Bienestar y educación son sus banderas
Las enseñanzas de vida, suelen formar mejores seres humanos. Y este es precisamente el caso del gran educador y gremialista, Félix José Fariñas, quien tras experimentar importantes experiencias durante su niñez se convirtió, poco a poco, en un hombre de grandes riquezas espirituales, que a su vez se han transformado en bendiciones genuinas.
Oriundo del estado Sucre, radicado desde hace 30 años en Los Teques, se ha caracterizado por ser un hombre perseverante, disciplinado y visionario que se ha labrado una significativa trayectoria en el mundo de la educación, pero también en el quehacer político; fusionando perfectamente ambas facetas con miras al servicio de los demás bajo la premisa de la enseñanza y de hacer el bien.
“Soy el menor de ocho hermanos, provengo de una familia muy humilde, analfabetos que a punta de tesón y buenos principios supieron echarnos pa´lante. Viví en Puerto la Cruz y allá desarrollé muy buena parte de mi carrera; considero que tuve una infancia feliz, soy trabajador desde chiquito, sin embargo también era un poco tremendo como todo muchacho de mi edad, por eso me gané una buenas cuerizas que bien valieron la pena. Muy a pesar de eso fui siempre un muy buen estudiante”.
Entre los recuerdos que considera que le sirvieron de base para su formación destacó que por las privaciones económicas con las que creció, pero que eran compensadas con el amor de sus padres, él siempre buscó la manera de colaborar en su hogar. “A los nueve años me puse a vender las mejores arepas del mundo, las de mi mamá; limpié zapatos, hacía papagayos y los vendía, fui repartidor en bicicleta, entre otras cosas más”.
Relató que recibió de su padre un consejo de oro, que le sirvió para convertirse más adelante en una persona productiva que forjó una familia colmada de valores y amor por el estudio. “Recuerdo que un día mi papá, cuando llegó agotado de su jornada de trabajo como obrero en la petrolera, me dijo que estudiara mucho, pues si él hubiera tenido mejores oportunidades no habría atravesado tantas penurias; eso me quedó tan grabado en la memoria que lo recordaba siempre y por eso procuré hacerle caso”.
La primaria y bachillerato las cursó en Anzoátegui, para 1964 estudió en el Pedagógico de Caracas donde se graduó cuatro años después en Filosofía y Ciencias de la Educación; posteriormente hizo una especialización en la enseñanza de la Psicología del Niño y Adolescente, así como de problemas conductuales de parejas.
Por si fuera poco, Fariñas destacó durante una etapa, que calificó de maravillosa dentro de su vida, como un gran deportista, representó a Anzoátegui en béisbol menor, jugó voleibol e hizo parte del equipo de futbol sala en la universidad. “De allí me quedó el seudónimo de “Diablo Rojo”, porque cada vez que perdía mi cara se ruborizaba completamente. Hoy día unos me llaman así, otros me dicen profe, diputado, psicólogo”.
Recogiendo frutos
“En Puerto la Cruz ejercí como profesor por hora, de tiempo completo, subdirector, director, jefe de apoyo docente, jefe de educación media, jefe de la Zona Educativa de Anzoátegui y directivo de la Federación Venezolana de Maestros; se me atribuye la fundación de la primera seccional del Colegio de Profesores en el estado Miranda”.
No obstante, paralelo a su labor educativa, le brindaron la oportunidad de ocupar el cargo de jefe de la oficina regional de Corpoindustria, que asumió por dos años para luego ser el gerente de dicha oficina a nivel de los estados Anzoátegui, Nueva Esparta, Monagas y Sucre. “En 1984 salí de la Zona Educativa y en 1986 llegué a Los Teques donde encontré a mi actual esposa, Carmen Yánez de Fariñas; conocerla fue algo maravilloso, teníamos muchísimas cosas en común, congeniamos rápidamente y hoy día sumamos 30 años de feliz matrimonio”.
En Oriente había también ejercido importantes roles en el ambiente político, por ende venía recomendado desde allá e hice lo propio aquí con Copei, donde desempeñé satisfactoriamente diversas actividades en ese ámbito por muchos años”.
“Pero no todo se enfoca allí nada más, yo me vine con el cargo de mayor rango al que aspiraban los docentes, fui supervisor cinco de la zona educativa de Miranda y me correspondía inspeccionar los liceos Miranda, Roque Pinto, Julio Rosales, colegio Teresa de la Parra, Teorema y me adscriben a educación de adultos. Para 1999 salí jubilado, llegué incluso a ser firmante de los títulos de bachilleres en el estado Miranda”.
Gratitud y amistad
Visiblemente emocionado, recalcó que se siente infinitamente agradecido con Dios, su esposa, sus hijos y sus padres. “En 1964 quería ser abogado, pero no se me dio, una hermana que es educadora me sugirió que entrara al pedagógico, lo hice y quedé enganchado de la carrera porque me sentía en casa, tuve excelentes profesores; aunado a que siempre tuve afán de superación, ese que me llevó a hacer un curso de locución en 1983, donde quedé certificado bajo el número 10.833”.
Al consultarle sobre las mayores bendiciones que ha recibido durante toda su vida, más allá de su amada familia, mencionó haber conocido en Los Teques a personajes que considera verdaderos amigos, tal es el caso de Rómulo Herrera, Pablo Da Silva y Ronald Peñaranda. “Que bonito es cosechar hermanos del alma, como ellos. Soy un amante de la amistad sincera y la respeto, siempre he practicado las relaciones sociales. Así mismo encontrarme con mis exalumnos convertidos en profesionales y hacer parte de su círculo de amistades es algo gratificante”.
Reveló que lo que afortunadamente lo ha llevado a ser lo que es hoy, radica en sus tres características principales: constancia, amistad y creer en sí mismo, con una gran sonrisa nos dijo que, hoy por hoy, se siente muy satisfecho, aún y cuando pudo haber cometido algunos errores, de esos que forman parte de la cotidianidad del ser humano. “Estoy orgulloso de mi profesión, si me tocara nacer de nuevo sería otra vez educador”./Maribel Sánchez/no/Foto: William Sánchez/