Disney volvió a hacerlo: un guión atractivo y unos dibujos animados que se quedarán grabados en la retina del más crítico de los espectadores. Moana: un mar de aventuras pasará a la historia como otra de las películas entrañables del estudio con sede en Burbank, EEUU, la número 56. 
¿La historia? Moana (Auli’i Cravalho) irá en contra de la prohibición de ir más allá del arrecife, pero no por puro capricho. El bienestar de su tribu está en juego, pero para poder reestablecerlo, la princesa polinesia deberá convencer al semidiós Maui (Dwayne Johnson, “La Roca”) de que vaya con ella a devolver el corazón de Te Fiti.

¿Los dibujos animados? Ya al minuto de comenzar el largometraje el cinéfilo se sentirá reconciliado con la vida. La nitidez, el degradé y el brillo de los colores le provocarán irse a la playa inmediatamente, pero no a cualquiera, a la isla natal de Moana que, dicho sea de paso, no es la típica princesa frágil de Disney. Ella es curiosa y valiente desde que era una bebé, tanto que no se deja intimidar por la imponencia del mar, que termina convirtiéndose en su aliado.

Como elemento recurrente en los filmes del emporio cinematográfico, la monarca está a punto de ocupar una posición de poder y, al principio, luchará entre lo que quiere y lo que le han impuesto debe ser. Y en el ínterin, aventuras no le faltarán. La diversión y la belleza están garantizadas. No en balde Moana: un mar de aventuras es de los mismos creadores de Frozen y Zootopia, y fue dirigida por Ron Clements y John Musker, realizadores de La sirenita, Aladino y La princesa y el sapo.

La película estaría incompleta si de cuando en cuando, los protagonistas y demás personajes secundarios no interpretaran una canción de ésas inspiradoras y aleccionadoras pero, la verdad, la música es tan bella y pegajosa (compuesta por Mark Mancina, compositor de los temas de Tarzán y Tierra de osos) que poco importará. Los efectos son de antología, sobre todo, si la ve en 4DX. Eso sí, si elige ese formato, llévese un impermeable.