26/10/15.- Lo que puede parecer un relato fantasioso a cualquier extranjero, para un venezolano es una muestra de los tantos milagros que el Médico de los Pobres ha hecho.
El estar al borde de la muerte producto de alguna enfermedad o accidente y ver a un hombre con aspecto impecable, más parecido a un ángel que a algún especialista, acercarse a la camilla y sanar mediante palabras o imposición de manos, para luego irse sin decir nada más, son relatos bastante comunes entre la población devota a José Gregorio Hernández, quien nació un día como hoy en la población de Isnotú, Trujillo, hace 151 años.
En septiembre de 2013, la alegría colmó los corazones de los fieles católicos, luego de que el papa Francisco mostró su interés por la beatificación del Venerable.
Según dijeron en ese entonces representantes de la Conferencia Episcopal Venezolana (CEV), su santidad manifestó estar muy cerca de la población venezolana, así como lo ha dado a conocer durante los últimos dos años.
Para la Iglesia Católica, un beato es un difunto cuyas virtudes fueron certificadas por el papa y esto le permite ser honrado con culto. El término significa “feliz o bienaventurado”.
“En Venezuela se sigue tomando el ejemplo de José Gregorio, quien fue un ciudadano ejemplar y buen cristiano. Siempre cumplió con sus deberes, ayudó al prójimo y sus acciones son recordadas y celebradas hoy”, detalló el padre José Antonio Da Conceicao.
Mientras se aguarda la decisión papal, miles de creyentes de todos los rincones del país se unen hoy en oración y realizan diferentes actividades en pro de los más necesitados. En la iglesia de La Candelaria, donde reposan los restos del milagroso médico, se oficiarán en el transcurso del día misas solemnes en su honor y por su beatificación.
Devoción que crece
Efigies de todos los tamaños reposan en pasillos del hospital Victorino Santaella Ruiz, clínicas y ambulatorios de los Altos Mirandinos, debido a que en tiempos de angustia, familiares de enfermos acuden al consuelo de prenderle una velita al Venerable.
La enfermera de este centro, Lilia Castillo, relató que su oficio no es lo único que ha hecho que su amor hacia el doctor Hernández haya aumentado, ya que una vivencia propia logró que le entregara por completo su fe.
“Cuando mi hija tenía cuatro años le detectaron una insuficiencia renal y lo primero que hice fue arrodillarme y pedirle encarecidamente a José Gregorio que la curara. No sé si lo soñé o lo vi, pero una noche, un hombre de bata blanca, muy parecido a él, se acercó a la cama de la niña, le tocó la cabeza y luego desapareció”, contó la profesional de la salud. Al día siguiente, le hicieron los exámenes y según alegó, la pequeña estaba completamente sana./ac
Por: Glorimar Fernández/Foto: Jesús Tovar