El presidente de Nicaragua, Daniel Ortega, ha subido el tono contra la Conferencia Episcopal de Nicaragua.
Tras la petición de Ortega a la Iglesia, a inicios de mayo, los obispos convocaron a un grupo destacado de personalidades —entre ellos estudiantes, empresarios, campesinos, feministas, sindicalistas y académicos— para que negociaran con los delegados de Ortega. Así se formó la opositora Alianza Cívica. El mandatario esperaba poder controlar las negociaciones, pero desde el primer día del diálogo, el 18 de mayo, cuando Ortega estuvo presente, el diálogo no fue como él esperaba.
Desde entonces, en las negociaciones, gracias a la presión de la Alianza Cívica y la mediación de la Iglesia, se ha logrado que organizaciones internacionales de derechos humanos entren en el país para documentar el nivel de violencia y que se forme un grupo de expertos independientes que investigue la situación que vive el país desde mediados de abril, cuando comenzó la crisis. Los obispos presentaron a Ortega una propuesta de negociación que incluye el adelanto de las elecciones a marzo de 2019, pero el mandatario, aferrado al poder, ha rechazo discutirla. El diálogo sigue estancando.
El 19 de julio, durante la celebración del 39º aniversario de la revolución sandinista en Managua, Ortega acusó a los obispos de golpistas e intentó desacreditarlos y borrarlos como mediadores del diálogo. Fuentes consultadas en Managua afirman que el mandatario quiere moldear un diálogo a su medida, por lo que está negociando con el Sistema Centroamericano de Integración Económica (SICA) para que esta organización regional funcione como garante de los acuerdos.
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