JESÚS MARÍA SÁNCHEZ
El universo de lo fantasmagórico lo encontramos, tal como lo narraban nuestros antepasados entre ellos la abuela materna María Sánchez, tíos, tías y los arrieros de bestias de carga, en la obra “Cumboto” escrita por Ramón Díaz Sánchez, historiador, ensayista, cuentista, novelista, quien en su juventud se desempeñó como obrero, oficinista, corrector de pruebas, lo que no impidió que con el correr de los años se convirtiera en uno de nuestros más brillantes escritores.
Nos dejó obras como “Mene”, “Cumboto”, “Casandra”, “Borburata”, Guzmán, elipse de una ambición de poder, considerado uno de los más importantes estudios sobre la vida del presidente Antonio Guzmán Blanco, mejor conocido como “El ilustre americano”, título que le montaron los militantes de la “Adoración perpetua”, léase los adulantes de turno.
Don Ramón Díaz Sánchez, a quien tuve el honor de conocer tratar y servirle en la Biblioteca Nacional, nació en Puerto Cabello el 14 de agosto de 1903 y va a morir, cargado de méritos, en Caracas el 8 de noviembre de 1968.
Fue miembro de la Academia de la Historia y obtuvo en 1950, el Premio Nacional de Literatura.
Fantasmal personaje
El título de la presente nota lo he tomado de lo que Ramón Díaz Sánchez nos entrega en “Cumboto”, donde uno de los personajes, una vieja abuela, cubierta de años y de experiencias, señala que viviendo en Borburata, se le apareció la visión del hombre que se paseaba con la cabeza en la mano, explicando que el fantasmal personaje pertenecía al dueño del fundo “El Quisandal”, cerca de Borburata, español que, al no rendirse a las triunfantes fuerzas patriotas “fue decapitado con un hacha en presencia de su servidumbre”.
El relato, así se lee en la obra de Ramón Díaz Sánchez, señala que el hombre fue enterrado en un espacio de la casa, colocándole, ya dentro de la urna, la cabeza entre las manos, paseándose el alma en pena, por los dominios que en vida le pertenecieron.
La capacidad narrativa de Ramón Díaz Sánchez, quien atrapa con maestría el interesante mundo de creencias que marchan al lado de la familia venezolana, nos lleva de la mano a conocer el fabuloso mundo de la superstición, como el bulto negro colgado de un samán.
Los samanes, así lo revela la abuela que aparece en “Cumboto”, atraen a las almas en pena.
Pájaros invisibles
En el los dominios de los aparecidos, tratado con tino por Ramón Díaz Sánchez, van surgiendo, plasmados en la páginas de “Cumboto”, tal como lo contaba mi abuela materna, las ánimas del Purgatorio, que se hacían presentes a determinadas horas de las noches, a las que le seguían los pájaros invisibles con sus cantos que se desprendían de los altos árboles, no faltando los ruidos inesperados, que provocaba la salida brusca de los matos.
La abuela de “Cumboto”, como la mía, con una memoria envidiable, narró con lujo de detalles lo que se identificaba como “caigo o no caigo”, donde una extraña voz decía “¿!caigo o no caigo!?”, mientras que otra, también horrible, le decía “caiga”, lo que provocaba el desprendimiento de los brazos del infernal personaje.
Arrastraban cadenas
Los fantasmagóricos personajes se van presentando, especie de película de larga duración, no faltando “La mula maneada”, “El Carretón, “La Sayona”, “Las ánimas del Purgatorio” que acompañan, como actores de primera, “los difuntos atormentados que arrastraban cadenas más allá de la tumba y los infelices que habiendo enterrado en vida su dinero penan después de muertos hasta que algún alma piadosa los desentierra y los saca de pena con unas misas”.
A los que perseguían los espíritus, a los atormentados por Satanás, mejor conocido por los negros de “Cumboto” y los de Barlovento ,como Mandinga, los trataba el veterano en ensalmos y oraciones. Por cierto, este personaje, el encargado de hacerle frente a los espíritus malignos, gozaba del respeto del lugar donde residía y realizaba sus consultas.
La lechuz y el chupa hueso
El escritor recoge, en ese espectral teatro, la presencia de la lechuza y del chupa hueso, los que con sus extraños cantos, metían el miedo parejo.
Asimismo están pintados los que, para evitar que les caiga un extraño envío, no olvidan su pepa de zamuro, mientras que otros, de acuerdo al trabajo realizado por un diestro rezandero, permanecían cerrados contra todo mal.
En una de las páginas de la obra que leí para darle forma a este trabajo, su autor plasma: “En Cumboto, por ejemplo, hay caminos que nadie atraviesa después de las seis de la tarde porque están habitados por espantos que se pasean por ellos y que se presentan a veces en forma de personas y a veces como animales”.
Al leer esta parte del libro, se hace presente nuevamente mi abuela materna, quien en sus interesantes tertulias, las que ella mantuvo por largos años escenificadas al caer la tarde sentada en una curtida poltrona en las casas que habitó, no dejaba de sentenciar que los trabajadores de las haciendas de café y cacao de Guarenas, Guatire, Araira y Barlovento, recorrían las vías que comunicaban a los caseríos donde habitaban con sus sitios de trabajo, lo hacían sin olvidar sus respectivos amuletos, con los cuales, decía ella, se curaban de los espantos.
Los que deseen conocer más de lo aquí plasmado, al lado de asuntos ligados con la pava y lo pavoso, les recomiendo pasearse por todo la trama que nos ofrece Ramón Díaz Sánchez en “Cumboto”.
Ramón Díaz Sánchez, historiador, ensayista, cuentista, novelista
Obra “Cumboto”