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Margarita se deja cobijar entre la música y la docencia

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Periodistas de Avance

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“Cada experiencia, buena o mala, representa un gran aprendizaje”. Así lo refirió la carismática docente y difusora cultural Margarita Mora; trujillana de nacimiento pero tequeñita por crianza, llegó a la ciudad del clima ideal cuando apenas tenía cinco años de edad.

Ella, es una combinación perfecta de sus progenitores porque de su madre, Adela González, heredó la vena del canto y de su padre, Marcelino Mora Vivas, la de la docencia; talentos que ha fusionado a la perfección para consolidar un imborrable legado cosechado durante sus 19 años de carrera.

“Papá fue director de la escuela granja San Diego de Alcalá, allí estudié primaria, una vez descubrió que al igual que mis cuatro hermanas mayores, me gustaba emular los dones de mamá y me regaló un cuatro para que acompañara mis cantos con un instrumento musical, ya que por lo general entonaba temas de parrada y folclore popular; me cuentan que de niña siempre decía que cuando fuera grande iba a ser maestra de música”.

Sus inicios formales dentro del canto fueron a los diez años en un coro de Carrizal, a la par que participó en una agrupación de danzas y así transcurrió su vida por algún tiempo. Una vez que comienza bachillerato en el Luis Correa, participa en el I Festival de la Voz Liceísta que se efectuó en los espacios del Roque Pinto, donde se hizo acreedora del segundo lugar por su destacada participación.

A los 15 años de edad se integró a la Filarmónica del estado Miranda, de la mano del gran maestro Juan Bautista Carreño, “al principio él estaba renuente porque yo estaba muy niña, sin embargo tras percatarse en la audición de que encajaba con el perfil me aceptó, no sin antes advertirme que debía pulirme aún más; en esa coral estuve cinco años y aunque fue una experiencia inigualable por mis venas corría era el género de parranda, así que me inscribí en la fundación Bigott para estudiar cantos tradicionales”.

Ampliando el horizonte

“Así llegué a una agrupación llamada Curbata, dirigida por Ramón Mesones, sin embargo hubo un momento en el que mi papá no quiso que yo siguiera involucrada en ese mundo musical pues consideraba que debía forjar una carrera profesional y que para eso debía dedicarme de lleno a mis estudios sin ninguna otra actividad adicional. Sin embargo, no se cómo explicarlo, era algo más fuerte que yo y lejos de atender la sugerencia de mi padre me incorporé al grupo Guataca Pueblerina, donde fui solista y corista con Johnson Sojo, por siete años; aún así culminé con éxito el bachillerato”.

No obstante, Margarita se convirtió en madre a muy temprana edad, eso la llevó a ocuparse laboralmente, más allá de las presentaciones artísticas en las que hacía gala de su portentosa voz. “Cuando tenía 19 años nació Leonardo, mi único hijo, debí asumir mi otra fase, la de educadora, aunque por algún tiempo de forma autodidacta”.

Relató, que con el apoyo de su cuñada, quien era directora del colegio Divino Niño en La Macarena, empezó a fungir como niñera, por ser un instituto de niños con condiciones especiales fue un reto el que asumió pero que no le quedó grande, porque tenía mucha facilidad en el trato con ellos y además al recrearlos con música y canciones le brindaron la oportunidad de tener unas horas para dictar clases de canto, así pasó diez años, donde por cierto formó un coro con ellos, experiencia que calificó de enriquecedora.

“Mi papá jamás desistió en su intención de que yo me prepara académicamente con una carrera universitaria, así que en el 2004, siendo ya bastante adulta, me gradué como TSU en Educación Preescolar en el antiguo Cultca. Con la práctica que traía de trabajar con educación especial, tenía casi la mitad del camino andado, solo reforcé la teoría que también me fue muy útil”.

La unidad educativa Buenos Aires, el preescolar Mercedes Martínez Fuentes, entre otros, hacen parte del recorrido en el que esta valiosa mujer ha sembrado semillas culturales a través de la docencia.

Semillas que prometen

“Una vez me llamaron porque en el Ministerio estaban abriendo cargos y yo podía postularme para la especialización en música, me admitieron y me mandaron a la escuela granja de Carrizal donde duré seis años y pedí cambio en el 2012 para ejercer docencia preescolar en la escuela José Gregorio Hernández, donde actualmente soy la Coordinadora de Cultura”.

De acuerdo al criterio de Margarita, la interacción entre padres, alumnos y docentes es fundamental; porque esa combinación del trabajo en equipo deja resultados muy satisfactorios. Por esta razón enfoca su mayor esfuerzo en integrarlos a cada actividad que emprende.

“Ver la emoción que manifiestan los niños cuando tienen alguna presentación es invaluable, se sienten como pequeños artistas y saber que uno junto a los papás contribuye al fortalecimiento de los talentos que traen definitivamente resulta gratificante; sin contar lo maravilloso del cariño y respeto sincero que se obtiene de ellos; a medida que se les motiva ellos transmiten esa buena energía”.

Aseveró que nunca se desvinculó del canto a nivel profesional, a la par que se ha dedicado a ser difusora cultural como docente, se ha mantenido activa cantando. “He grabado varios jingles y hoy día estoy inspirada en la grabación de mi propia producción discográfica con temas de bolero, de la mano de mi esposo Gustavo Figarella. Él es una verdadera bendición en mi vida, tenemos 13 años juntos y gracias a Dios hemos hecho una dupla perfecta, descubrí que cantaba ese género musical gracias a Gustavo”./lb

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