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Betancourt le disparó a un perro en Los Teques

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Periodistas de Avance

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Los Teques, el paraíso que queda sólo en algunas memorias

Jesús María Sánchez

Los Teques, parroquia eclesiástica desde 1777 y capital del Estado Miranda a partir de 1927, se caracterizó por poseer en su quebrada y acogedora geografía, una serie de atractivos que, de acuerdo a las informaciones proporcionadas por historiadores, cronistas, periodistas y narraciones orales,  colocaban a la población como sitio obligado de visita y esparcimiento utilizando para ello los vagones del tren y luego la carretera que, partiendo desde Las Adjuntas, la comunicaba con Caracas.  

Las dos rutas, la férrea y la terrestre, de acuerdo a los viajeros, estaban adornadas por hermosos paisajes, donde la vegetación, al lado de las cristalinas aguas del río San Pedro, constituían centro de admiración para los que se desplazaban hacia Los Teques. Asimismo los pasajeros del tren,  al bajarse en la estación, podían disfrutar con mayor intensidad del paisaje, dado que cerca de allí se encontraban con los dominios del parque Los Coquitos, bautizado luego con el nombre del ingeniero Gustavo Knoop, su creador. 

El bucólico ambiente de la villa tequeña, invitaba, no solo a recorrerla, deleitándose con todo lo que ella encerraba, sino que también fue aprovechado por conocidas familias caraqueñas y de otras partes del país, todas muy conocidas en el terreno político, económico, social y cultural, para fabricar hermosas y cómodas residencias, admiradas, no solo por su arquitectura, sino por los jardines que las rodeaban.

Repartidor de leche en Quitrín

En las páginas redactadas por los escritores Aníbal Laydera Villalobos, Ildefonso Leal, Luis Enrique Luna, Adolfo Rodríguez, Manuel G. Henríquez Ledesma, Guillermo Castillo Lara, Ángel Pinedo, José Rafael Malpica, Julio Barroeta Lara,  Carmen Mannarino, Carlos Guedler,  nos pintan, como escribió Carmen Mannarino,  un “pueblo de rieles y neblinas”, al lado de identificar, con sus respectivos nombres, las mansiones levantadas en Los Teques y  las familias que en ellas habitaron. 

Tiempo cuando los residentes en la pequeña urbe podían mirar con simpatía al madrugador repartidor de leche recién ordeñada en la vaquera cercana, envuelto en su gruesa cobija, dejándole a sus clientes los litros solicitados  y respirar la fragancia de las flores que los arrieros transportaban en nobles asnos hacia el mercado de la localidad. 

La escritora Carmen Mannarino, hija de Los Teques y destacada historiadora y educadora, en su obra Era un Mundo de Rieles, nos ofrece un bello trazado acerca del repartidor de  leche: “El quitrín para el reparto de la leches se oía desde muy lejos. Su campana adelantaba  la sensación de sabor tibio coronado de espumas. Desde la puerta de mi habitación, descalza,  yo contemplaba con deleite el trasiego de la leche desde los tarros de aluminio del lechero a las vasija de peltre de mi casa”.

Suntuosas residencias edificadas en Los Teques

 A  continuación les dejamos una lista de las casonas, todas acogedoras, cómodas, bien construidas , rodeadas de árboles frutales y ornamentales, y empleada por sus dueños para temperar, de acuerdo a lo compilado por el historiador Manuel G. Henríquez Ledesma y divulgado en su ensayo  Los Teques de Ayer 1900—1935. 

En dicho trabajo se encuentran la quinta San José, sede en la actualidad del Ateneo de Los Teques y donde vivió José Vicente Gómez, hijo del caudillo Juan Vicente Gómez, quien gobernó a Venezuela con mano de hierro desde 1908 hasta 1935; Quinta Bueno, propiedad del  doctor Adolfo Bueno,  sede del Colegio María Auxiliadora; quinta San Vicente,  situada donde hoy se alza el hongo de concreto conocido como Residencias Tamarí, habitada por Dionisia Bello, mujer de Juan Vicente Gómez; Villa Theola, del general Antonio Pimentel y de su esposa Teolinda, conocida esta propiedad, antes de ser adquirida por Pimentel, como villa Amelia;  Quinta Hilario, donde residió el general David Gimón, el lugar lo ocupa el Grupo Escolar República del Paraguay; Queniquea,  fundo y casona que fue propiedad del general Eleazar López Contreras, presidente de Venezuela; Ramo Verde, casa y hacienda del general  Vicencio Pérez Soto, en el sitio tiene su sede la Escuela de Guardias Nacionales; Quinta Andrade, situada en los terrenos que ocupa la estación de gasolina La Hoyada;  quinta Zuloaga, levantada en Campo Alegre, en la ruta conocida como Camino Real, vía urbanización Los Nuevos Teques, en los espacios que ocupa actualmente la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días; quinta Álamo, sede de la Casa Cuna Consuelo Marturet;  Casa Boulton, convertida luego en sede del Club Miranda; Quinta Branger, de Juan Branger, ubicada en el lugar donde hoy está el  centro comercial La Hoyada.  

 El académico, historiador, investigador, escritor, Ildefonso Leal, recuerda que en 1994 fue demolida la casona de los Moros Ghersi, la cual había sido decretada Monumento Histórico Regional, lo cual no impidió para que los dientes de acero, léase tractores, la derribaran, borrándole a Los Teques una reliquia arquitectónica. 

En los terrenos de La Hoyada también se encontraba, escribe Ildefonso Leal, la Casa Blanca de Charles  Röhl, lujosa mansión así la retrata nuestro cronista Ildefonso Leal, quien recuerda también que la misma poseía dos plantas y 16 ventanas.

El disparo contra el perro fue en Los Teques

 En Los Teques también se mantuvo la espaciosa residencia del señor  Frank Pocaterra, hacia donde se dirigió un día el presidente Rómulo Betancourt, quien al llegar a la entrada, se encuentra, así se lee en la edición especial del semanario Quinto Día del 30 de septiembre de 2005, con un perro, aparentemente bravo, como reza la nota, Betancourt desenfundó su revólver, el cual siempre llevaba en la cintura, disparándole un tiro, con tan mala suerte, eso también esta en la breve reseña, que el mismo dio en una pierna de su hijo político  Alfredo Coronil  H. 

Sobre este asunto, quien esto escribe llegó a escuchar que el asunto del perro había sido en una casona de Caracas y, al momento de ver al can con los colmillos pelados, Rómulo Betancourt peló por su armamento disparándole al animal, dejándolo tendido en el piso. 

Lo cierto es, de acuerdo a lo publicado por Quinto Día,  afirma que lo del perro es cierto, pero que el escenario no fue una residencia caraqueña, sino tequeña. Algunas publicaciones periódicas llegaron a recoger, unas declaraciones de Rómulo Betancourt donde decía: “Entre el revólver y mi cintura hay una fraternidad casi simbiótica, después de décadas de diaria convivencia”. En una curiosa fotografía, donde Rómulo Betancourt aparece recibiendo a un colega presidente, se observa claramente el revólver. /gf

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