La feliz iniciativa de celebrar la Misa del Deporte nació en el corazón sacerdotal de Mons. Francisco Castillo Toro el 6 de enero de 1945, a raíz del funeral en 1944 del pelotero José Pérez Colmenares en la iglesia de La Divina Pastora, quien quiso con ella poner en evidencia el valor del deporte como actividad humana y la necesidad de acercarse a Dios de todos los que se dedican a las nobles, saludables y constructivas disciplinas deportivas.
En Los Altos Mirandinos, se celebra desde hace mas de 20 años, donde los alcaldes condecoran a los atletas y dirigentes que se destacaron en el año anterior con los Ordenes Julián Martínez Fuentes en Guaicaipuro, Eduardo Pardo en Carrizal y Delio Amado León en Los Salias.
Siguiendo sus huellas, a lo largo de sesenta y nueve años, los pastores y fieles de la Iglesia unen sus oraciones a las de los deportistas y dirigentes, para dar gracias a Dios por las bendiciones recibidas en el mundo deportivo, y para pedir su protección en el año que recién comienza. La Misa del deporte es un encuentro anual de fe cristiana que, como toda tradición buena, merece conservarse y profundizarse, dado que el deporte es, con toda seguridad uno de los fenómenos más significativos del mundo de hoy.
En la homilía, los sacerdotes presentan algunas reflexiones sobre el valor del deporte, a la luz de la Fe Cristiana, haciendo alusión a la Primera Carta a los Corintos, en la cual el apóstol San Pablo, que conocía bien el mundo deportivo de su tiempo, comparó la salvación con una competencia deportiva, recordó que sí, para conseguir una medalla o un trofeo, es necesario que un deportista tenga honestidad consigo mismo y con los otros, lealtad, fuerza moral, – tal vez más que la fuerza física -, perseverancia, generosidad, amplitud de mente y de corazón, capacidad de convivencia y de compartir, estas virtudes son aún más necesarias para alcanzar el premio que no se destruye, el que sólo Dios puede darnos, el de la salvación.
También se aprovecha la ocasión tan singular para invitar a todos, y especialmente a los más jóvenes, a descubrir la grandeza de ser cristianos, y a vivir, conforme a las enseñanzas de Jesucristo, según la ley suprema del amor, el cual es el secreto de una vida feliz y la dimensión más profunda y auténtica del deporte invitan a todos a contribuir a la construcción de la civilización del amor, tanto con la práctica deportiva como con su conducta de cada día, les recuerda la grave responsabilidad que tienen como cristianos de trabajar, con todo su corazón, para que Dios no esté ausente en esta importante dimensión de la actividad humana que es el deporte.
Así mismo, se destaca la importancia de redoblar esfuerzos para hacer del deporte una forma sublime de desarrollar la dignidad, la libertad y el desarrollo integral del hombre, de modo que el deporte esté al servicio del hombre y no se convierta en un fin en si mismo, a no olvidar que la dignidad de la persona humana constituye el fin último del deporte.
Se pide que la luz de Dios que guió a los Reyes Magos a encontrar y reconocer a Jesús en el portal de Belén, guíe a los deportistas y dirigentes a reconocerlo como su Dios y Señor. Que esta Misa del Deporte, sea una ocasión propicia para renovar en cada uno de los venezolanos, el compromiso generoso de hacer presente en nuestra sociedad el amor recíproco, la fraternidad sincera y una auténtica solidaridad, a través del deporte.
La celebración eucarística es también una ocasión propicia para formular votos por el éxito de la gestión de las autoridades deportivas, especialmente ahora que se les asigna mayor responsabilidad y amplitud de acción, y para rezar por los eventos que tendrán lugar en nuestro país y en el exterior en el presente año que se inicia.
Por Iván Álvarez Vitta