El ciclo dedicado al compositor alemán sigue con las sinfonías N° 7 y N° 8.
El oro se acrisola en el fuego. En esa luz se tradujo el resultado de la Sinfonía N°3 en Mi bemol Mayor y la Sinfonía Nº 4 en Si bemol Mayor de Ludwig van Beethoven, de la segunda jornada del ciclo que culmina el viernes con una de las mayores divisas y paradigmas de la historia de la música moderna, la Novena Sinfonía.
Contundente “Heroica”
Muchas capas de información se cruzan en la hoja de vida del compositor alemán, tanto en el período de la composición como en las fechas de estreno de estas dos obras que ponen fin a una era musical. La Orquesta Sinfónica Simón Bolívar y su director, el maestro Gustavo Dudamel, lo saben. O al menos tocan estas piezas teniendo la misma edad que el genio del siglo XIX. La edad en que aflora el alma, Simón Rodríguez dixit.
La contundencia con la que el pasado martes iniciaron el adagio del primer movimiento se tradujo en absoluta solemnidad, gracias en buena parte al protagonismo de los contrabajistas de la agrupación.
En el segundo capítulo del ciclo Beethoven, la Bolívar abarcó en escena y en sonoridad con todo su cuerpo presente. El dramatismo que supone el segundo movimiento, la Marcia funebre: adagio assai de la Heroica, expuso la ambivalencia, ambigüedad y el alto grado de exigencia personal que yace en el concepto de esta sinfonía. Los abismos melódicos del último movimiento conservaron su equilibrio producto del evidente puente entre violines y vientos metales: flautas, oboes e intensos cornos; sin dejar atrás el trabajo del fagot, elogiado por el director musical al final del concierto.
El crepúsculo de la gloria
Veinte minutos de intermedio prepararon a la Sala Simón Bolívar del Centro de Acción Social por la Música de Quebrada Honda, para entrar a la luz del compositor, quien para la Cuarta Sinfonía, compuesta en el verano de 1806 y terminada en el otoño de ese mismo año, estrenó la obra en el marco creativo de la ópera Fidelio, dolor de cabeza bethooviano. “Todo este asunto de la ópera es de lo más agotador que hay en el mundo, porque estoy insatisfecho con la mayor parte y prácticamente no existe en ella ningún número que, con mi actual insatisfacción, no cambiaría aquí y allá con cierto grado”, dice en uno de sus diarios el hijo de Bonn.
Podríamos deducir entonces que la Sinfonía N°4 significó el crepúsculo para la alegría e ingenio de las partituras posteriores, atenuando el conjunto de oscuridades que lo intentaban suprimir.
En escena, afloró nuevamente versatilidad del conjunto orquestal tomando en cuenta el contraste de las dos obras, ello dejó cuenta de 22 años de preparación y ejecución.
Entonces brilló la amalgama de las filas de flautas, oboes y cornos durante el segundo adagio. Para luego seguir dando muestra del sello que distingue a esta agrupación, a”un briosa y a veces desbocada en los allegros.
Unión y alegría
El jueves interpretarán la Sinfonía N° 7 en La Mayor y la Sinfonía N° 8 en Fa Mayor. El viernes será el turno para reencontrarse con el mensaje de unión y alegría de la Novena Sinfonía.
En este montaje sinfónico-coral participarán la Coral Nacional Simón Bolívar y contará con las voces de la soprano Ámbar Arias; la mezzosoprano Marilyn Viloria; el tenor Jesús Herrera, y el barítono Jonás Yajure, interpretando los textos de la Oda a la alegría, escritos por el poeta Friedrich Schiller.
Así Dudamel conmemora el 42 aniversario del Sistema Nacional de Orquestas y Coros Juveniles e Infantiles de Venezuela, continúa en todo el país y prepara una gira que comenzará en Barcelona, continuará en Hamburgo, y cerrará en Viena, ciudad que conoce todas las maneras habidas de Beethoven.