En el consultorio de medicina interna de la reconocida clínica Ribas de Los Teques, abordamos, gracias al testimonio de pacientes y empleados del lugar, a una de las médicos más emblemáticas del turno de la mañana en ese centro de salud, la doctora María Milagro Araguayán, quien desde hace nueve años ha marcado una referencia con su intachable labor.
“Agradezco mucho la oportunidad de ser tomada en cuenta para esta sección del diario Avance, de la que me considero fan desde sus comienzos; es muy bonito e interesante el trabajo que hacen con cada personaje”, manifestó al momento de conceder la entrevista, donde a la par de atender algunas emergencias leves que se le presentaban, narró su historia y experiencias.
“Soy orgullosamente de Los Teques, aunque nací en Guanare, me trajeron a los 25 días de nacida a esta ciudad que me encanta y donde he desenvuelto casi toda mi vida personal y profesional. Vengo de una familia muy humilde pero trabajadora, que a punta de tesón y mucho esfuerzo nos sacaron adelante a mi hermano y a mí para que tuviéramos siempre la mejor educación posible. Papá era taxista y mamá escribiente de los tribunales, decían que así fuera vendiendo helados producirían el dinero para pagarnos los estudios”.
El colegio Ave María fue donde cursó toda la primaria, para luego continuar el bachillerato en el Ilustre Americano. “Todo el esfuerzo que mis padres hicieron se los compensé siempre con muy buenas calificaciones. Cuando salí de bachillerato tuve el mejor promedio de mi clase, recuerdo que fue de 19.8 puntos, lo que me abría las puertas para estudiar lo que yo quisiera a nivel universitario”.
El que nació pa’ martillo…
Relató que su sueño era convertirse en ingeniero, pero que a pesar de ser muy buena alumna, la matemática no era precisamente su fuerte, así que se encontró en una disyuntiva.
“Fue mi mamá quien me aconsejó que estudiara Medicina, por mi espíritu servicial y amor por los estudios; además, siempre había oído que mi papá anhelaba que sus hijos estudiaran en la UCV”.
Con esos ingredientes se postuló a través del CNU y quedó seleccionada de inmediato en “la casa que vence las sombras”.
“Fue algo difícil vivir acá y estudiar allá porque para ese entonces no existía Metro Los Teques, había que pasar toda una odisea para llegar a la universidad a buena hora, pasaba todo el día en clases. Salía de mi casa a las 5:00 am y regresaba a las 10:00 pm, casi abandono la carrera, eso lo viví siete años completicos, pero gracias a Dios conté con el apoyo incondicional de mis padres para coger ánimo y seguir adelante a pesar de esas vicisitudes. De la carrera en sí me enamoré una vez que comencé a ver el pensum de estudio, y más aún cuando tuve el primer contacto con un paciente”.
La experiencia vivida en el Hospital Clínico Universitario, considerado referencia nacional, le bastó para descubrir que no se había equivocado de profesión y que ser médico era su pasión. “Tengo 14 años de graduada como cirujana, y en honor a la verdad, ayudar a los demás en algo tan importante como la salud es muy satisfactorio”.
Formación integral
Poco antes de graduarse, realizó sus prácticas médicas de pregrado en el Victorino Santaella, centro de salud al que calificó como su segunda alma mater, después del HCU. “Adoro el HVS, el grupo de especialistas adjuntos que recibió a los estudiantes de ese entonces fue para mí uno de los mejores, recuerdo a los doctores Julio González, Elizabeth Terán, Gustavo Bermúdez, Saúl Soto, Ignacio Morr, Álvaro Ariza, entre otros”.
Después de allí le correspondió cumplir con su artículo 8 en la parroquia Caruao del estado Vargas, que a su juicio, representó otra gran experiencia en su vida; porque entre otras cosas, allí conoció a su actual esposo, José Hernández, quien llegó como un paciente común y con el cual más adelante se casó y tuvo dos hijos: Humberto y Héctor.
En 2004 retornó al Victorino y allí permaneció dos años laborando como residente asistencial. Una vez que se convirtió en madre, hizo pausa por dos años en la profesión, poco tiempo después nació su segundo retoño y, por cosas del destino, la doctora Araguayán comenzó a trabajar en la clínica Ribas, gracias a una oferta que le planteó el doctor Freddy Santana y que fue avalada, previo estudio del currículo, por la doctora Mota para apoyar en el turno de las mañanas a la doctora Edith Díaz.
Desde ese momento hasta la fecha han transcurrido nueve años y allí permanece haciendo una muy buena dupla con su colega.
Trabajando con el corazón
“Pienso que una de las cosas que siempre me ha hecho calar dentro de mis pacientes es que me gusta crear raport, ser muy familiar con ellos; eso también me permite tener una retroalimentación muy interesante porque a la medida que les soy útil aprendo de cada una de sus experiencias; un médico ante todo debe ser muy humano”.
Aseguró que trabajar en el área de medicina general es lo máximo, porque es muy completa ya que le permite estar actualizada con todo. “Atiendo niños, jóvenes, adultos, personas de la tercera edad y tengo la total capacidad para ofrecer mi aporte a todos; además, sirvo de apoyo a los especialistas y eso me llena porque estoy en todo para todos, siendo útil sin encasillarme; eso me motivó a abrir mi propio consultorio a finales del año pasado”.
Desde el punto de vista de esta afable mujer, los profesionales que están emergiendo en el área de salud deben estar verdaderamente comprometidos con la profesión que escogieron.
“Para tener éxito en esto hay que enamorarse de cada tarea, por muy ingratas que sea algunas situaciones, no hay nada mejor que ser médico, porque si hay algo maravilloso en esto es contar a diario con el cariño, respeto y agradecimiento de la gente, eso se consigue con verdadera humildad y profesionalismo”./ac