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“Los Teques siempre ha sido cuna de grandes músicos”

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Hablar de Gustavo Figarella es referirse a un verdadero gigante musical, que para orgullo nuestro nació, se crió, se formó y reside en la ciudad de Los Teques; de la cual aseguró “es una gran cantera de músicos”. La Rondalla Venezolana, Gualberto Ibarreto, María Teresa Chacín, solo conforman una pequeña parte de la gran cantidad de figuras artísticas con las que ha trabajado.

“Desde que llegué al mundo mi entorno fue el sector del Guácharo, frente al antiguo sanatorio Padre Cabrera. Soy músico por guataca, aunque debo decir que también por herencia familiar me viene esa vena; mi padre era un excelente pianista y mi mamá tenía madera para ese instrumento, pero mi abuelo no la dejó incursionar porque en el conservatorio había muchos varones estudiando, eran otros tiempos”.

Recordó que a los cinco años de edad comenzó a tocar tambor, gracias a que su abuelo materno tomó la iniciativa de enseñarlo, ya que había visto, en varias oportunidades, al pequeño toqueteando rítmicamente todo lo que se le atravesaba. Mas adelante, con diez años se inició con un cuatro que le costó dieciséis bolívares. “Todo lo aprendí con mi familia y por mi natural oído musical, soy autodidacta”.

Cuatro años más tarde se entusiasmó por la guitarra y se incorporó a la agrupación gaitera Los Tupamaros, instrumento que aún conserva intacto y con el cual posó para el lente de nuestro reportero gráfico. Para ese entonces, Gustavo, que montaba a caballo desde los nueve añitos, era amansador de equinos coleadores; así que de estar rodeado por ambos escenarios nació un particular amor por la música venezolana, a los 16 años se desarrolló como arpista.

Figarella, es padre de Gustavo José, José Manuel y Maitana, a quienes ha transmitido siempre los principios que lo han conducido satisfactoriamente por el camino correcto. Desde hace trece años está casado con la cantante y docente, Margarita Mora, quien es la responsable de que este ingenioso músico siga hoy día entre nosotros, por dos situaciones muy puntuales que han marcado un hito en la vida del arreglista.

“En 2003 me surgió la oportunidad de irme a vivir para Grecia, allá trabajé muchísimo y hasta grabé un disco, pero solo estuve un año porque volví a Venezuela para gestionar una documentación y me topé con Margarita, con quien me casé y soy muy feliz. El segundo episodio tuvo que ver con un cáncer de garganta que me fue diagnosticado en 2008, gracias a la insistencia de mi esposa ante una persistente y atípica ronquera por un shock emocional que recibí decidí acudir al médico”.

En ese primer momento debió enfrentar 36 sesiones de radioterapia, en 2011 recayó ante la enfermedad y debió ser intervenido quirúrgicamente. “Fue una etapa muy dura, pero no me tumbó ni por un segundo, lo asumí como una gripe, me dije que lo superaría y lo logré”.

Productor incansable
Entre los años 75 y 91 se desenvolvió en algunas agrupaciones gaiteras e incluso llegó a dirigir una de ellas, “decidí hacer una pausa para dedicarme al género parranda donde surgió Raza y Tambor, donde integramos a los ganadores de La Voz Negra de Barlovento, estuvimos vigentes hasta 1999”.

No pasó mucho tiempo cuando experimentó como arreglista, se le dio de una manera tan genuina que le ha labrado una interesante trayectoria. En el año 92 arrancó la Orquesta Típica de Miranda y Gustavo comenzó a hacerles los ajustes musicales.

“Yo no sabía escribir música, José Alberto Mondragón traducía lo que yo le dictaba hasta que me puse a aprender, en un abrir y cerrar de ojos estaba haciendo lo propio gracias a la instrucción de Miguel Delgado Estévez y de Mondragón”.

Cinco horas diarias, sin falta, son suficientes para que esta institución musical de nuestra ciudad pueda crear las más fascinantes notas. “Soy muy disciplinado, el interés que uno le pone a las cosas es lo que conduce al éxito; a veces pongo el reloj a sonar no para levantarme, sino para acostarme a dormir”.

Cargamento de éxitos
Para 1994 comienza a trabajar con Sonográfica, graba junto a Ricardo Montaner, Cheo Hernández Prisco, Un solo Pueblo, María Rivas, Franco de Vita y muchos otros más. Un valioso descubrimiento tuvo cuando conoció a Abelardo Mérida, quien lo suplió de manera perfecta en el sello disquero. Desde 1998 estuvo a cargo del arreglo de las cuñas navideñas de RCTV. Para el 2000 hizo parte del cuerpo de trabajo de La Rondalla Venezolana.

“Con el maestro Gregory Carreño he trabajado y sigo trabajando muchísimo también, haciendo varios arreglos musicales para la Sinfónica de Miranda. Uno de los regalos más bonitos que he podido recibir fue en mi cumpleaños del 2011, cuando al lado de mi esposa y mi madre pude disfrutar de un concierto donde fui homenajeado por la orquesta interpretando obras solamente mías; eso fue magnífico”.

Al extenso y muy bien nutrido currículo artístico de Figarella se suma el inolvidable Armando Vivas Toledo, a quien le musicalizaba cada letra que el maestro componía. En 2012 le grabó y produjo a su mamá, un disco de boleros, ya que es poseedora de una voz prodigiosa, en el que se unieron una gran cantidad de músicos de esta ciudad.

Aunque Gustavo le metía a la salsa desde los 90’s, fue hace como cuatro años que se entregó casi por completo a ese género con la agrupación Son de Venezuela y tiempo después con Rumbaña, donde predominaron la fusión de ritmos.

Actualmente, y desde hace cuatro años participa en la orquesta Dragons Big Band, conformada en buena parte por talentos tequeños, que se dedican a tocar cualquier género musical: salsa, jazz, balada pop, música latina y muchas más. “Hemos estado en tributos a Cheo Feliciano, Tito Puente; estamos preparando el de Cheo Navarro y otros grandes proyectos más, donde realizamos interesantes propuestas musicales”.

Aseguró que lo más disfruta, más allá de los galardones y reconocimientos de los que se ha hecho acreedor, es la gran cantidad de amistades que ha cosechado y el legado tan importante que ha transmitido a su familia./no

Foto: (William Sánchez) /MARIBEL SÁNCHEZ

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