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Alertan sobre estafas con venta de oro en Altos Mirandinos

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Periodistas de Avance

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Un nuevo modus operandi ha surgido a propósito del auge que ha recobrado la compra y venta de oro durante los últimos meses en los Altos Mirandinos y la capital de la República. 

 De acuerdo con un trabajo realizado por El Universal, se trata de supuestos empresarios que deambulan en los alrededores de locales certificados, quienes ofrecen hasta más del doble de lo que pagan en los negocios ubicados en los centros comerciales.

 “Venía de verificar el precio de un reloj de oro italiano que data de la segunda guerra mundial y me dijeron que estaban pagando el gramo en 70 millones de bolívares y a unos pocos metros tras salir del negocio al cual ya he vendido en ocasiones anteriores, me interceptó una muchacha diciendo que estaban pagando 200 millones por gramo”, relató Zued Rodríguez.

 La diferencia de precio tentó a la mujer, quien siguió a la supuesta vendedora hasta un apartamento a las afueras del centro comercial La Casona, en San Antonio de los Altos, donde las esperaba un hombre.

 “Me pidió ver la pieza y al verla ambos se miraron y él dijo que no parecía oro, que si la podía fundir para estar seguro de la autenticidad del material. Al principio dudé porque en los locales visitados habían aplicado la prueba con un líquido y no había duda de que era oro, pero al ver la diferencia de precio accedí”, contó.

El sujeto metió la prenda en un pote que tenía un fondo y tras 5 minutos supuestamente fundiendo el reloj, abrió la lata y mostró una pieza amorfa. “Cuando me dijo que no era oro, pregunté por mi reloj y me dijo que ya lo había fundido y ese era el resultado. Objeté tal argumento porque yo sabía que había que desarmar el reloj y que la fundición no era instantánea, pero mientras refutaba llegaron otros cinco hombres en actitud amenazante y me invitaron a retirarme del lugar donde solo había un escritorio y un silla”, continuó diciendo.

Rodríguez salió llorando del sitio porque se dio cuenta que había caído en el modus operandi de los vendedores de calle, quienes intercambian las piezas por un pedazo de chatarra sin valor comercial alguno y después intimidan a los dueños para que se vayan sin ellas.

 “Al consultar con un policía me dijo que había accedido voluntariamente y me había metido en un apartamento ajeno a riesgo de cualquier cosa; que sería la palabra de cinco hombres más una mujer versus la mía; prácticamente me hizo desistir de poner la denuncia de lo que se ha convertido en una nueva manera de hurtar a las personas que como yo buscaban una solución”.

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