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Perfiles: Ni para un pan sobado

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En mis días de muchacho, eso recuerdo con lujo de detalles, las familias adquirían en las panaderías de los pueblos donde estuve residenciado al lado de mi familia, panes de trigo, golfeados, catalinas, roscas, bizcochos, dulces.

Entre los panes más solicitados se encontraban el francés, isleño, finito y sobado. Los bizcochos más populares eran los de manteca y de orilla. No faltando los sabrosos golfeados y las quesadillas. Las panificadoras exhibían, dentro de modestas vidrieras, las sabrosas golosinas elaboradas por conocidas familias residenciadas en el sector. Imposible olvidar a Don Nicanor Blanco, quien mantuvo por largos años una panadería en Araira, antigua Colonia Bolívar del estado Miranda, quien horneaba, utilizando leña de cují, excelentes panes, tunjas, roscas, acemitas. Don Nicanor también se encargaba, empleando dos nobles mulas a las que les colocaba sendos pipotes de madera, estampa de primera, de llevar hasta las zonas rurales lo que salía del rústico horno. Debo revelar aquí que, Don Nicanor Blanco, fue el primer panadero conocido por este escribidor quien, empleando bestias de carga, cumplía tan noble oficio de panadero y repartidor. Dentro de la familia por parte de padre se destacó como panadera, la señora Dominga de Llano, dueña de la panadería Sarría, de donde salía el histórico pan isleño, aliñado con anís, el cual se repartía, primero en bestias y luego en carritos empujados con unos amables señores.

AREPAS Y CASABE NUESTRO PAN DE CADA DÍA

No olvidemos que el trigo, clave en las panaderías, llegó a esta parte del mundo, en los barcos de los españoles. Lo nuestro era el maíz y la yuca. Las arepas y el casabe se tenían como el pan de cada día. Nuestro continente podría con razón llamarse, tierra del maíz. Recordemos que gracias a ese mágico grano, los pueblos precolombinos, entre ellos los incas, mayas,  aztecas, desarrollaron importantes civilizaciones. El novelista guatemalteco Miguel Ángel Asturias, Premio Nobel de Literatura, gran amigo de Miguel Otero Silva, tiene, en su amplia bibliografía, una obra titulada “Hombres de maíz”.

En nuestra Caracas colonial esa mezcla de harina, sal y agua, de donde sale el pan, tuvo en la madre de Francisco de Miranda, una de las más conocidas panaderas de la época. Los que deseen ampliar y conocer en profundidad acerca del tema y sobre la figura del precursor, le recomendamos la lectura de la obra “El hijo de la panadera”, escrita por la historiadora Inés Quintero.

CERVEZA PARA ELIMINAR BARROS Y ESPINILLAS

En Guatire, siguiendo al lado de panaderos, las familias tenían la oportunidad de adquirir panes elaborados por Juan María Pereira, Antonio Revanales, Ángel Urrutia, Enrique Moreno, Guillermo “Maracucho” Jugo, Marcelino Urrutia, Saturnino Urbina, Humberto Rosas, entre otros. Don Antonio Revanales, acompañado de Carlos Terán, se encargaba de entregarle a los compradores, al lado de los panes tradicionales como francés y el popular finito, sabrosas granjerías, todas de gran demanda, como conservas de sidra, de leche, de coco, alfondoques, cachos de azúcar, almidoncitos,  limoncitos, melcochas, polvorosas, majarete, al lado de una bebida, conocida como cerveza de panadería, que, al decir de Carlos Terán, servía para eliminar barros, pecas y espinillas que brotaban en los rostros de los adolescentes.

PAN Y ÓPERA

Don Enrique Moreno, al lado de su esposa Doña Teresa e hijos, con su panadería situada en una casa perteneciente a un hermano de mi padre, en la calle “9 de diciembre” en Guatire, se especializó en la elaboración de quesadillas y golfeados. Con el correr de los años el negocio fue mudado a un sector de la urbanización “Mampote”, en la carretera vieja hacia Guarenas. Por cierto, asunto que se me había olvidado, el local de Don Antonio

Revanales, entre las calles “Bermúdez” y “9 de diciembre”, se identificaba con el nombre de “El Socorro”, donde los panaderos, en el mes de diciembre, fabricaban un gigantesco pan de jamón, el cual se rifaba entre los asistentes al cine “Bolívar”, regentado para la época por Cipriano Rodríguez. Don Ángel Urrutia, gran aficionado a la ópera, se encargaba de hornear unos crujientes bizcochos, de los conocidos como de manteca y de orilla. Era costumbre oírlo, mientras se dedicaba a sus labores, cantar partes de piezas de históricos poemas dramáticos.

PANADERO, POETA Y EDITOR

Juan María Pereira, poeta y fundador del periódico “Tres de mayo”, donde llegó a publicar, al lado de la poeta Amelia Pittol, algunas de sus creaciones, producía en su panificadora, la cual promovía en su semanario, deliciosos pan de hornos, muy solicitados dentro y fuera de Guatire. Juan María Pereira, hombre de una amplia cultura, adquirida en forma solitaria, llegó a desempeñarse como presidente del Concejo Municipal del distrito Zamora. Marcelino Urrutia, quien producía sus panes de manera artesanal, los repartía, recorriendo las calles del pueblo en una bicicleta. Como dato curioso, muy pocas veces se vio a Marcelino pedaleando su vehículo. Tenía la costumbre de ir agarrado del manubrio mientras empujaba su biciclo. Al lado del cine “Bolívar”, lindando con las calles “Miranda” y “Bermúdez”, estaba la fábrica de pan de Guillermo “Maracucho” Jugo”, profesión que heredó su hijo Ely Guillermo “Maracuchito” Jugo. Este interesante trabajo, el de panadero, lo aprendió Humberto Rosas en el negocio de Antonio Revanales, abriendo un local en la calle “Concepción”, vía “Caja de agua”, dedicándose s a hornear golfeados, considerados por los guatireños tan buenos como los de Petare, Los dos Caminos, El Junquito y Los Teques.

AUMENTO SALARIO Y PAN SOBADO

Estos recuerdos, con olor a lo que se coloca dentro de los hornos, surgieron al leer en la prensa nacional que el aumento que se le daría a los trabajadores públicos y privados, el cual, de acuerdo a la expresión popular, no alcanzaba ni para comprar un pan sobado, como el que en Guatire,

Guarenas, Araira y Barlovento, modelaba Saturnino Urbina, quien supo acoplar su noble oficio con la poesía, el canto y la creación musical, dejando un buen número de aguinaldos y parrandas, interpretados por agrupaciones por él creadas, formadas por sus hijos y amigos de su familia.

Este tipo de pan, el sobado, horneado en forma artesanal, al lado de los otros ya señalados, se adquiría en los sitios donde los confeccionaban y en las pulperías, sin necesidad de hacer filas, léase colas como en estos instantes. Por cierto, el pan duro era regalado por los panaderos a las señoras que hacían tortas de pan, con o sin pasas. ¡Que tiempos!

Jesús María Sánchez. Los Teques.

26012017 sanchezjesusmaria@hotmail.com

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