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Fundación Los Teques conmemora muerte del Santo Patrono de Los Teques

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Este jueves en conjunto con la Cofradía de San Felipe Neri

Este jueves 26 de mayo, la Fundación Los Teques, en conjunto con la Cofradía de San Felipe Neri, conmemorará la muerte del Santo Patrono de la capital mirandina, en la que una procesión, un conversatorio, obras de teatro y exposiciones se realizarán en los espacios de la Casa de la Cultura de Los Teques.

La información la suministró Williams Rodríguez, coordinador de eventos de la Fundación Los Teques,  quien expuso que las actividades comenzarán a las 2 de la tarde con la inauguración de la galería y exposición de dibujos de la vida y obra de San Felipe Neri, en la que los protagonistas serán los niños del Colegio que le honra con su nombre.

“Posteriormente se realizará una tertulia y, antes de la misa, se realizará la puesta en escena sobre San Felipe, a cargo de niños de planteles de la capital mirandina, para luego dar paso a la misa y a la procesión prevista para las seis de la tarde”, dijo.

El Apóstol de Roma

San Felipe Neri nació en Florencia, Italia, en 1515, y falleció el 26 de mayo de 1595. Fue uno de cuatro hijos del notario Francesco y Lucretia Neri. Muy pronto perdieron a su madre pero la segunda esposa de su padre fue para ellos una verdadera madre. La obra de San Felipe habría de consistir en reevangelizar la ciudad de Roma y lo hizo con tal éxito, que un día se le llamaría “el Apóstol de Roma”.

Felipe consagraba el día entero al apostolado; pero al atardecer, se retiraba a la soledad para entrar en profunda oración y, con frecuencia, pasaba la noche en el pórtico de alguna iglesia, o en las catacumbas de San Sebastián, junto a la Vía Appia. Se hallaba ahí, precisamente, la víspera de Pentecostés de 1544, pidiendo los dones del Espíritu Santo, cuando vio venir del cielo un globo de fuego que penetró en su boca y se dilató en su pecho. El santo se sintió poseído por un amor de Dios tan enorme, que parecía ahogarle; cayó al suelo, corno derribado y exclamó con acento de dolor: ¡Basta, Señor, basta! ¡No puedo soportarlo más!”.

Cuando recuperó plenamente la conciencia, descubrió que su pecho estaba hinchado, teniendo un bulto del tamaño de un puño; pero jamás-le causó dolor alguno. A partir de entonces, San Felipe experimentaba tales accesos de amor de Dios, que todo su cuerpo se estremecía. A menudo tenía que descubrirse el pecho para aliviar un poco el ardor que lo consumía; y rogaba a Dios que mitigase sus consuelos para no morir de gozo. Tan fuertes era las palpitaciones de su corazón que otros podían oírlas y sentir sus palpitaciones, especialmente años más tarde, cuando como sacerdote, celebraba La Santa Misa, confesaba o predicaba. Había también un resplandor celestial que desde su corazón emanaba calor.

Fuente: NP

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