Periodismo de Soluciones

Juan Pablo II, peregrino de mil caminos y un santo de nuestros tiempos.

virgen-de-coromwww

Publicidad

Por:
Por:

Comparte esta noticia

El Papa viajero será canonizado este domingo

“Santo, santo, santo”, coreaban a viva voz los miles de fieles presentes en la plaza de San Pedro aquella triste mañana de abril, mientras el cardenal alemán Josep Ratzinger (quien días despues resultaría electo por el cónclave como el sucesor del Papa) presidía la emotiva ceremonia de despedida al amado Juan Pablo II, y el viento volteaba las páginas del Evangelio colocado sobre el ataud, como diciéndole adiós.

Este gran hombre que durante casi 27 años se entregó sin reservas al servicio y la caridad como el sucesor de Pedro,“ahora está frente a la ventana de la casa del Señor y nos bendice”, como lo afirmó entonces Ratzinger. La canonización es, pues, un regalo de amor al hombre de alma jóven, al peregrino de mil caminos e incontables testimonios de fe, esperanza y caridad.

Durante 26 años le vimos como desde la misma ventana enviaba al mundo cada mensaje y cada bendición, y aquella mañana algo fría y nublada, parte de este mundo quiso retribuirle un poco de lo mucho que le dejó: un legado de amor y compromiso en la misión de llevar a cada rincón de la humanidad el mensaje de salvación y santidad de nuestro Señor Jesucristo, con decisión y valentía.

Millones de fieles llegados a Roma desde diferentes rincones del mundo, entre lágrimas y aplausos, le acompañaron en su último viaje por su querida plaza, que es, fue y será testigo de infinitas plegarias por verle en los altares, y que guardará en páginas imborrables el inmenso honor de ser parte de esa tierra a la cual le dio tanto amor. Ya no estaba el papamóvil, esta vez nuestro querido Papa hacía su último recorrido en hombros de su guardia de honor, y en brazos de su amor eterno avanzaba a su última morada, en medio del doblar de las viejas campanas tambien teñidas de dolor.

26 años de entrega incondicional y perdón

Tal vez algunos miraron un instante al pasado para recordar que un domingo 16 de octubre de 1978, el cardenal polaco de nombre raro decidió llevar su pontificado como Juan Pablo II. En ese momento nacería la eterna primavera que hoy llega a los altares; un santo de nuestros tiempos,tangible, cercano, impregnado de la divinidad que le prodigaron Cristo y María.

Cómo no agradecer hoy a Dios la santidad de este hombre que se consumió sin quejarse, a pesar de sus años y su enfermedad, pese a sus malos momentos. Cómo no recordar con admiración el perdón que le dio a quien atentó contra su vida.

Se marchó exaltando el papel de la Iglesia como maestra de los hombres y destacando la necesidad de una sólida y profunda fe, arraigada exclusivamente en el amor de Jesús. Cómo no transformar esa inmensa tristeza de verle partir, en gozo y alegría por verle volver entre los santos y mártires del Señor.

Miles de pueblos le recibieron con los brazos abiertos, radiantes de alegría y esperanza colmaron sus calles y avenidas para vivir y escuchar el mensaje que Jesús quiso enviarles a través de su palabra y su testimonio. En millones de corazones vivirá por siempre, será recordado y venerado por su humildad y entrega, por sus palabras, por transmitir y por vivir como el buen pastor con su rebaño.

Su pontificado se caracterizó, entre muchas obras, en abogar por una mejor calidad de vida en los países más pobres, la unión y defensa de la familia como centro de la sociedad, la condena del aborto, del divorcio, la esterilización y la eutanasia; y el derecho de los pueblos a vivir en libertad, en sana y verdadera paz como derecho ineludible.

Fundador de la Jornada Mundial de la Juventud

El Papa joven como se llamó a sí mismo al sentir tanto amor y entrega por este sector tan importante de nuestra sociedad, ha sido el representante de nuestra Iglesia Católica que más se acercó a la gente de todos los confines del orbe. Fundador de su amada Jornada Mundial de la Juventud, afirmó siempre que son ellos los protagonistas de este encuentro de fe, esperanza y unidad, cuyo fin es mostrar al mundo el rostro joven del salvador de la humanidad.

Esta humilde peregrina tuvo la dicha de conocerle y encontrarse con él y con el Señor en su última jornada, celebrada en Toronto en 2002. Allí, junto a miles de jóvenes de diferentes lenguas, recibimos su mensaje: “Vosotros sois la sal de tierra, vosotros sois la luz del mundo”, (Mateo 5:13-14).

Durante el encuentro, nos ratificaba el mandato del Evangelio: “Ser luz de Cristo en nuestros pueblos y llevar su palabra a todos los rincones, ser testimonios de la fe y la verdad, de la aurora del nuevo día y centinelas del mañana, que anuncien con alegría la llegada del sol, que es Cristo resucitado”.

Como hombre de Dios y habiendo permanecido en constante comunicación con Él, sabía que no volveríamos a vernos, pues al despedirse nos dijo: “Cristo les espera en Colonia en la proxima Jornada de la Juventud en 2005”, y así fue, partió al encuentro con el Señor el 2 de abril de ese año.

Venezuela lo recibió con los brazos abiertos

La tierra de la Madre María de San José y de José Gregorio Hernández fue testigo de su peregrinar y bendecida por su visita en dos oportunidades. Venezuela le recibió con gran alegría y vivió junto a él intensas horas de paz y felicidad.

Una tarde de enero de 1985 pisó nuestro suelo por primera vez, y pidió al pueblo venezolano luchar contra el divorcio que arruina a las familias e incide negativamente en la educación. “Que no se rompa lo que Dios ha unido”. Hizo énfasis en el respeto a la vida al recordarnos que no es lícito suprimir una vida humana con el aborto o la eutanasia.

Solo Caracas, Maracaibo, Mérida y Ciudad Guayana fueron testigos físicos de su presencia, pero Venezuela entera le recibío espiritualmente, y cada rincón le recuerda por esa hermosa canción titulada “El Peregrino”, interpretada por el niño Adrián Guacarán.

Tras una dulce espera de 11 años, un viernes 9 de febrero de 1996 vuelve a nuestro país, con motivo de la inauguración del Santuario Nuestra Señora de Coromoto, donde ofició la misa en su honor en La Carlota. Desde allí exhortó a todos a derribar los ídolos para superar la crisis; y durante una multitudinaria concentración en Los Próceres, instó a los jóvenes a no tener miedo a lanzar las redes, a ser profetas de vida.

Muchos dicen que somos seguidores de hombres, pero jamás será cierto; somos seguidores de Cristo, eternamente agradecidos por haberle permitido a Karol Józef Wojtyla ser fiel instrumento de su palabra y de su amor, y a través de él, permitirnos fortalecer nuestra fe, nuestra esperanza y nuestra caridad./ac/Rosa Moreno.-

Noticias relacionadas