Ese hombre arengaba a su pueblo con el eslogan: ¡Patria, socialismo o muerte…venceremos!
-¿Afirma usted que Castro era un farsante?
-Era un actor. Los actores son actores y Castro actuaba, como hoy actúan los oficialistas en Venezuela, pero eso cansa.
-¿Y qué le ha respondido Dios sobre sus inquietudes por su país?
-Él me ha insistido en que tenga calma. Que también están mal Siria y Corea del Norte. Y que los venezolanos aún no han aprendido la lección.
-¿Cómo así? Casi salto de la silla
-Me pone como ejemplo la falta de unidad de la oposición, lo cual la debilita y aleja la negociación con el gobierno que siente que no necesita negociar. El propio Juan Guaidó, quien es el líder que mejor representa por su capacidad, juventud y carisma, a la gran esperanza popular, no ha podido ampliar sus bases de apoyo y, a veces, pareciera estancarse asediado por las tácticas y estrategias del gobierno, especialista en materia de manipulación.
-¿Qué soluciones han pensado ustedes?
-Te aclaro lo siguiente. Desde el Cielo yo abogo por soluciones que atañen a ustedes los que están en la tierra y yo solo quiero que se ponga fin al prolongado
sufrimiento del pueblo por cuya libertad tanto luché. Eso bien lo pueden hacer los que llevan 20 años en el poder con pésimos y dolorosos resultados, rectificando sus fallidas políticas, trabajando con los hombres y mujeres capacitados y con verdadera sensibilidad social y, sobre todo, autoinoculándose amor por su patria.
-Me asombra usted, Libertador. Entonces, ¿usted piensa que la gente del gobierno puede rectificar, cambiar el rumbo y desandar el camino del desastre que ellos mismos han creado en 20 años de destrucción?
-Todo es posible. Como también es posible que la oposición entienda que la comunidad internacional se cansa de darle todo el apoyo internacional y que ellos a lo interno sigan con sus mezquindades, enfrentados entre sí, lo cual hace innecesario negociar para el gobierno. Negociar significa hacer concesiones, dar garantías, abrir oportunidades, amnistía para los que tantos errores y tropelías han cometido, pero que hoy disfrutan las mieles del poder y, como es natural, no quieren pasar del poder a la cárcel, como prometen muchos en su sed de venganza.
-Lo siento pesimista, Libertador, discúlpeme.
-Soy realista. Pero, por naturaleza siempre soy optimista y sé que Dios nos va a ayudar, pero antes tenemos los venezolanos que ayudarnos nosotros mismos y ser amplios, generosos y no revanchistas. Luchen por la unidad y luego negocien, concluyó justo a las 4 de la mañana cuando otra vez despierto sin haber dormido lo suficiente